Cada vez son más las personas que comprenden que los animales son «seres sintientes». Un ser sintiente tiene conciencia de lo que ocurre en su ambiente y de cómo lo afecta, tiene capacidades cognitivas (no necesariamente iguales a las nuestras) y es capaz de sentir emociones (positivas como felicidad y negativas como miedo). Esto está demostrado científicamente para animales vertebrados, incluidos peces, y también para algunos invertebrados, como el pulpo. En Chile, a pesar de la tradicional clasificación de los animales como bienes muebles (“cosas”) aún vigente en el Código Civil, hemos ido evolucionando y la Ley 20.380 sobre Protección de los Animales, vigente desde 2009, ya reconoce a los animales como “seres vivos y sensibles”.
Dicha Ley “establece normas específicas destinadas a conocer, proteger y respetar a los animales como seres vivos y parte de la naturaleza, con el fin de darles un trato adecuado y evitarles sufrimientos innecesarios”. Por eso, cuando nosotros tenemos animales, debemos procurar mantener su bienestar; esto significa ser responsables no sólo de sus necesidades de salud y alimentación, sino también de que vivan en espacios cómodos, con suficiente libertad de movimiento, sin recibir tratos que les provoquen miedo o dolor, y que además puedan expresar algunos de sus comportamientos naturales, característicos de cada especie.
La mayoría de los seres humanos nos relacionamos de alguna forma con animales: porque los tenemos como compañía o para hacer deportes, porque son nuestra fuente de trabajo o nos proporcionan alimentos, porque nos genera placer y aprendemos de ellos al observarlos en entornos naturales. Humanos y animales compartimos este planeta y debemos mantener una convivencia respetuosa y armoniosa, para que nuestra existencia sea sostenible. Está demostrado que un trato humanitario hacia los animales también redunda en un trato humanitario hacia otros seres vivos en general, y en particular hacia otros seres humanos. El bienestar de los humanos y el de los animales están estrechamente relacionados, y por eso parece fundamental que la nueva constitución pueda incorporar algunos de estos conceptos. Preocuparnos por el bienestar animal es algo intrínsecamente positivo, que nos permite relacionarnos de manera sostenible con nuestros ecosistemas.