Los primeros árboles aparecieron sobre la faz de la Tierra hace más de 350 millones de años. Como hoy, pudieron levantarse altos, muy altos, y desde entonces la clave de su sobrevivencia ha sido la longevidad. Los árboles han visto temporales y sequías, aparecer y desaparecer imperios, erupciones y terremotos. El árbol más antiguo conocido tiene más o menos la misma edad que toda la historia escrita de la humanidad, unos 5000 años. Sobre ellos está su historia, escrita como huellas y cicatrices. En Valdivia tenemos ejemplos; hay un roble en el bandejón central de Av. Circunvalación que nació cuando la avenida era bosque nativo. Está habitado por plantas del bosque (como la Chupallita y la Medallita), y en su tronco tiene una cicatriz de 120 años, quizás de cuando el bosque fue transformado en campo. Hoy tiene unos 350 años. También hay un Coigüe en el Parque Saval quizás de la misma edad, que recuerda a un árbol del Señor de los Anillos. Junto con olivillos, laureles y muchos otros, estos árboles son legados del bosque nativo que nos acompañan hasta hoy. A su lado conviven árboles de todas partes del mundo, plantados por los inmigrantes del siglo XIX. Ejemplos son los Cedros de Atlas del parque Prochelle, nativos de las montañas del norte de África, o la Sequoia Gigante del FACEA, nativa de Norteamérica, que lleva ya 150 años creciendo al borde del río Valdivia, o la Araucaria Excelsa de Nueva Zelandia, plantadas al frente de la casa Andwanter hace algo más de 120 años, o el Palto de la Última Frontera, con más de 80 años dando sombra. En Valdivia tenemos legados de la selva valdiviana, junto con un poco de los bosques del mundo plantados hace un siglo o más. A muchos otros se les dejó vivir para que siguieran allí hasta nuestros días, como al roble de Av. Circunvalación, incorporado a una avenida de Encinos y Arces de 120 años. La historia de los árboles es también la historia de la ciudad, es la historia de las construcciones, calles, avenidas, viajes y vivencias de miles de habitantes y viajeros. Estos árboles son longevos, pueden vivir cientos y quizás hasta miles de años si se les deja vivir. La Valdivia del futuro se está haciendo hoy, y los árboles que están vivos no son sólo la historia natural y cultural del pasado, sino también la del futuro.