“La producción de petróleo y las reservas están disminuyendo, al mismo tiempo, la demanda de combustibles se va a incrementar. Las estimaciones son que el año 2023, las demanda combustibles se aumentarán en un 50 %”, así de categórico fue el Dr. Simon McQueen-Mason, Profesor de la Universidad de York (Inglaterra), quien en la década del 90 descubrió las expansinas (proteínas que permiten el crecimiento de las células vegetales) y que, sin duda, es uno de los científicos a nivel mundial que más sabe sobre los biocombustibles.
El Dr. McQueen-Mason es no sólo especialista, sino también un apasionado del tema de los biocombustibles, este entusiasmo de la mano de la ciencia lo llevó a liderar el grupo de investigadores británicos que descubrió que el Gribble de Cuatro Puntos, un pequeño crustáceo conocido también como la versión marina de las termitas, posee enzimas que pueden generar bioetanol, un punto clave en la generación biocombustibles.
El científico estuvo una semana de visita en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Austral de Chile, para conocer los avances del proyecto Fondef “Formulado de expansinas para incrementar el rendimiento del trigo”, que dirige el Dr. Daniel Calderini, académico de esta unidad.
Durante su estadía se reunió con los investigadores de este proyecto, con estudiantes de postgrado y también dictó una charla sobre la generación de biocombustibles a partir de biomasa vegetal como materia prima sustentable.
Proyectos
McQueen-Mason lidera uno de los proyectos más importantes en la Unión Europea sobre biocombustibles, pero también es parte de un grupo de investigadores sobre este tema en Brasil. País que desde los años 70 se hace cargo del este tema, y que han llevado a que los autos usen biocombustibles con un mínimo de 20% etanol y que los autos nuevos puedan usar hasta un 100% de etanol.
“En Brasil, la misma compañía de refinería de azúcar puede producir azúcar para consumo humano o etanol, éste a partir de azúcar o biogás a partir de bagazo, lo que resta de eso lo queman y ese calor lo utilizan para generar energía, electricidad o lo usan internamente para la luz que requiere la compañía o lo vende al sistema red eléctrica al menos en Sao Pablo”.
Eso sí, en la investigación que participa, no trabajan con los azucares, sino a nivel de degradar la pared celular provenientes de bagazo de caña o de maderas, para convertirla en biocombustibles. “El desarrollo en Brasil fue a partir de las azucareras, todo el proceso de fermentar el azúcar es bien conocido, pero lo que falta hacer es poder procesar los restos de árboles, es decir, lo que queda de la madera producir biocombustibles a partir de eso. Y en eso trabajamos”, explica el científico.
Agrega que la idea es producir bioetanol a partir del bagazo de la caña de azúcar, “lo cual sería más efectivo”, pues lo que se espera lograr es utilizar el residuo de la caña de azúcar para convertirlo bioetanol.
En tanto, en Europa trabajan a partir de otra especie cercana a la caña de azúcar llamada Miscanthus.
Agrega que otra de los países interesados en la generación de bioetanol es Argentina, que está comenzado con la generación de biocombustibles, a través, de celulosa.
El Camino a Seguir y la legislación
La legislación de la Unión Europea contempla que para el año 2020 un 20% del combustible debe ser biocombustibles, también existe una regulación sobre qué tipos de biocombustibles deberán producirse ya que la legislación exige para que se utilicen fuentes diferentes a los azúcares y almidón.
De la misma manera se deberán disminuir un 35 % de las emisiones de los combustibles fósiles.
El próximo año se incrementara a una reducción del 60% respecto de la emisión de los combustibles fósiles. Además sólo el 5 % podrá ser producido por especies alimentarias. Del 20 % solo el 5 % puede ser producido por especies usadas para alimentos y el resto debe ser producido por otras especies. Del trigo no se pueden usar los granos sino el resto.
Ambas demandas (alimentos y biocombustibles) van a aumentar hacia el año 2030 en un 50 % la de combustibles y la de alimentos. Por eso “es obvio que no se pueden usar los alimentos para producir biocombustibles, recalca el Dr. McQueen-Mason.
También agrega que el precio del maíz subió internacionalmente, lo que es un mecanismo indirecto que hizo que no se produjeran biocombustibles, a partir de granos para alimentos y permitió ir hacia el aseguramiento de la alimentación.
Beneficiarios: Grupos Económicos?
Para el Dr. McQueen-Mason “el margen de beneficio es estrecho, las empresas que producen etanol se benefician, pero también los agricultores al subir los precios”.
No se trata de grandes grupos como Shell o Monsanto, pero es una realidad – afirma- que éstos “están mirando y observando para ver dónde hay mayor productividad”.
“Ninguna de las grandes empresas se beneficia con la producción de biocombustibles, pero si observan expectantes qué negocios se pueden producir a partir de éstos”, termina el científico.