La casa del Centro de Educación Continua de la Universidad Austral de Chile, ubicada en General Lagos 911 cumple este año cien años de antigüedad. Fue construida en 1911 como casa de uso veraniego de una familia valdiviana que por aquel entonces vivía en el campo y la nueva casa estaba destinada a dar vivienda a los hijos durante el período escolar. No obstante su destino subalterno- en términos de administración familiar – fue construida con todo el lujo de la época: fachada pre-fabricada importada desde Alemania, cubierta de fierro galvanizado con forma de mosaico. Se enmarca con ventanales en arco de frisos semicirculares y molduras de esmerada elaboración para los bordes de la techumbre y un altillo sobresaliente de tres caras que le otorga belleza y señorío neoclásicos. El portal tiene una ancha puerta de madera a la que se asciende por una escalinata de cemento de sobrio estilo. Esta escalinata divide un jardín pequeño que le dio el necesario contrapeso escénico dentro de una calle que llegó a contener las mejores piezas de la arquitectura alemana colonial de Valdivia. En verdad, en la época de comienzos de siglo y antes de la guerra de 1914 la alta burguesía competía en construir estas mansiones con leyes de estructura y modelos de proporciones canónicos que denotaran la emocionada evocación de las casas de la Alemania originaria, con los ajustes locales en cuanto a carpintería y maderas nobles, pero no exentos de una moderada ostentación de la buena ventura económica de los descendientes de los primeros inmigrantes. La casa debía ser el síntoma de la honradez y de laboriosidad jurada por Anwandter.
Cuando la Universidad Austral de Chile inició su noble caminar, se produjo de manera instantánea la necesaria vinculación con el patrimonio arquitectónico de la ciudad. La Universidad debería ser una joya que se mostrara a Chile y al mundo con lo mejor que tenía Valdivia. Y así como la Universidad recibió la generosa donación de terrenos en la calle General Lagos de familias chilenas de ascendencia alemana , la Universidad le dio un sentido de trascendencia académica y cultural a varias casas que en los primeros años de la década de 1950 se encontraban en su ciclo de cambio de uso. Las familias propietarias ya no las necesitaban como antes y entonces, las almas inteligentes de la ciudad , discurrieron convertirlas en centros de docencia o de administración de la naciente universidad con lo que donantes y donados, vendedores y compradores ganaron para Valdivia y para el país. Esta alianza virtuosa sigue y es bueno que se mantenga.
El 20 de diciembre de 1956 la casa” Residencia von Stillfried” fue adquirida por la Universidad para transformarla en la primera sede de la Facultad de Filosofía y Educación. La Facultad contó en sus orígenes con la Escuela de Castellano, brindando además las asignaturas de Educación a los alumnos de Pedagogía en Biología y Química y en Artes Plásticas. Se impartían a las demás Facultades las Cátedras de Filosofía, Historia de la Cultura e Idiomas, consideradas por entonces indispensables para la formación integral de todo universitario.
Don Eleazar Huerta Valcarce, su Decano fundador, habitó por algunos años las dependencias de la planta alta del edificio. “ Don Eleazar no se limitó, sin duda, a ser profesor: quiso ser un maestro. Imbuido de toda la vieja tradición universitaria europea, trataba de implantar ese espíritu entre sus alumnos, no sólo propiciando el trabajo en equipo, también la sana diversión. De su época datan las “serenatas” a los profesores, y no faltaban estudiantinas o los romances viejos que de pronto don Eleazar iniciaba casi al término de la clase y que todos debíamos seguir”. Testimonio del alumno de esa época, Claudio Wagner .
En 1956 ya empezaban a superarse los momentos de pobreza material y de precariedad en la disponibilidad de locales para la enseñanza y la administración. “ Responde la verdad decir que la Universidad nació en la pobreza más extrema. Aulas no tenía” . Cita Pelusa van de Maele. Sin embargo con presteza se incorporaron al patrimonio las casas de la calle General Lagos – Conservatorio de Música y la Casa del CEC – las que son y siguen siendo lugares dignos, armónicos y bellos como corresponde a lo que el sentido común entiende por un espacio universitario. En efecto, quien quiera que visite la actual casa de del Centro de Educación Continua observará que sus actuales moradores la han refaccionado con estilo y buen gusto, dándole la dignidad de su antiguo origen y aumentado sus posibilidades de moderna funcionalidad, acorde a los tiempos y necesidades actuales. Celebrar cien años para una casa significa, entre otras cosas, limpiar, cuidar y dar esplendor a la materia que sostiene las tareas del espíritu. Una universidad resulta inconcebible en un entorno sucio, deforme o vulgar porque estos caracteres son esencialmente incongruentes con la libertad del espíritu . Lo que hay que admirar en los universitarios de 1956 es esa lúcida perspicacia para juntar lo digno del pasado valdiviano con lo digno del futuro de Valdivia. Un ensamble, casi perfecto. Y así lo entendemos lo valdivianos cuando aceptamos que en las antiguas casas alemanes funcionen dependencias de la universidad.
Ahora bien, en esta casa nació Facultad de Filsofía y Educación: en ella se impartieron las primeras clases de las cátedras humanísticas , como ha quedado dicho. Filosofía, historia de la cultura e idiomas son el núcleo interno de las Humanidades como especulación y reflexión universales, más allá o más acá de las ciencias experimentales que conforman las otras facultades de la universidad. Con éstas puede haber instituto tecnológico pero no universidad: aquéllas le dan su sentido propio. En esta casa creció la Universidad Austral, académicamente hablando, en la calle General Lagos 911, en tiempos en el campus del la isla Teja era solamente un ensueño lleno espinos y de matorrales. En esta casa nació la universidad también porque en ella vivió el Decano Fundador de la Facultad de Filosofía y Educación quien le otorgó una entrañable cercanía de hogar a ese grupo de estudiantes inciertos e inseguros y a la universidad, la voz permanente de su Himno: ”Bendito el fruto de nuestro afán Si el saber no seca el corazón”.