El intelectual, «irremediablemente filósofo», Jorge Millas nació un 17 de enero de 1917, hace ya un siglo. Falleció un día como ayer, 8 de noviembre de 1982. Integrante de un notable grupo de escritores e intelectuales surgidos desde el Instituto Nacional Barros Arana, entre los que se cuentan el escritor Luis Oyarzún, el pintor Carlos Pedraza y el poeta Nicanor Parra. Afincados en Valdivia, Oyarzún y Millas cumplirán, más tarde, un rol fundamental en el desarrollo de la Universidad Austral de Chile, tanto así que el Rector fundador Eduardo Morales atribuye el nombre de la Universidad al propio Millas.
Autor de una obra que aborda temas fundamentales para el pensamiento, cuyos títulos ya contienen el atisbo de sus tesis, como «Idea de la individualidad» (1943), «El desafío espiritual de la sociedad de masas» (1962), «De la tarea del intelectual» (1974) e «Idea de la Universidad» (1981). Como señala Maximiliano Figueroa su pensamiento fue «un ejercicio consecuente con la demanda de una vida que busca la lucidez y la expansión de la libertad». Crítico de la reforma universitaria en los ‘60 y un defensor de «ardiente paciencia» de la autonomía y la libertad de cátedra en los difíciles tiempos de la intervención militar de las universidades.
Recientemente la UACh ha publicado una magnífica recopilación de sus discursos y entrevistas («Irremediablemente filósofo. Entrevistas y Discursos», 2017). En todas ellas se mantienen como ejes fundamentales de su pensamiento: su lucha contra el dogmatismo, el autoritarismo y toda forma de violencia y, lo que es posiblemente lo mismo en esta arquitectura, su lúcida defensa de la democracia.
Son las urgencias de un intelectual que, como poeta que fue, no puede separar vida y filosofía: «No se trata de vivir y después filosofar. (…) No son cosas separadas. La filosofía debe estar siempre impregnando la vida» (1981).
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS