Casi como un eslogan, entendidos en materia de energías limpias han dicho que el litio es “el mineral del futuro”, clave y necesario para alcanzar una sociedad libre de combustibles fósiles y contrarrestar los efectos del cambio climático. La promesa es alentadora, contar con una solución para el almacenamiento de energía en baterías de iones de litio, que ya tienen un amplio uso en aparatos tecnológicos y que buscan consolidarse en la electromovilidad.
No obstante, la industria aún tiene grandes desafíos para garantizar que la extracción de los suministros sea eficiente y sustentable, sobre todo considerando que los yacimientos de este mineral se encuentran en zonas con condiciones climáticas y ecológicas únicas en el planeta, como las que posee el salar de Atacama, considerado la región más árida del planeta.
En este contexto, el limitado suministro natural de agua proveniente del acuífero es fundamental para el mantenimiento del ecosistema que alberga este salar, ya que permite el desarrollo de cianobacterias y algas que son alimento de las tres especies de flamencos que allí habitan, dos de ellas solo presentes en este territorio (endémicas). Esto representa un conflicto medioambiental que pone a la biodiversidad bajo la amenaza de los procesos de la minería industrial, ya que su consumo de agua bordea los 400 mil litros por tonelada de litio.
¿El mineral de las tecnologías verdes?
Ya en 2018 se publicaba en la revista científica Nature una carta titulada “Atacama imperilled by lithium mining”, firmada por Jorge Gutiérrez de la U. de Extremadura, España; Juan Navedo de la Universidad Austral de Chile (UACh); y Andrea Soriano-Redondo de la U. de Exeter, Reino Unido. En la carta se advertía sobre los impactos políticos, sociales y ecológicos que la explotación de este mineral podría tener.
A estos investigadores e investigadoras se sumaron, posteriormente, Nathan Senner, de la U. de Carolina del Sur en Columbia; Johnnie Moore de la U. de Montana; Patrick Donnelly del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos; y Cristina Dorador de la U. de Antofagasta, quienes desde sus áreas de investigación aportaron al análisis de datos e imágenes satelitales en cinco salares chilenos a fin de rastrear los cambios en la superficie inundada a lo largo de 30 años.
“Este es un trabajo totalmente colaborativo y altruista de científicas y científicos que buscan discutir la eficacia real del actual ‘Green Deal´, la promesa de que las energías, supuestamente, de bajo impacto y provenientes de las economías más ricas, por un lado, pretenden salvar al mundo, pero por otro, impactan negativamente a la biodiversidad de países con sociedades y economías incipientes, muchas de ellas en el hemisferio austral, como en este caso”, explicó el Dr. Juan Navedo, especialista en ecología de aves acuáticas, académico del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas e integrante del Doctorado en Biología Marina y Doctorado en Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile.
Los hallazgos obtenidos y publicados este año en la revista científica Proceedings of the Royal Society B indican que desde 1984 los salares han reducido, al menos, un 30% su superficie. Según el equipo, parte de las causas tienen relación con el aumento de la evaporación del agua derivada del aumento de la temperatura asociada al cambio climático, la cual se ve exacerbada por la minería de litio, impactando en la disponibilidad de hábitat de calidad y alimento para los flamencos.
Lo anterior se ha observado claramente en las dos especies endémicas: el flamenco andino (Phoenicoparrus andinus) y el flamenco de James (P. jamesi), cuyas poblaciones en el salar de Atacama disminuyeron un 12 % y un 10 % en 11 años, respectivamente. Entre 1986 y 2018 el bombeo de agua subterránea para la producción de litio en este salar aumentó de cero a 1,8 metros cúbicos por segundo, provocando una pérdida de superficie inundada durante el invierno equivalente a tres campos de fútbol cada año.
Metodología
El análisis se efectuó en base a información de los censos de tres especies de flamencos altoandinos realizados en invierno y verano por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), en un período de 30 años.
“A partir de esta información observamos que las tendencias de población de los flamencos a escala local eran en general decrecientes. Establecimos como hipótesis el cambio climático, cambios de uso de suelo (extracción de litio) y el incremento de la población, e hicimos un análisis en cinco salares, uno por uno, a través de teledetección sobre imágenes de satélite capaz de modelar la superficie en el terreno inundada por el agua”, agregó el Dr. Navedo.
Los resultados demostraron que las tendencias negativas más fuertes fueron observadas en el único salar, de los cinco, que estaba intervenido por el litio. “Entonces, si separamos el grano de la paja podemos ver, en general, que el cambio climático está teniendo un efecto como era predecible; más temperatura y menos lluvia equivale a una menor superficie inundada; adicionalmente, la extracción del litio que se está produciendo en el salar de Atacama es capaz de explicar la disminución de la población en dos de las tres especies endémicas”, indicó el especialista.
La disminución de los flamencos y el secado de los salares es una amenazada real tanto para la población como para la biodiversidad. Por un lado, pone en riesgo a las comunidades que viven del ecoturismo, mientras que a nivel ecológico, el no contar con especies que consuman fitoplancton y zooplancton, como lo hacen los flamencos, podría tener consecuencias devastadoras para la vida en los salares.
“Los salares son ecosistemas irrepetibles e irreemplazables que mantienen una biodiversidad única a escala global. Tardan muchos miles de años en formarse y si llegan a sufrir una reducción importante en sus condiciones hidrológicas no se podrían restaurar”, destacó el Dr. Navedo.
Ciertamente, las nuevas tecnologías podrían ayudar a la humanidad a combatir el cambio climático. Sin embargo, como plantean los participantes de este estudio, es necesario encontrar formas de reducir esos costos ecológicos, particularmente haciendo que la extracción de litio sea más eficiente en el uso del agua o mejorando la capacidad de reciclar el litio de las baterías usadas.