A propósito del Día Internacional sin Bolsas Plásticas (3 de julio), es nuevamente necesario y urgente poner el foco en el daño que hace el sobreconsumo de plásticos de un solo uso. Parece al menos extraño que tengamos que “celebrar” este día: “¡un día sin bolsas plásticas!» para poner en evidencia que hay que tomar conciencia y generar acciones.
A pesar de que nuestro país fue el primero de América Latina en prohibir la entrega de bolsas plásticas en el comercio, y que este avance “reconocía un profundo anhelo de la ciudadanía”, según comentó en la oportunidad la Ministra de Medio Ambiente Carolina Schmidt, este profundo anhelo, que debería reflejarse en el rechazo cotidiano a los plásticos de un solo uso, lamentablemente solo representa a una minoría ciudadana. Al 2021, Chile es el país con más basura plástica en Latinoamérica. Por otra parte, aunque en mayo pasado el Congreso aprobó la ley que prohíbe plásticos de un solo uso, donde cubiertos, bombillas, utensilios de plumavit entre otros, serán los primeros artículos prohibidos y cuya implementación comienza en 6 meses, esto no significa en la práctica resolver el problema a corto plazo. El pasado 3 de julio, también entró en vigor la normativa sobre plásticos de un solo uso en la Unión Europea (DIRECTIVA (UE) 2019/904 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO), cuyo objetivo fundamental es eliminar los plásticos de un solo uso y regular nuevos requisitos de etiquetado y diseño para otros tipos de plásticos.
Éstos y otros ejemplos de regulaciones muestran un camino de responsabilidad que se va instalando desde los gobiernos, en el que en este caso particular, creo que como ciudadanía no estamos a la altura. ¿Será que aún no somos conscientes de que nuestra cultura de consumo es un flagelo para la supervivencia de las especies marinas? ¿Será que todas las campañas de advertencia del daño ambiental que causamos no nos quitan el sueño porque no queremos hacernos cargo de que somos responsables de la destrucción? ¿Es correcto aceptar, en pro de la libertad individual, la postura de una parte de la ciudadanía que sigue oponiéndose a estas leyes con el argumento de que cada uno tiene derecho a decidir lo que produce o consume? Mi padre siempre decía que lo único y más valioso que uno podía dejar a sus hijos era la educación. Si estuviera vivo y pudiera discutirlo con él, creo que estaríamos de acuerdo que nada, ni siquiera el haber podido educarnos, nos librará de lo peor que podamos esperar cuando ya no exista un planeta en el que podamos habitar.