“Estar juntos y aprender: Asistencia y re vinculación educativa”, fue el nombre de los talleres efectuado para las comunidades de la región de Los Ríos como parte del Plan nacional de Reactivación Educativa desarrollado por el Ministerio de Educación, mediante el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) y la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile.
Con el objetivo de apoyar a las comunidades y entregar herramientas que puedan implementar en sus colegios para el aseguramiento de las trayectorias educativas y la prevención del riesgo de exclusión escolar tuvimos el privilegio de “estar juntos y aprender” con alrededor de 200 profesores y profesoras de esta región.
La experiencia tomó la forma de una puesta en diálogo de distintas realidades escolares dando cuenta de que existen problemas estructurales relacionados con el modelo educativo y la falta de interés que en muchas ocasiones existe en la sociedad, dejando toda la responsabilidad en la escuela y las y los profesionales que forman parte de ella.
Tomando en cuenta esta constatación, damos valor en primera instancia a las capacidades instaladas y al trabajo de cada equipo de profesionales, que ha asumido la tarea de potenciar las escuelas como espacios que se constituyan en experiencias de aprendizaje en que se reconozca la voz de cada miembro de esta comunidad con sentido de pertenencia. Esta tarea la consideramos prioritaria, en un tiempo pos-pandémico, en que debe replantearse el sentido y dirección de la educación, pues las necesidades educativas han cambiado el foco con la urgencia de reaprender a estar juntos y de paso, rearticular el tejido social.
Desde el mismo lugar, tensionamos la lógica del autocuidado en pos de la necesidad de potenciar el cuidado mutuo en las escuelas, entre todos y todas quienes participan del fenómeno educativo, visibilizando la existencia, valor y experiencia de cada miembro de la comunidad, promoviendo así una cultura del reconocimiento (Honnet, 2007) que movilice una ética relacional que valore el aporte de todas las personas en cada grupo social. Esto sólo es posible cuando cada persona que participa de los procesos educativos se sabe visto, reconocido y valorado en su trayectoria vital. En ese contexto, un desafío en la formación de los y las profesionales del área de la educación y que como instituciones formadoras debemos asumir como un impulso a esta reactivación tan necesaria.