Y llegó nuevamente un 29 de abril, día internacional de la danza en que quienes hacen de este arte una realidad, visibilizan sus prácticas, se felicitan por perseverar y comparten sus buenos deseos. Un día de la danza en 2020 sin contacto físico, donde parte esencial de este hacer se ve alterado al no poder encontrarnos para bailar.
29 de abril que se celebra como efeméride del nacimiento del bailarín y estudioso francés Jean Georges Noverre, quien en el siglo XVIII propuso a través de su escrito “Cartas sobre la danza y los ballets”, un nuevo modo de entender la danza occidental que influyó gran parte de las corrientes modernas de este arte. Y aún cuando es siempre relevante y hasta emotivo sentirse parte de esta conmemoración a nivel mundial, asalta la pregunta sobre cómo nuestras Danzas del Sur permanecen en la búsqueda constante de sus identidades, reconociendo y atendiendo un hacer situado con todas sus influencias europeas y sus múltiples contextos territoriales.
Danzas que miran sus procesos históricos, de reflexión y desarrollo; que tiene y reconoce como desafío permanentemente des-jerarquizar las técnicas, estilos y orígenes de sus infinitas manifestaciones, para dejar de validar solo las concepciones de lo bello, lo perfecto, y lo correcto según cánones colonizadores. Danzas en descolonización, que sin negar nuestras -fuertes- influencias europeas y norteamericanas, se permite descubrir en el movimiento sensible y creativo sus historias propias, mestizas y australes. Danzas en territorio indígena, con fuerte presencia de comunidades que aún hoy se resisten a la occidentalización de sus modos de ser y estar en mundo.
¿Cómo en estos cuerpos danzantes del sur confluyen estas experiencias? ¿Cómo estas identidades culturales permean nuestra expresión danzada? La danza dentro de la academia debe hacerse permanentemente estas preguntas, para no solo replicar metodologías importadas, sino crear desde estos cuerpos con historia. Misión que para nosotros como Ballet Folclórico UACh es fundamental no perder de vista, reconociendo la naturaleza híbrida de nuestros formatos, revisando críticamente aquello que se escenifica para no repetir procesos homogeneizadores. No olvidarnos que las culturas tradicionales no requieren ser representadas, que no creamos obra o realizamos funciones para “rescatar” a nadie, sino contribuimos a la visibilización de algunos de sus elementos, sensibilizamos sobre su importancia y dinamismo, y por qué no, creamos piezas de artes escénicas a partir de las inspiraciones territoriales.
Hoy somos un islambre de danzas… danzando en casa, conectados y conectadas en este tejido digital. Repitiéndonos constantemente que este es un distanciamiento físico y no social. Que estas redes funcionan efectivamente como un entramado social que nos permite en esta “realidad” virtual, una conexión en tiempo real. Mantenernos de cuerpo presente, continuar en movimiento. No dejemos de danzar.