A la pandemia se suma ahora el lastre del malestar emocional que ésta trae aparejado. En este escenario, la atención pública se dirige a disciplinas como la psicología para buscar respuestas, con la esperanza de encontrar fórmulas o recetas que rápidamente pudieran entregar alivio o resolver los conflictos que nos afligen. Lamentable y obviamente esto no es posible. Parte importante de este malestar que experimentamos como propio e interno es consecuencia de condiciones sociales que superan largamente los límites de las acciones y responsabilidades individuales. Sería no sólo ingenuo, sino que también políticamente irresponsable, suponer, por ejemplo, que la angustia de una persona a la que la pandemia dejó sin trabajo la podría solucionar alguna técnica aportada por la psicología.
No obstante, lo anterior no implica que la psicología no tenga nada que decir. Muchas veces los aportes de la psicología consisten en sistematizar el no tan común sentido común, y algo que vale la pena recordar ahora es la relevancia del habla y la escucha en momentos como estos. Puede parecer de Perogrullo, pero algo que nos podría dar cobijo en circunstancias de incertidumbre y temor es conversar, y escuchar, genuinamente a los nuestros. Justo ahora, cuando las tecnologías de la comunicación nos brindan opciones hasta hace poco insospechadas, sufrimos la angustia del aislamiento y el desamparo. La omnipresencia de las redes sociales y las plataformas virtuales de todo tipo nos han dado la ilusión de estar comunicados, sin embargo, sufrimos en gran medida por el silencio de sentido que esta ilusión no logra llenar. En la conversación franca y veraz, la que implica la capacidad de escuchar al otro sin apresurar nuestros juicios y opiniones, es donde se puede tejer un refugio compartido que nos proteja de las inclemencias emocionales de esta extraña época.
La tecnología para llevar nuestra voz a otros está al alcance ahora más que nunca, usémosla para retomar el arte de la conversación, que es también parte importante de la artesanía en que se constituye aquello que llamamos lo humano.