La isla Guarello se ubica dentro del Archipiélago Madre de Dios, a 250 kilómetros al noroeste de Puerto Natales, y además de ser parte del territorio ancestral de la comunidad indígena Kawésqar, se considera un lugar de alto interés científico dentro de la Patagonia chilena. Precisamente allí, en la Región de Magallanes y Antártica Chilena, esta semana se reportó un derrame de 40 mil litros de petróleo al océano.
Diversos grupos de investigadores han registrado parte de la gran biodiversidad de sus ecosistemas. Crustáceos, moluscos, esponjas y corales de agua fría son algunas de las especies más comunes. Pese a ello, la flora y fauna marina del área aún es desconocida. Dentro de las campañas oceanográficas chilenas que han llegado al Archipiélago Madre de Dios se encuentran cinco expediciones lideradas por el Dr. Rodrigo Torres, oceanógrafo del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP).
El Dr. Torres explica que evaluar la magnitud de la contaminación en los océanos y su efecto en los organismos es una “tarea compleja”, sobre todo en una zona donde se desconoce la dinámica de corrientes marinas y por ende, la trayectoria de los hidrocarburos derramados. A su vez, afirma que en el caso de la isla Guarello, la lejanía y el acceso al área dificultan aún más una eventual evaluación científica de las consecuencias del vertimiento de petróleo.
“No basta mirar la superficie del mar o los organismos que habitan allí para evaluar el impacto que tendrá este siniestro en la vida acuática. Se necesitan campañas de investigación para medir parámetros medioambientales en la columna de agua y el fondo marino, y su grado de depuración en el tiempo”, asegura el investigador y agrega que “mi opinión preliminar es que este evento es una catástrofe. Asumir o sugerir que el derrame fue contenido a tiempo evitando daños ecosistémicos no tiene sustento en datos objetivos y es ciertamente irresponsable”.
Por su parte, el biólogo marino del Centro IDEAL y CIEP, Emilio Alarcón, advierte que “diversos estudios científicos demuestran que el efecto del petróleo en organismos marinos ocasionaría daños físicos y químicos en las especies y, en algunos casos, sería letal. Bacterias, virus, microalgas, macroalgas, crustáceos, moluscos, peces, aves y mamíferos marinos podrían verse afectados”.
Un lugar único en el mundo
El Archipiélago Madre de Dios posee una particular geología: dispone de grandes depósitos de alta pureza de carbonato de calcio. La caliza (carbonato de calcio) es de utilidad para procesos metalúrgicos en la fundición del metal. Por este motivo, la división de la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), responsable del derrame de petróleo, extrae este mineral de las islas a pesar de las condiciones extremas en las que se encuentran.
Paralelamente, es una de las zonas con mayores precipitaciones de Chile: pueden alcanzar hasta 10.000 mm por año y, asimismo, existen registros de vientos que incluso han llegado a los 200 km/h. Estas condiciones extremas de lluvia y ventosidad han erosionado la roca dentro del archipiélago, convirtiéndolo en el sistema kárstico (relieve originado por la rápida disolución del carbonato de calcio) más activo del planeta. A raíz de ello, las cuevas y cavernas del Archipiélago Madre de Dios ha llamado la atención de espeleólogos, estudiosos de la morfología y formaciones geológicas. La presencia de pinturas rupestres hechas por Kawésqar ha llevado a considerar su postulación como Patrimonio Natural de la Humanidad, el primero en Chile.
Madre de Dios, junto al Archipiélago de Diego de Almagro, son los únicos lugares de la Patagonia chilena donde el carbonato de calcio se encuentra en abundancia. La disolución de este mineral provee al mar costero de iones calcio y carbonato que ayudan a controlar los cambios de acidez del agua superficial. Por ello, es considerada un “refugio natural” para organismos calificadores ante fenómenos globales como la acidificación del océano, causada por el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera.
“Este evento de contaminación masivo y agudo nos muestra la fragilidad de nuestro patrimonio natural, la necesidad de evaluar su estado y de desarrollar un plan de reparación con el fin último de resguardar las maravillas submarinas para las generaciones futuras”, concluye el Dr. Torres.