Una de las críticas a la propuesta constitucional denuncia que ésta no logró constituirse en una “casa de todos”, que ella divide más que lo que une. Por supuesto, nadie defendería que una Constitución debiera desunir, por eso tal crítica es sugestiva. Pero, realistamente hablando, ¿una propuesta constitucional hecha en tiempo de crisis puede remendar per se un tejido social desgastado reforzando sus uniones?
Si bien la vía institucional abrió una oportunidad para reducir la tensión social que “estalló” en octubre de 2019, la probabilidad de que esa tensión se disipara, sin más, alimentada por otras fuentes intersticiales de volatilidad sobreviniente (tales como la pandemia o la disputa electoral presidencial) es, a lo menos, discutible. Por otra parte, ¿qué medios o estrategias debieron haberse implementado por quienes participaron en dicho debate para lograr la referida empresa? Aunque esa pregunta regularmente no se plantea, quiero proponer algunas alternativas para reflexionar sobre si las consideraríamos satisfactorias. ¿Habrían debido las y los convencionales concentrarse únicamente en los objetivos y símbolos que nos unen y poner bajo la alfombra o postergar (¡otra vez!) la discusión de temas controversiales? (algo así como recrear políticamente el ambiente de un mundial de futbol en el que juega Chile). O, alternativamente, ¿debieran haber concordado cláusulas superfluas para eludir la polémica? Por ejemplo, ¿declarar simplemente que todos somos iguales ignorando la diversidad sociocultural y la existencia de estructuras sociales de desigualdad?; o ¿hacer “como si” la desafección creciente hacia la democracia y la autoridad no se relacionaran con la estructura o funcionamiento de algunas instituciones?
Tampoco hay que olvidar que, aunque la Constitución sea una norma jurídica, su origen es eminentemente político. En Chile, la ciudadanía determinó que esta fuera escrita por un órgano inéditamente plural. Este contexto, vuelve poco factible (e, incluso, no deseable) que quienes participaron de ese debate constituyente hubieran puesto entre paréntesis sus visiones y pasiones políticas.
Hay quienes sostienen que las encuestas de cara al plebiscito corroboran el carácter disolvente de la propuesta constitucional. Sin embargo, la politología muestra que los plebiscitos o referéndums tienden a producir división al confrontar al electorado a una opción binaria (adhesión o rechazo), sobresimplificando la complejidad y variedad de los temas sometidos a cada elector(a). Son, en sí mismos, una fuerza productora de polarización, como quedó en evidencia a propósito del “Brexit”, en Reino Unido y los Acuerdos de Paz, en Colombia. En Chile, el plebiscito, mucho antes de verificarse, ha producido efectos divisivos, provocando un atrincheramiento del debate constituyente, desencadenando interpretaciones no caritativas o derechamente maliciosas del texto. ¿Qué vino primero, entonces, el huevo o la gallina?
Dra. Yanira Zúñiga.
Profesora de Derechos Fundamentales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.
Columna de opinión publicada en el Diario La Tercera