Con alta asistencia se realizó la conferencia “Estrés y mindfulness: desde al cerebro a los genes”, desarrollada en el Auditórium 03 del Edificio Nahmías de la Universidad Austral de Chile, Campus Isla Teja en Valdivia, por la Dra. Perla Kaliman, colaboradora del Center for Investigating Healthy Minds de la U. de Wisconsin Madison e Investigadora Asociada del Mind and Brain Institute de la U. de California Davis.
La presentación fue abierta a la comunidad en el marco del proyecto FONDECYT “Intervención temprana en esquizofrenia y en personas vulnerables a la psicosis: el efecto de mindfulness en las funciones cognitivas en el bienestar psicológico”, dirigido por el Dr. Álvaro Langer, integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios del Sistema Nervioso (CISNe), docente del Instituto de Neurociencias Clínicas y Escuela de Psicología, Facultad de Medicina.
Percepción subjetiva de la realidad
Dentro de lo tratado, la experta destacó que “en varios países hay un movimiento de gran interés sobre las técnicas y tratamientos basados en mindfulness o atención plena, lo que es mucho más que una moda pues estas técnicas ayudan a combatir el estrés, uno de los grandes males de nuestra época”.
Al respecto explicó que “además de los signos y síntomas que somos capaces de identificar cuando estamos estresados, también conlleva efectos devastadores a nivel de estructura y funcional del cerebro, como a nivel de sistema inmunitario e inflamatorio, envejecimiento celular y modulación de los genes, por ello es importante identificar estrategias para reducir el estrés. ¿Por qué el mindfulness?, porque el cerebro es el principal órgano donde se produce este problema y la idea de que la percepción subjetiva de la realidad está en la base del origen del estrés, no es nueva. Ya a principios de nuestra era filósofos aseguraban que lo que nos perturban no son las situaciones, sino la percepción de estas situaciones”.
Sin embargo este aspecto fue definido mucho antes por los budistas. “Cuando definieron las cuatro verdades del budismo, realizaron análisis en fases como si fuera el diagnóstico y tratamiento de una enfermedad, por un lado asegurando que en la vida hay sufrimiento, hay estrés, que es una parte inseparable del proceso de vivir; luego identificaron las causas de ese sufrimiento, que principalmente son los deseos, expectativas e insatisfacción; también se dieron cuenta que había una manera de acabar con este sufrimiento: cambios de estilo de vida; cambios a nivel de comportamiento y entrenamiento en la atención conciente, a través de la práctica de técnicas de meditación”, destacó la Dra. Kaliman.
Efectos de la meditación
Además dio a conocer el estudio que realizó en conjunto con Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin Madison, acerca de los efectos de un día de práctica de meditación basada en la atención plena o mindfulness en un grupo de meditadores experimentados, en comparación con un grupo de personas que realizaron actividades no meditativas en un ambiente relajante.
La experta explicó que “en el grupo de meditadores todos tenían una práctica de meditación de al menos 3 años, con un mínimo de 30 minutos de meditación diaria y habían asistido al menos a 3 retiros intensivos de 5 días o más. Algo muy asequible, equivalente en horas a lo que cualquier aficionado a un instrumento musical o a un deporte puede llegar a practicar. En pocas horas, los meditadores mostraron diferencias en la expresión de genes y proteínas en células de la sangre que no se observaron en el grupo control”.
Al respecto aseguró que “la práctica de meditación provocó una disminución significativa de la expresión de genes que son la base del mecanismo de acción de los fármacos más utilizados para tratamientos antiinflamatorios y analgésicos. Eso sí, todavía hacen falta más estudios para determinar si la magnitud del efecto de la meditación puede compararse a la de los fármacos y en qué medida la meditación puede representar una terapia alternativa o complementaria para el tratamiento de enfermedades inflamatorias”.
En relación a los resultados, la Dra. Kaliman aclaró que para comprender este estudio es importante “no confundir expresión de genes con código genético. Expresión significa que los genes estás más apagados o encendidos, por decirlo de alguna manera, pero la secuencia del ADN es la misma y no cambia. Por ejemplo si la actividad de un gen determinado provoca un proceso no deseable como la inflamación crónica nos interesa apagarlo, pero el gen no podemos cambiarlo”.
Posteriormente la especialista se reunió con integrantes del Centro Interdisciplinario de Estudios del Sistema Nervioso (CISNe) de la Universidad Austral de Chile.