El reciente resultado de la prueba Simce de lenguaje de sexto básico, pone en evidencia un fenómeno por el cual algunas voces del desierto han clamado por muchos años. Lo definiré con una conocida y sabia cita del evangelista Lucas: «(Aquel)… hombre edificó su casa sobre arena, sin fundamento; contra ella el río dio con ímpetu y luego cayó y fue grande la ruina de aquella casa.» Que quiero decir con esto: que estamos empleando enormes recursos en la educación universitaria y que parte sustancial de esos recursos son plata perdida, porque una vasta masa estudiantil que ingresa a la educación superior no tiene las competencias lectoras ni escriturales básicas, que debió adquirir en la educación que, no por nada, llamamos justamente básica.
Los desafío a encontrar un académico universitario que sea capaz de afirmar que, no digamos todos, digamos una mayoría de sus alumnos, son capaces de redactar correctamente un razonamiento medianamente complejo. ¿Y cómo puede un alumno desarrollar materias propias si no tiene las herramientas elementales para hacerlo?
Nuestros esfuerzos deben entonces desplegarse allí, al inicio: en la sala cuna, el jardín infantil y en la educación básica. Y en los hogares. Necesitamos convencer de alguna forma a los padres que el libro en el hogar es tan necesario como el pan ¿Que el libro es caro? Hay librerías de viejos y bibliotecas al alcance de todos como nunca antes en nuestro país ¿Qué no hay tiempo? Pues habrá que hacerse tiempo para los hijos en esta tarea crucial para su futuro. Empecemos con el ejemplo: que los hijos vean a sus padres leer. No tiene que ser clásicos intimidantes para empezar. Hay cuentos, leyendas, novelas breves, poemas sencillos; hay periódicos y revistas. Ni siquiera es necesario el libro físico: internet nos da infinitas posibilidades.
Concentremos nuestros recursos en brindar real apoyo a educadoras de párvulos y profesores de educación básica. Esto implica: jornadas laborales adecuadamente remuneradas, que den tiempo a la preparación, al perfeccionamiento, pero también al ocio y diversión; y un cambio cultural profundo, en el que ser maestro de los más pequeños sea la profesión socialmente más considerada y una aspiración vital para nuestros jóvenes.
Lo demás es edificar nuestra gran casa patria sobre la arena.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS