Como parte del 64° aniversario de la Universidad Austral de Chile, Roberto Bravo ofreció un concierto abierto a la comunidad en el Aula Magna que reunió jóvenes y adultos con entusiasmo por sentir nuevamente la interpretación del maestro que recorrió las obras de Bach y luego sentir los aires latinoamericanos desde la trova de Silvio Rodríguez a la universalidad de Víctor Jara, Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui. Los boleros tuvieron un espacio especial con la participación vocal de Andrea Cárdenas y Piazzola pudo estar en medio de la sala a través de Adiós Nonino. Muchas de estas piezas son las que acompañaron por décadas a Roberto Bravo, muchas de sus historias dolorosas y de alegría esperanzadora las vivió a través de la música, una memoria sonora de un viaje en la nave de teclas y cuerdas que ya a los 4 años lo atrajo en medio de su casa bajo la mirada cómplice de su madre.
La memoria en Valdivia de Roberto Bravo es colectiva, representa un grupo de personas que se quieren y mantienen el pacto inicial. Por primera vez tocó en nuestra ciudad, a partir de una invitación de la Sociedad Amigos del Arte con Leonardo Mancini quien se preocupó de los detalles para que un niño destacado ya en ese momento, iniciara un romance profundo con la lluvia del sur. Ese aire volvió a inundar la Casa Luis Oyarzún en la presentación del libro «Roberto Bravo, la música como puente entre el cielo y la tierra», de Marcelo Rodríguez Meza. El libro cuenta la historia bibliográfica del artista, su carrera como músico y momentos claves de su infancia y juventud en torno a su formación musical en Chile, Nueva York, Varsovia, Moscú y Londres. Además, el libro cuenta con un gran apoyo visual el cual ayuda al dinamismo de la lectura haciendo un registro visual de la historia del artista.
El texto relata breves historias, cartas que dejan rastros que quedan y son huellas en los territorios del arte. Lo termina por describir como un artista que sobrepasa los límites del perfil de un pianista clásico. Vibra con todos los aspectos de la música popular, literaria y poética, en el marco de una sociedad mejor, más justa y liberadora del ser humano. Por ello, interpreta y lleva su música tanto al público que sigue la música clásica como a aquellos que no pueden acceder directamente a ella: los mineros, los campesinos; los ‘pobladores’ de los barrios pobres y marginales; los mapuches; a las personas en misión en el territorio Antártico, en el Polo Sur y a los habitantes de Isla de Pascua (Rapa Nui), situada en el medio del océano pacífico. Toca frecuentemente conciertos educacionales para motivar a los jóvenes a iniciarse en el mundo de la música y realiza tertulias poético- musicales, recitando a los grandes poetas iberoamericanos junto a la música universal desde Bach a Piazzolla.
El diálogo en la Casa Luis Oyarzún tuvo la posibilidad de escuchar de la voz de un actor central como Leonardo Mancini, la historia del viaje que sumó a Valdivia entre las cuerdas que hacía vibrar el niño pianista que vuelve con pelo cano a recordar historias de sueños compartidos, de persecusiones y de profunda amistad. Hugo Muñoz, Yolanda Andrade, Leonardo Mancini sólo fueron algunos de los que debieron tomar la voz en el encuentro para identificar detalles de horas, personas, calles y agravios que fueron retratando una mirada cada vez más brillante en el homenajeado. Se llenó de recuerdos especiales para las familias que lo acompañaron en este sur húmedo y que también acompañaron a Mahani Teave cuando el propio Roberto Bravo llamó anunciando que una niña vendría a estudiar.
Para Roberto Bravo, el rol que le ha tocado cumplir en este viaje permanente es una buena experiencia, aunque hayan sucedido cosas:
“Había que tocar la música que no se podía tocar. Había que traerle un poco de tranquilidad, de paz y fuerza a la gente que estaba pasándolo muy mal. Eso, a través de la música, se hacía con una catarsis colectiva en donde la gente lloraba mucho, tanto con la música que estaba cuestionada, la Violeta, Silvio, Pablo, Víctor o con la música clásica que de repente adquiría la dimensión que siempre tuvo. La ‘Polonesa Heroica’ (Chopin, 1842) con la ocupación rusa en Varsovia, el ‘Estudio Revolucionario’ (Chopin, 1831) que es un grito libertario por la libertad de un pueblo que estaba oprimido O los corales de Bach que invitaban a refugiarse en el interior y rezar tocando. Durante muchos años yo empecé los conciertos tocando un coral de Bach que se llama ‘yo te invoco Señor’ y eran momentos cuando Carmen Gloria Quintana había sido quemada y Rodrigo Rojas estaba muerto. Era un momento en que había mucho miedo”.
Sigue además impulsando la música, recuperarla en la educación pública, se declara dispuesto a dialogar siempre con quienes sea necesario para darle relevancia a esa dimensión de la vida desde los primeros años. Dejó sus libros con dedicatorias cariñosas y retomó agendas amplias como las cordilleras, aunque un poco más altas. Roberto Bravo en Valdivia se tomó el tiempo necesario para conversar de su vida y de la de todos, de su viaje permanente, hizo comentarios musicales, y de profundo carácter espiritual y social, jugó un loco viaje musical como Chihiro, cuyo tema musical (Joe Hisaishi) fue interpretado en el Aula Magna trayendo la magia y reiniciando la travesía: “Estamos en otra época, pero se necesita tener una mirada interior, hacer ese viaje interior a través de la música en distintos niveles. La música en sí es un viaje en el cual tu participas ya sea tocando, cantando, evocando, emocionándote, recordando”.
Recorrido visual por la visita de Roberto Bravo a la Universidad Austral de Chile.