Durante los últimos meses, se ha generado una avalancha de opiniones sobre la educación a distancia y las metodologías que se utilizan para cumplir con los objetivos y competencias de los planes de estudio de las distintas Universidades de nuestro país.
Existen opiniones contradictorias entre los protagonistas de esta historia, si bien, hay muchos aspectos que mejorar para otorgar una educación de acceso universal, el virus llegó sin previo aviso, encauzando un camino directo hacia las plataformas digitales, tanto en nuestra vida diaria como en lo académico.
Cada participante del contexto universitario tiene una vida detrás y cargas con las cuales lidiar día tras día, el esfuerzo de adecuar una clase, el intento de estudiar y comprender los contenidos en tiempos limitados, la familiarización con los recursos virtuales, la difícil misión de equilibrar la actividad académica con la familiar, la vida bajo realidades económicas y sociales distintas.
Seamos conscientes de las dificultades que acarrea el desarrollo de este complejo semestre, comprendamos que muchas veces la mente y el alma no están funcionando en su totalidad. Que cada persona requiere distintos tiempos, pero por sobre todo, seamos capaces de mirar la realidad y buscar soluciones conjuntas. Todos debemos participar activamente con el fin de construir un mejor resultado a través del tiempo.
El éxito de este proceso, depende de valorar los esfuerzos personales de cada integrante de la comunidad universitaria, estudiantes, docentes, cargos directivos, que prime la unión por el bien común.
Insisto, nadie estaba preparado para hacer frente a esta pandemia, sin embargo el complejo escenario que estamos viviendo, sería mucho más fácil de llevar, practicando la empatía, virtud tan escasa en estos días.