Durante el último año y medio, nuestra actividad diaria cambió radicalmente. Lo que antes era común, como desplazarnos libremente por diversos lugares y horarios deseados, de la noche a la mañana desapareció. El COVID-19 coartó nuestras libertades. Nos vimos confinados, algunos a un área geográfica, otros a sus casas o entorno físico cercano. Los efectos han sido diversos, desde lo individual hasta lo social, tanto para lo físico como lo mental. Algunos profesionales ya evidencian y proyectan un deterioro de nuestra salud mental, con efectos de largo plazo.
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Hoy, con el avance de la campaña de vacunación y el aprendizaje sobre las medidas para convivir de manera segura con la presencia del COVID-19 en nuestro entorno, vemos que lentamente vamos recuperando una parte de nuestras libertades, principalmente en lo referido al desplazamiento. Y en particular, recibimos con positivo ánimo la reapertura de parques o áreas verdes, para ingreso de visitantes, todo ello con el consabido aforo y medidas de distanciamiento social.
La Naturaleza, en todas sus variadas expresiones, entrega la oportunidad de recibir, a través de nuestros sentidos, estímulos únicos, que solo podemos encontrar, experimentar y atesorar en lugares como: bosques, senderos, humedales, campos y ríos, entre otros paisajes. Es conocido, y altamente recomendado, especialmente en las circunstancias en que aún nos encontramos, lo terapéutico que resulta convivir directamente con estas distintas expresiones de lo natural, como si la Naturaleza nos entregara un impulso vitamínico, una vitamina N. En la misma línea, y más cercano para quienes trabajamos con y en el bosque, nuestra interacción con este ecosistema genera sensaciones mayoritariamente positivas, en particular, para quienes conocen los bosques lluviosos valdivianos. Alguien podría decir que el bosque lluvioso nos baña, nos empapa de su diversidad, de sus olores, de su humedad, de su verde, de sus sonidos, de sus formas y tamaños. Es decir, encontramos en nuestros Bosques, figurativamente hablando, una nueva vitamina, ahora la B.
Así, no podemos más que celebrar y disfrutar la decisión de reabrir parques y áreas verdes, permitiendo el ingreso, responsable y pausado, a todo lo que nos acerque a la Naturaleza, pues de ese modo podremos apoyarnos en esos ritmos naturales, y de paso, recoger simbólicamente vitaminas N y B; para recuperar fuerzas y sobrellevar este tiempo aún difícil de cuidados personales y sociales.