Al inicio de la sesión, el Dr. Gerardo Rivera, psiquiatra y académico de la Universidad Austral de Chile que dirige los encuentros, recordó y dedicó la jornada al recientemente fallecido psiquiatra Hernán Benítez Bulicic, académico del Instituto de Neurociencias Clínicas de la UACh y quien fuera su profesor durante sus años de formación en nuestra casa de estudios. “Apoyó y estuvo muy presente incluso hasta en la última actividad, enviando pacientes”, destacó.
Luego, inició la sesión como es habitual con la pregunta cómo vengo ahora, incorporando el ámbito de la comunicación, a través de la pregunta sobre cómo me comunico conmigo mismo en este instante, en este espacio semanal, qué intención tengo de estar acá, para luego realizar la primera meditación, orientando el ejercicio a la exploración corporal, ya que, dijo, “no hay buena comunicación con el otro si no me comunico yo con mi cuerpo”.
Una vez terminado el ejercicio meditativo, explicó sobre “el habla correcta” a la que se refiere el maestro budista zen Thich Nhat Hanh en su libro “El arte de comunicar”, resaltando el párrafo: “El habla bondadosa y verdadera puede traer mucha alegría y paz para las personas, no obstante, para producirla es necesario practicar, porque no estamos familiarizados. Porque cuando escuchas tantas palabras que nos provocan ansiedad, inseguridad o ira, nos acostumbramos”. Así, enumeró los cuatro elementos que menciona el maestro para el “habla correcta”, que son: Di la verdad, no mientas, ni tergiverses la verdad; No exageres; Se consistente. No hables a una persona de una manera y a otra de otra; Usa un lenguaje pacífico.
A continuación, Roberto Arístegui, psicólogo clínico especializado en psicoterapia experiencial, profesor de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y director de la Maestría en Prácticas de Mindfulness Relacional y Bienestar en la U. Adolfo Ibáñez, Doctor en Filosofía y Ciencias Sociales, enlazó la sesión anterior dedicada al mindfulness relacional, con este nuevo concepto de mindfulness comunicacional, basándose en el filósofo Wittgenstein, quien decía que: “De lo que se puede hablar, se puede hablar claramente. Y de lo que no se puede hablar, mejor guardar silencio”. Ante esto, dijo: “¿Qué hay detrás del silencio? Hay algo inefable, algo que no se puede decir. Por ejemplo, en una discusión, si alguien dice que lo que yo digo no está bien, uno se siente ofendido. Porque uno da su verdad. La comunicación podría avanzar si yo salgo de mi enunciado. Si uno no entra con prejuicio, con las preconcepciones con las que se entra a una comunicación”.
Ya que, explicó, “el lenguaje ante los ojos supone que cuando yo uso las palabras las uso para adjetivar las situaciones. Uso enunciados. Vivimos en un mundo donde reina la opinión. Cada cual tiene una. La idea es entenderse o comprenderse entre nosotros. Superar el malentendido. ¿Cómo sé lo que quieres decir? Yo te pregunto, no hago una interpretación que antecede al enunciado”.
¿Cómo el mindfulness ayuda en el arte de comunicar?
Ante esto, el psicólogo añadió: “Situarme en la indeterminación. Debo partir escuchándote, asimilando lo que dices como un todo. Y luego yo puedo preguntar qué quisiste decir. Y ahí se inicia el diálogo. Asumir que se usan palabras que tienen sentido previo. Las emociones, las sensaciones son un juego del lenguaje personal. Meditar es aquí y ahora. No basta compartir el horizonte. Hay que entrar en cómo es para ti o cómo es para mí. No hay versión conjunta ni una visión de horizonte conjunta para nadie. Todos somos distintos. Como decía Varela, no hay sentido previo, emerge de la experiencia. La vida está emergiendo permanentemente”.
Para ahondar en esto, se realizó un ejercicio con voluntarios asistentes, que contaron su experiencia en cuanto a qué les resultaba más al enfrentarse a la práctica de meditación y qué sienten como referente directo, para que la otra persona conteste de vuelta reflejando lo escuchado a través de una palabra. “Escuchando y no interpretando. Comprendiendo. Conectar la palabra con la experiencia. Ese es el referente directo”, indicó.
Posteriormente, el profesor Rivera realizó una práctica meditativa de compasión e invitó a observar alguna situación en la semana que lleve a pensar reiteradamente en eso. “Sin meterse completamente en eso que te puede tener complicado/a o preocupado/a y pensar en qué parte del cuerpo se siente esa complicación, observándote, para explorar la comunicación a través de esta práctica. Empezando con la comunicación, el comunicarme con el cuerpo, no con una actitud crítica. Por ejemplo, el dolor de espalda, esos ruidos externos, esos pensamientos oscuros, esa mala relación con el jefe, no está en tu control. Antes de interpretar al otro y generar tensión, detenerte y conectar con el cuerpo, con la experiencia, ya sea positiva o negativa. Cuando hacemos ese ejercicio, nutrimos la habilidad del bienestar o una regulación emocional. Es decir, revisar el alma a través de estos ejercicios genera una neuro-modelación, una reconexión en el cerebro, al ver cómo está nuestro cuerpo cuando sentimos tristeza, depresión, dolor o rabia”, señaló.