No cabe duda. Para octubre del 2004 pocos vislumbraban con claridad las repercusiones sociales, políticas, económicas e incluso laborales que se desencadenarían a partir de lo que, hasta entonces, era un hecho puntual: la muerte y desaparición de cisnes de cuello negro desde el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter (Valdivia), sitio declarado de importancia internacional por la Convención Ramsar para la protección de humedales.
Y es que se trataba de uno de los síntomas más visibles para un cuadro mucho más complejo. El impacto iría bastante más allá de la inquietud por ver cómo esa conspicua ave caía en pleno vuelo, moría, o simplemente emigraba en masa hacia otros medios acuáticos, alejados del humedal que por décadas, fue refugio y una de las colonias reproductivas más importante del país para esa especie.
En efecto, las implicancias sociales y políticas de esta crisis han ido más allá, incluso traspasando las fronteras. Urgía conocer las causas de lo ocurrido, aunque para muchos la respuesta estaba a sólo unos 50 kilómetros río arriba: la puesta en marcha de Celulosa Arauco y Constitución, Planta Valdivia. Una industria que desde sus orígenes, ha estado acompañada de polémica y detractores debido principalmente a que, muy cerca de un ecosistema especialmente frágil por su conformación y biodiversidad, se instalaba una actividad productiva (celulosa) considerada a nivel mundial entre las de mayor riesgo potencial para el medio ambiente.
Tanto es así que en Europa, por ejemplo, el tratamiento de los residuos de celulosa ha sido tema central para el Parlamento y para organizaciones ambientalistas. Allá la meta fue transformar la industrial del papel en una actividad productiva libre de cloro, disminuyendo al máximo la emisión de contaminantes. El celo de la comunidad internacional es tal, que incluso se ha visto reflejada en la visita que para octubre próximo espera realizar a Chile una delegación del Parlamento Europeo, a objeto de recabar mayores antecedentes sobre lo ocurrido en Valdivia.
Hacia fines del 2004, los cisnes seguían disminuyendo drásticamente, mientras el foco de atención giraba hacia la Universidad Austral de Chile luego que el Gobierno, a través de CONAMA, encargara a esta Universidad el Estudio sobre el Origen de Mortalidades y Disminución Poblacional de Aves Acuáticas en el mencionado Santuario. Numerosas salidas a terreno, muestreos, contrastación de hipótesis, y un acucioso trabajo de laboratorio, era desarrollado por una veintena de investigadores UACh, la mayoría de ellos con una vasta experiencia en ambientes acuáticos. El trabajo era encabezado por el Dr. Eduardo Jaramillo Lopetegui (ecólogo acuático y experto en fauna bentónica del Instituto de Zoología) a quien le ha correspondido además, liderar una intensa agenda de socialización acerca de los resultados y alcances de este estudio.
Sobre lo último, el propio Dr. Jaramillo puntualiza que el estudio UACh no sólo ha sido la mejor explicación disponible sobre lo que ha ocurrido en el Santuario, sino que además ha hecho una contribución propositiva en orden a sugerir la realización de un monitoreo sistemático y sostenido en el tiempo no sólo de las aguas del Río Cruces, sino también de los Residuos Industriales Líquidos (RILES) emitidos por CELCO.
La investigación estableció como causa primaria de muerte y emigración de los cisnes la pérdida de la cobertura, y en algunas áreas, desaparición total de su principal alimento: el luchecillo (Egeria densa), planta acuática que cubría más de dos mil hectáreas en el Santuario, y que a su vez sucumbió a la carga de metales pesados primariamente Hierro, el cual se precipitó sobre las hojas de las plantas formando una costra que probablemente afectó el proceso de fotosíntesis.
La precipitación del Hierro sobre las plantas, habría sido causada por la presencia de otros químicos provenientes del efluente de CELCO y cuyas concentraciones no sólo aumentan aguas abajo del efluente de esa empresa, sino que han aumentado en el río Cruces después de que la planta entró en operaciones durante el verano del 2004. Las cargas contaminantes de otras actividades industriales en la cuenca (por ejemplo, descargas de las plantas de aguas servidas de Lanco y san José de la Mariquina), no son comparables en concentraciones y volúmenes a las de la industria de celulosa más grande del país.
La Salud entra en Escena
Se cumplía el objetivo. El estudio de la UACh respondía las preguntas sobre el estado de salud del Santuario y las causas de desaparición de aves acuáticas emblemáticas. Sin embargo, emergía una nueva interrogante, relacionada con el impacto en otro bien común: la salud de las personas.
La presencia de AOX (Compuestos Orgánicos Halogenados Absorbibles) y otros compuestos como Sólidos Suspendidos Inorgánicos, Sólidos Disueltos Inorgánicos, metales pesados como Hierro, Manganeso y Cobre y Sulfatos, entre otros, revelados en el estudio, despertó la preocupación de la ciudadanía, y en particular del cuerpo médico. Igualmente a nivel de servicios públicos, en julio último fue incorporada al agua potable de Valdivia y San José de la Mariquina, la medición de AOX como sistema de vigilancia para determinar si se mantienen o no, los niveles normales. Para muchos una medida, sin mayor impacto dado que los AOX se depositan en sedimentos y organismos vivos, por lo que son difícilmente detectables en agua.
«Lo que nos preocupa fundamentalmente -indica el Dr. Eduardo Israel, gineco-obstetra y miembro activo del Movimiento Ciudadano Acción por los Cisnes-, es que esta industria vierte aproximadamente 77 millones de litros diarios de desechos industriales. Nuestra preocupación como médicos, como Facultad de Medicina y como Colegio Médico, se centra también en que los compuestos más tóxicos, como los AOX, no son solubles en agua por lo que no son detectados en esas mediciones, sino que precipitan y se adhieren a plantas y sedimentos».
Junto con ello -señala este profesional especialmente preocupado por los posibles efectos de la contaminación en la salud de las personas-, se trata de sustancias que se bioacumulan y bioconcentran en plantas y en los peces que viven en esos medios (especialmente en los tejidos grasas), «por lo que son traspasados hacia otros seres vivos mediante la cadena alimentaria, pudiendo incluso llegar al hombre», advierte el facultativo.
Coherentes con aquello, el Colegio Médico (Regional Valdivia) ha dejado patente las consecuencias que esta situación puede tener para la salud futura y la vida de la población, mediante cartas abiertas y actividades de divulgación como la realizada en abril con la participación, entre otros, del Director Científico del Consejo de Desarrollo Sustentable del Gobierno de Chile quien tituló su ponencia «Impacto en la salud debido a la producción de celulosa».
En esa misma línea, el Proyecto GEF- UNEP de Desarrollo de un Plan Nacional para la Gestión de los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) en Chile, publicado recientemente, señala que el fenómeno de bioconcentración y bioacumulación de esas sustancias en las cadenas alimenticias es uno de los más importantes al momento de evaluar los riesgos a la salud, especialmente debido a que los humanos también bioacumulan estos compuestos en sus tejidos grasos.
En dicho documento, que recoge información acerca de concentraciones de 12 COPs medidos en ecosistemas y humanos en Chile en un periodo de 25 años, forma parte del conjunto de obligaciones adquiridas por nuestro país tras firmar y ratificar el Convenio de Estocolmo sobre contaminantes orgánicos persistentes impulsado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, con el propósito de proteger la salud humana y del ambiente.
Por su lado, el Decano de Medicina de la UACh, Dr. Mario Calvo (médico-pediatra especialista en bronco-pulmonar), puntualiza que la contaminación ambiental -sea ésta aérea o por otros medios- influye en la salud dependiendo mucho del contaminante y del período en el que se produce. «Pero la contaminación no tiene una causa-efect