La publicación científica fechada el 3 de mayo es un artículo de 76 páginas donde se dan a conocer nuevos detalles de una investigación que busca descubrir costumbres alimenticias ancestrales, denominada “Las formas de pescar más allá del mar: la circulación y el consumo de peces en el desierto de Atacama, norte de Chile, durante el período Formativo (500 cal B.C.-700 cal A.D.)”. En esta participó un equipo compuesto por los investigadores Benjamín Ballester, Universidad Paris 1 Pantheón Srobone, Francia; Elisa Calás del programa de Doctorado en Arqueología de la Universidad de Buenos Aires; Rafael Labarca, Escuela de Arqueología, Universidad Austral de Chile; William Pestle del Departamento de Antropología de la Universidad de Miami, Estados Unidos; Francisco Gallardo del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Claudia Castillo, investigadora independiente; Gonzalo Pimentel de la Fundación Patrimonio Desierto de Atacama, y Cristóbal Oyarzo, investigador independiente.
En la publicación se analizan las tecnologías utilizadas en las actividades de pesca costera entre 500 y 700 años A.C., qué especies capturaban, técnicas de procesamiento y conservación de peces, junto con las rutas de circulación del producto a través del desierto y las estrategias asociadas, los agentes involucrados en el transporte y los niveles de consumo en las aldeas del interior, donde este producto se había convertido en uno de gran demanda por los habitantes de los valles interiores, oasis y barrancos del desierto.
La publicación indica que el estudio emplea un análisis que incluye evidencia de zooarqueología, análisis de isótopos estables de individuos fallecidos y la composición de coprolitos humanos, todos los cuales se recuperaron de desechos domésticos, contextos funerarios y paradas de descanso asociadas con las rutas de circulación que discurren entre la costa y las regiones desérticas del interior.
Los resultados sugieren que, en este contexto, los alimentos no solo se usaban para sofocar el hambre, sino que, a través de sus ciclos económicos asociados de producción, circulación y consumo, formaban parte de una red compleja y extendida de relaciones sociales. Dentro de esa red, los alimentos funcionaban como cultura material y, como tal, permitían que surgieran distinciones sociales dentro de los grupos locales y que las negociaciones culturales se llevaran a cabo entre diferentes localidades. La circulación y el consumo de peces desempeñaron un papel activo en la reproducción de una estructura social caracterizada por lazos estrechos y firmes entre los cazadores-pescadores-pescadores marinos y las comunidades agro pastorales, a pesar de su larga distancia entre sí.
*Revisa aquí el artículo científico.