Estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Ingeniería que integran el Club de Yates UACh construyeron la primera embarcación oceánica -iniciativa pionera en Chile que se desarrolla en las instalaciones del astillero ubicado en el Campus Miraflores, en Valdivia-. donde cada pieza de la nave fue construida por los futuros ingenieros junto a miembros del Club.
El proyecto es parte del trabajo que viene desarrollando por más de dos años el Club de Yates UACh, asociación náutica que nació hace décadas al alero de la Escuela de Ingeniería Naval y que es liderada actualmente por Daniel Bravo, ingeniero naval y navegante profesional, quien ha logrado transformar la navegación en un deporte más accesible, dictando cursos de vela dirigidos a estudiantes y público general de Valdivia, sin más requisitos que la pasión por navegar.
Gracias al entusiasmo que Daniel Bravo imprime a cada una de sus acciones, poco a poco el Club de Yates UACh fue creciendo en ideas hasta llegar a la construcción de la primera embarcación oceánica que da vida a lo que él denomina una Escuela de Vela Oceánica, todo lo anterior con el apoyo y financiamiento de la Facultad de Ciencias de la Ingeniería.
“Ha sido una labor épica en la cual trabajamos decenas de personas durante dos años, preparando primero a la gente y, luego, durante un año, fabricando el barco que nos permite hoy desarrollar la actividad” dice Bravo.
Añade que, en general, la construcción de este tipo de embarcaciones está ampliamente segregada en Chile, en el sentido de que los astilleros nacionales, tradicionalmente, construyen una parte sencilla del barco, pero compran todo lo demás. “Nosotros, en cambio, hemos tenido que desarrollar cada pieza (equipamiento, mástil, velas, roldanas). Esto provee una profundidad y globalidad enorme en la comprensión y aprendizaje de todos los fenómenos involucrados. Además, por supuesto, los alumnos que fueron ingenieros y constructores del proyecto, luego se han transformado en navegantes probando y experimentando ellos mismos el resultado de sus decisiones”, afirma Bravo.
En cuanto al diseño, explica que se mantuvo una aproximación conservadora que permitiera navegar en mar abierto con seguridad, y se intentó innovar en todos los aspectos posibles, siendo una de sus características más interesantes el mástil alar rotatorio que mejora sustancialmente la aerodinámica del aparejo completo.
La embarcación fue bautizada con el nombre de la lengua Yagán “Omora”, que significa colibrí, recordando así a un pueblo originario de grandes navegantes del extremo sur de América.
La primera travesía del Omora se llevó a cabo este verano, partiendo inmediatamente después de la botadura del barco. “Navegamos con 3 tripulaciones y un total de 8 estudiantes desde Valdivia a Calbuco, para participar del segundo Encuentro Náutico y luego volver a través de la misma ruta a nuestra ciudad”, señala Daniel Bravo.
La embarcación tiene 5 metros de eslora y no tiene motor auxiliar, por lo tanto, la precisión técnica de la navegación es fundamental y obliga a ejercitar permanentemente la sensibilidad al timón, dado que tampoco tiene piloto automático.
José Mayorga es estudiante de Ingeniería Civil Mecánica, fue alumno practicante durante la construcción de la embarcación y luego parte de la tripulación. Su experiencia la califica como una hazaña maravillosa.
“Me alegró muchísimo haber podido participar de todo el proceso constructivo de Omora y luego haber navegado en él hasta Calbuco, es algo que no tiene precio. La travesía fue muy larga. La primera parte del viaje, desde Valdivia hasta Bahía Mansa, fue durísima, navegando siempre con viento en contra y avanzando a una velocidad a ratos despreciable. Por ello felicito a los y las valientes que se embarcaron en esta aventura, a Daniel Bravo por su constancia y guía, y doy las gracias a las personas que creyeron desde el principio en este proyecto”.
Escuela de Vela Oceánica
Esta escuela nos permitirá capacitar a nuestros miembros en las habilidades técnicas asociadas a la navegación de mar abierto, como el uso del GPS, lectura de cartas náuticas, ruteo meteorológico, planificación de travesías, uso de mareas y corrientes, explica Daniel Bravo, pero sobre todo y, tal vez mucho más importante, proveerá un espacio de conexión profunda con el entorno marino y con la tripulación que comparte la travesía, mejorando las habilidades de trabajo en equipo, tolerancia al fracaso y al cansancio, comprensión de la naturaleza y de las propias debilidades y fortalezas y las de los demás.
La idea es que esta escuela se desarrolle como un taller todos los segundos semestres, con una experiencia de navegación oceánica extensa durante el período de vacaciones, cuyo destino serán travesías al Archipiélago de Chiloé y, quizás en años venideros, también a la zona centro del país.
Durante el año se programarán salidas regulares a Corral como entrenamiento para la gran experiencia del próximo verano.
“Este ha sido un trabajo enorme y nuestro mayor orgullo nace del compromiso y entrega dedicados por el equipo entero del Club de Yates de la Universidad Austral de Chile. No es la capacidad técnica la que define el buen resultado de un proyecto de esta escala, sino la cohesión humana en torno al objetivo común”, remata Daniel Bravo.