El profesorado es clave para facilitar la transición de las y los estudiantes – y con ello la sociedad- hacia estilos de vida sostenibles, en una época en que la información está disponible en todas partes y su función está experimentando grandes cambios. Los profesores y las profesoras, independiente del nivel y asignatura en que se desempeñen, pueden transformarse a sí mismos al ayudar a su alumnado a comprender las complejas decisiones necesarias para la transición ecosocial y motivarlos para que influyan positivamente en los territorios donde se desenvuelven. Sin embargo, esto no es espontáneo, a fin de orientar y empoderar al estudiantado, es necesario que el profesorado esté equipado con capacidades, sensibilidades y valores que se requieren para tal transición. Todo ello se aprende y, por lo tanto, en las instituciones formadoras de docentes se puede enseñar.
En esa línea, la Hoja de Ruta de la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) propuesta por UNESCO alienta a los Estados miembros a poner en marcha iniciativas nacionales, sugiriendo cinco ámbitos de acción prioritarios. Uno de estos ámbitos dice relación con la necesidad de desarrollar las capacidades del profesorado para que, entre otros aspectos, sepan cómo se producen las acciones transformadoras y cuáles enfoques pedagógicos y didácticos pueden ayudar a hacer realidad y promover dichas acciones. Asimismo, esta Hoja de Ruta insta a las instituciones de Formación Inicial del Profesorado a incluir el desarrollo sistemático e integral de capacidades en materia de Educación para el Desarrollo Sostenible, así como espacios de aprendizaje en comunidades donde se puedan compartir experiencias de éxito y desafíos en materia de educación y sustentabilidad, especialmente enfocadas en los Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS).
Una de estas capacidades relevantes para la sustentabilidad, que se requiere promover en el profesorado, es la agencia. La agencia docente se entiende como la cualidad de influir sobre las circunstancias de la propia vida y formular el significado del bien común. Así, para que el profesorado sea agente de cambio real en su comunidad educativa requiere desarrollar habilidades para actuar de manera intencionada, autorreflexiva y socioculturalmente relevante, es decir, transformadora.
Para lograrlo, la formación inicial docente tiene un enorme desafío; los planes de estudio debiesen promover espacios en que los y las estudiantes – futuros y futuras docentes – sean aprendices activos y que la organización del aprendizaje pedagógico, didáctico y disciplinar se desarrolle en función de productos de acción que se acuerdan entre el profesor formador y sus estudiantes, considerando 3 características fundamentales: control sobre la propia conducta a través de la autorregulación, producción de acciones interdependientes entre el estudiante y su contexto inmediato y autoconciencia, manifiesta mediante la responsabilidad de las acciones propias. Las metodologías más apropiadas para este fin, como el Aprendizaje Servicio (A+S) y STEM, de a poco toman fuerza en la formación docente de nuestra institución, lo que es una potente muestra que se avanza en la línea correcta.
Como se puede observar, es posible que el futuro profesorado desarrolle su capacidad de agencia desde el ámbito de acción personal y educativa, para contribuir en la construcción de sociedades “glocales” más armónicas y sustentables. Entonces, es labor de las instituciones formadoras generar experiencias y dispositivos pedagógicos que tributen a este desafío. En ese camino se avanza actualmente.
Esta columna fue publicada en El Sureño, El Calbucano, Blog de Puerto Montt, Infosalmon y El Insular.