A 75 años del Premio de Nobel de Literatura, las ideas adelantadas al espacio – tiempo histórico que le correspondió vivir a Lucila, se inauguran constantemente en nuestra América y particularmente en Chile, con una vigencia profética. Los desafíos a los que estamos enfrentados hoy, en lo que Baumann ha denominado modernidad líquida, encuentran en el pensamiento mistraliano espacios de reflexión, justamente ahora cuando estamos ad-portas de definir lugares comunes en esta gran conversación denominada Convención Constitucional.
Pareciera mera casualidad que su nombre Lucila, refiera a la idea de luz, a la que ilumina con el raciocinio el devenir de los suyos, no es una luminosidad que encandila y que deja ciego, sino es aquella que desde la desolación y la ternura nos permite caminar por futuros imposibles tan urgentes en estos tiempos que estamos por fundar.
Su defensa por el derecho de la mujer, a la dignidad y a su reconocimiento cómo sujetos políticos, son partes de sus luchas tempranas y maduras que emprende a comienzos del siglo XX, cobrando hoy más sentido que nunca en el marco de las demandas por la paridad de género en el contexto constituyente.
“Las mujeres formamos un hemisferio humano. Toda ley, todo movimiento de libertad o de cultura nos ha dejado por largo tiempo en la sombra. Siempre hemos llegado al festín del progreso, no como el invitado reacio que tarda en acudir, sino como el camarada vergonzante al que se invita con atraso y al que luego se disimula en el banquete por necio rubor. Más sabia en su inconsciencia, la naturaleza pone una luz sobre los dos flancos del planeta. Y es ley infecunda toda ley encaminada a transformar pueblos y que no toma en cuenta a las mujeres” (Gabriela Mistral, “La instrucción de la mujer”, en La Voz de Elqui, Vicuña, 8 de marzo de 1906).
Parece una mala broma, que estas palabras escritas hace 114 años sigan interpretando e interpelando nuestra realidad en el siglo XXI, poniendo en evidencia la exclusión histórica a la que sigue estando sometida la mujer, develando el enquistamiento de lo patriarcal en nuestra cultura, reproduciendo relaciones de poder-saber en donde la mujer sigue siendo pensada desde la subalternidad, despojándola constantemente de dignidad y participación.
Su apuesta en este sentido por la educación de la mujer y particularmente por aquellas mujeres obreras, la llevaron en su juventud a ejercer y a fundar escuelas nocturnas en aquellas tierras de la Patagonia, levantadas al alero de organizaciones obreras, inaugurando experiencias de lo que hoy denominamos Educación Popular.
Pensadora latinoamericana, reconocida internacionalmente por sus ideas y aportes, es invitada el año 1926 a ocupar la Secretaría del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Las Naciones en Ginebra, situación que no le impide seguir revindicando a través de sus escritos su preocupación por la realidad de nuestros pueblos ancestrales y la importancia que hacen nuestras raíces originarias en la constitución del mestizo como sujeto histórico, como forma de comprensión de lo latinoamericano.
Escuchar los discursos de diputados y senadores regateando por cupos más y por cupos menos para la participación de los pueblos originarios en las discusiones constitucionales por venir, entrañan la lejanía de una sociedad que revindica a cada momento el peso de la herencia colonial que mira desde una centralidad europea ajena, aquello que no les pertenece.
Será entonces menester mirar nuestra realidad política a través de los ojos de Gabriela, con el propósito cierto de exigir y reconocer el derecho a la existencia constitucional de los diversos pueblos y culturas que habitan a lo largo de todo Chile.
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“En cada atributo de la hermosura que los maestros nos enseñan, nos dan exactamente el repudio de un rasgo nuestro; en cada sumando de la gracia que nos hacen alabar nos sugieren la vergüenza de una condición de nuestros huesos o de nuestra piel. Así se forman hombres y mujeres con asco de su propia envoltura corporal; así se suministra la sensación de inferioridad de la cual se envenena invisiblemente nuestra raza, y así se vuelve viles a nuestras gentes sugiriéndoles que la huida hacia el otro tipo es la única salvación. (Nápoles, junio 1932, En: Recados para América. Textos de Gabriela Mistral. Mario Céspedes, comp. Santiago de Chile: Revista Pluma y Pincel/Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz., 1978).”
El título “Madre de la Matria” que encabeza esta nota, pretende homenajear el aporte y la vigencia del pensamiento y las ideas mistralianas hoy, como un contrapunto a la idea de pensarnos simbólicamente como comunidad política solamente a partir de la gesta de los Padres de la Patria, relevando entonces el rol de la mujer y la cosmovisión ancestral de nuestros pueblos originarios que sitúan la centralidad de sus saberes desde la Ñuke mapu y/o la Pachamama y situarla para que habite en esta idea de Matria.