Quisiera señalar que en estas breves, pero sentidas palabras, no haré referencia al extenso curriculum profesional y académico del profesor Guido Mutis. Sí deseo compartir mi experiencia junto a él.
Conocí a Guido Mutis cuando ingresé a estudiar a la Universidad Austral de Chile en 1992. No personalmente, porque nunca tuve la fortuna de que fuera mi maestro. Sí lo conocí de nombre, su tremendo prestigio lo precedía. Durante los años en que formé parte del equipo organizador del Festival Internacional de Cine de Valdivia, junto a Lucy Berkhoff en el Cine Club de la UACh, él fue siempre un estrecho colaborador, principalmente en temas artísticos dada su amplísima cultura.
En 2007, cuando Guido asumió la dirección del FICV, tuve la oportunidad de trabajar a su lado y pude confirmar que, entre otras cosas, era un profundo conocedor y amante del cine, un melómano insaciable, un eterno enamorado de Jane Austen y, por supuesto, de las películas basadas en sus obras literarias. Afición que, debo decir, me traspasó.
No era una leyenda arrogante como podría esperarse. Todo lo contrario. Me encontré con una de las personas más humanas que he conocido y con quien he tenido la fortuna de compartir, aunque por un breve tiempo, demasiado breve en realidad. Pero nada de ese gran conocimiento, albergado en esta persona amable, habría tenido sentido si no fuera por una de sus enormes cualidades: la de enseñar, aquélla que elevó a este hombre generoso a la figura del maestro que todos reconocemos en él.
Forzándome a recordar el tiempo y los momentos que compartimos, pienso en la última vez que lo vi. Fue en mi oficina. Un día a fines de junio o principios de julio del año 2008, y tengo la impresión de que, aunque la intervención a la que se iba a someter no revestía mayores complicaciones, él algo intuía. Cuando Guido falleció, acabábamos de finalizar un taller de cine y literatura en el Cine Club, dos artes que, como ya mencioné, él conocía a la perfección y disfrutaba con el corazón.
Hoy, al cumplirse 10 años de su partida, deseo recordar a esta gran persona. Su aporte al desarrollo cultural de Valdivia y a la formación de generaciones de estudiantes y profesionales hará que su legado permanezca inalterable, especialmente entre quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y compartir con él.