Según estas figuras políticas, la desigualdad es un vicio que debe ser corregido a la brevedad, agregando una autocrítica asociada a la inacción legislativa y al no haber sabido representar el sentir ciudadano.
Esta «nueva forma de ver la realidad» por parte de la clase política no merece ser aplaudida, ya que es instrumental a un contexto de malestar que es desconocido para el país y que es amenazante para el poder que ellos han tenido y del que han usufructuado durante años.
A su vez, buena parte de la ciudadanía no sólo condena la violencia presente en este levantamiento social, sino también apoya el fondo de las reivindicaciones y que refieren a terminar con los abusos que están legitimados por un sistema que ha sido avalado por los diferentes gobiernos y por parlamentarios de distintas bancadas.
Ante esto, la solución al problema de fondo nunca ha estado en el levantamiento social, sino en la responsabilidad cívica y en un voto hecho con rigurosidad y capaz de reconfigurar el modelo social en el que vivimos, en donde la dignidad de las personas no quede condicionada por la ley, sino protegida por ella.