Extracto del conversatorio Mujeres, experiencia y cerveza, realizado en El Growler y transmitido por Radio UACh (90.1 FM y vinculacion.uach.cl).
Barbarita Lara (32) es ingeniera en ejecución en informática, formada en la Universidad Técnica Federico Santa María. El año 2010 –en que se produjo uno de los terremotos más dañinos del último tiempo en Chile– marcó el inicio del camino recorrido por la entonces estudiante universitaria, y que la llevó a ser una de las ganadoras de «Innovadores Menores de 35», del MIT Technology Review, por la creación del Sistema de Información de Emergencia (SiE).
El SiE “ofrece una solución rápida, barata y fiable: un sistema dirigido a las autoridades públicas, capaz de enviar datos codificados con información sobre el suceso a smartphones, que los decodifican para que lleguen a la población sin necesidad de que sus dispositivos móviles tengan conexión a internet ni a una red telefónica”, algo probable en circunstancias de emergencia, como señala la prestigiosa publicación.
La ingeniera –que es también empresaria– visitó Valdivia recientemente en el marco del I Congreso Interdisciplinario con Enfoque de Género, coorganizado por distintas organizaciones e instituciones de educación superior, entre ellas la Universidad Austral de Chile (UACh). Luego de una mañana con distintas exposiciones de destacadas investigadoras, la actividad del Congreso se trasladó al bar y cervecería El Growler, lugar en que se llevó a cabo el conversatorio Mujeres, Experiencia y Cerveza.
En esa oportunidad, Barbarita Lara –junto a otras invitadas– contó de su experiencia como mujer dedicada a la innovación y emprendimiento, deslizó críticas por la falta de financiamiento y la formación universitaria que, según ella, apunta más hacia la industria que a la resolución de problemas globales y dio cuenta de su trabajo orientado a fomentar la incorporación de mujeres y niñas al mundo de la tecnología.
“Aquí el financiamiento para innovación, emprendimiento, tecnología es nulo. El capital de riesgo que hay en Chile es muy bajo”, plantea, asegurando que en Chile al momento de invertir la gente va por lo más seguro y lo más fácil. “Pero cuando estás diciendo ‘mira tengo una innovación tecnológica que va a cambiar el mundo, que va a solucionar problemas globales’, se asustan, porque significa riesgo y aquí la gente no está acostumbrada a equivocarse, vive en su zona de confort”.
Por eso, como empresaria es pesimista. Sin embargo, dijo, “vivimos en un mundo globalizado y no tenemos por qué pedir capital chileno. Somos ciudadanos del mundo y podemos ir a cualquier lugar, hablar con cualquier persona y, si tu idea es buena, la puedes vender fuera”. De acuerdo con su percepción, “falta mucho conocimiento en cuanto a transferencia tecnológica y patentamiento”.
Crítica a las universidades
Según plantea, cuando se agudicen problemas como el cambio climático –del cual ya experimentamos consecuencias– se descubrirá que el gran contingente de capital humano avanzado formado durante las últimas décadas en Chile y fuera del país está, en su mayoría, en la industria y no resolviendo problemas de alcance global.
Afirma que no tiene un doctorado, ni tampoco un magíster, “pero hago investigación igual”. Dice que nunca le han pedido los títulos y grados, “si tú quieres ayudar a la humanidad y quieres aplicar ciencia y tecnología, lo puedes hacer teniendo el título que sea, incluso sin tener un título. El mejor ingeniero de mi empresa es autodidacta, no tiene ningún título universitario. Lo han llamado de Google, de Amazon, de todos lados, y él prefiere trabajar acá”, plantea, haciendo referencia a sus actuales proyectos, como el desarrollo de una red de alerta y sensores de gases contaminantes y clima para monitorear la situación ambiental en la zona de sacrificio de Quintero y Puchuncaví.
Las universidades, en su opinión, generan ingenieros y profesionales para la industria: “mano de obra un poco menos barata y mejor capacitada, pero eso es todo. Y en vez de hacer ingenieros para la industria, ¿por qué no hacen ingenieros para cambiar el mundo?”. A poco tiempo de que venza el plazo para actuar sobre la crisis climática, plantea que los ingenieros están más preocupados de resolver desafíos de la industria. Asegura que no puede dormir tranquila si como ingeniera y empresaria no tiene la capacidad de levantar el capital suficiente para emprendimientos como ese que, con su experiencia y empuje puede desarrollar y así “ayudar a las personas”.
Lara se contactó con empresarios, presentó su idea, la respaldó con un modelo de negocio y les planteó que era probable que no diera réditos económicos en lo inmediato pero que, sin embargo, serviría para ayudar a mucha gente y luego podría venderse fácilmente en el extranjero. “Son habilidades que tienes que desarrollar como empresaria, saber vender, pararte, ‘vender la pomada’, en español o inglés”.
Por eso, cuenta que se encuentra implementando trabajos en universidades “para que todos hagan start ups, para que todos hagan empresas, porque no tiene sentido trabajar por los sueños de otra persona. La idea es trabajar por las problemáticas sociales, eso es lo que más importa”. Si puede aportar una solución técnica o ingenieril, dice que lo hará, pero sin esperar la validación de nadie para hacerlo, en relación a proyectos aplicables en la sociedad que, sin embargo, piden requisitos como publicaciones científicas que pueden retrasar la obtención de fondos, mientras los problemas siguen creciendo.
“Lo que a mí me gusta es ser emprendedora, más que empresaria”, sentencia. “Es que tuve que aprender a ejecutar un proyecto rápidamente, sin capital, arreglándomelas sola y vendiendo la pomada llegué a lo más alto del mundo”.
Discriminación hacia las mujeres
Cuando tenía 30 años, Barbarita Lara fue a una sucursal bancaria para abrir una cuenta corriente. Como estaba casada y tenía un hijo, le preguntaron qué tipo de ‘cuenta cónyuge’ quería abrir. Sintió rabia cuando se dio cuenta de que en realidad se trataba de una ‘cuenta mujer’ y aclaró que lo que buscaba era una cuenta corriente, como independiente, la que fue negada por el banco, bajo el supuesto de que no tenía dinero. Cuando demostró que efectivamente tenía solvencia económica el banco se mostró interesado. En ese momento es que dijo que ya no quería y se retiró, “porque de lo contrario, dejas que eso siga pasando”.
“Sí me he sentido discriminada, pero no dejé que eso me molestara. Al contrario, me hizo más fuerte. Generalmente, cuando una habla de tecnología, al que miran es a un hombre, es normal”. Cuando eso pasa, Barbarita Lara se pone firme y desafiante, dispuesta a aclarar lo que sea. “Somos todos iguales, da lo mismo el género”, puntualiza. Para ella, es necesario que se entienda que hombres y mujeres “estamos en el mismo nivel, pero nosotras tenemos que sobre validarnos”.
Entonces, reflexiona, “existe discriminación, mucha, pero una puede evitar que siga pasando, cuando te paras de tú a tú”, cuando las mujeres dejan de disculparse o de “tirarse para abajo”. “No es necesario, porque si haces las cosas bien, todo va a estar bien”.
Fomento de la ciencia en mujeres y niñas
Lara es directora de Girls in Tech en Valparaíso, una organización global sin fines de lucro, fundada en 2007 y comprometida con la educación y empoderamiento de mujeres y niñas en el ámbito de la tecnología. “Mujeres, sobre todo, porque de repente se habla sólo de niñas, pero de verdad hay mujeres que se quieren empoderar para meterse al mundo de la tecnología, aportar, hacer su propio emprendimiento”. Y ofrece un resumen del trabajo: “Visibilizamos a otras mujeres para que se den cuenta de que no es primera vez en la vida que hay una científica importante o una persona que se ganó un premio, porque siempre hemos estado acá, siempre. Lo que pasa es que siempre hemos sido poco visibilizadas”.
En ese contexto, Barbarita Lara dedica parte de su tiempo a dictar charlas inspiradoras. Aclara que no son motivacionales, porque la motivación dura poco. “La inspiración cambia vidas, te marca para siempre y yo intento hacer eso, decir algo que quede para siempre”. Cuenta que el mensaje que entrega a las asistentes a esas charlas es del tipo ‘tú puedes’, ‘nada es imposible’, ‘voy a estar aquí por si me necesitas’. De acuerdo con su experiencia, no basta sólo con el acceso de las mujeres a la ciencia y la tecnología, sino que también son necesarios modelos a seguir.
“Está demostrado que, si no tenemos modelos a seguir, las niñas van a estar solas, se van a sentir solas y no van a ingresar a carreras STEM” (acrónimo en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). “Por eso, lo que hacemos en Girls in Tech es mostrar a otras mujeres que están haciendo eso para que sean sus modelos a seguir, para que las niñas tengan superhéroes mujeres, porque es posible (…) Cuando ves a una niña con la cara asombrada porque supo que eres una persona que la inspira, eso para mí no tiene precio”.
En Ingeniosas, otra iniciativa para provocar vocación en mujeres y niñas por las áreas de STEM, lo que hacen es llevar a las niñas a vivir experiencias en talleres de cohetería, astronomía, robótica. Cuenta que en ocasiones ha recibido mensajes en que le preguntan por qué los niños no. “Obvio que los niños pueden, pero estamos intentando equilibrar, emparejar la cancha de alguna forma, pero yo le enseño a todo el mundo, el que quiera aprender que aprenda pero, básicamente, es entender que nosotras no estamos buscando privilegios, estamos intentando igualdad de derechos y que todos tengan acceso y no que por miedo vayan a dejar de hacer algo”.