Cada año, el ciprés de la cordillera va formando un anillo de crecimiento, donde va integrando toda la historia ambiental que ha vivido.
Con individuos que superan los mil años de antigüedad, el ciprés de la cordillera es como un gran libro de historia: en sus anillos de crecimiento, formados año tras año a medida que el árbol se desarrolla, quedan impresos los cambios que experimenta el clima. Si fue lluvioso, seco, si hubo inundaciones, temperaturas altas o bajas, todo queda registrado.
Gracias al proyecto Explora de Valoración y Divulgación de la Ciencia y la Tecnología 2018 – 2019 “Enciclopedia Natural: anillos de árboles como archivos ambientales”, niñas y niños de trece escuelas de la comuna de Rengo, en la Región de O’Higgins, han podido conocer parte de esta historia a través de las rodelas de estos árboles, que son los cortes transversales donde se aprecian los anillos.
El ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis) es un árbol que crece en ambientes secos, alcanzando hasta los 20 metros de altura. En la zona mediterránea, como es el caso de los ejemplares que crecen en los bosques de la Región de O’higgins, es posible encontrar árboles que sobrepasan los 1000 años de edad.
Cada año, el ciprés de la cordillera va formando un anillo de crecimiento, donde va integrando toda la historia ambiental que ha vivido. Si se suman todos sus anillos es posible conocer la edad de árbol, en tanto que midiendo el grosor de estos se puede determinar información climática relevante, dando lugar a investigaciones que van desde las ciencias ambientales, la ecología, el clima, la geomorfología, hasta la arqueología, como es el fechado de sitios incaicos en las cumbres de volcanes del altiplano chileno.
“Existen distintas técnicas para tratar las muestras, las que se utilizan de acuerdo a la pregunta que el investigador desee responder. Por ejemplo, para conocer eventos astronómicos del pasado se realizan mediciones de isótopos de carbono 14. Con esta técnica se descubrieron dos eventos importantes de explosiones solares ocurridas en los años 774 y 993, los cuales quedaron marcados en los anillos de crecimiento de árboles de todo el planeta, incluido el ciprés de la cordillera en la zona central de Chile”, explica Duncan Christie, académico del Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile (UACh) y asesor científico del proyecto.
La exposición es la primera en su tipo que busca divulgar las ciencias de la tierra a la comunidad escolar, siendo una contribución significativa a la valoración de las especies arbóreas nativas de la región.
Tomás Muñoz Salazar, Ingeniero en Conservación de Recursos Naturales y director del proyecto, explica el impacto y la importancia del conocimiento de esta ciencia en estudiantes renguinos: “Lo que más me ha impresionado son las reacciones de las niñas y niños al ver que en su misma comuna existen árboles que han vivido tanto tiempo. Algo que ha llamado la atención no solo de estudiantes, sino del público en general, es cómo los cipreses de la cordillera sienten los cambios en su ambiente dejando registros en sus anillos de crecimiento, por ejemplo, las inundaciones señaladas por Pedro de Valdivia en el año 1547 o las bajas temperaturas de 1845, un año catalogado como excesivamente frío según testimonios de Benjamín Vicuña Mackenna”.
Isabella Aguilera Betti, Bióloga y dendrocronóloga, viajó desde el Laboratorio de Dendrocronología y Estudios Ambientales de la Pontificia Universidad Católica de Chile, lugar donde trabaja actualmente, para visitar a los niños y niñas de la Escuela Básica Lo Cartagena, explicando de primera fuente la importancia de esta ciencia para la comunidad: “La exposición está muy bien diseñada para que puedan entender fácilmente la capacidad que tienen los árboles de registrar lo que ocurre en nuestro ambiente y también despertar su curiosidad y ganas de aprender, lo más probable es que en un futuro tengamos una o un científico de esta escuela”.
Por otro lado, la comunidad docente también se ha visto beneficiada por el paso de la Enciclopedia Natural en las escuelas, convirtiéndose en un recurso pedagógico significativo para el estudio de las ciencias naturales: “Los niños aprenden que los árboles también son vitales para la investigación científica y, así, poder observar información como su crecimiento, edad, clima, temperatura, etc.” concluye Nicole Pérez, especialista del Programa de Integración Escolar (PIE) del Escuela Santa Teresa de Ávila de Rosario.