De la oscuridad a la luz, o de la luz a la oscuridad, lo cierto es que más lejos de una u otra posición, un sentimiento común recorrió los pasillos de la Universidad Austral de Chile por allá en los años 70, cuando el país estaba a punto de un vuelco histórico e irreversible para muchos. Había que trabajar para que la universidad estuviera por sobre los intereses particulares y así se hizo.
Fue un tiempo difícil. Fue un tiempo de crisis. Fue incluso un tiempo de reajustes que dejó lecciones, pero por sobre todas las cosas, permitió que a pesar del conflicto que se vivía fuera y dentro de las salas de clases, la universidad se fortaleciera en su espíritu y en su perspectiva de desarrollo. La UACh estaba viva y también expectante.
Erwin Haverbeck, destacado docente de la época y ex Rector de esta casa de estudios, cuenta que el clima que se vivía era el reflejo de lo que estaba sucediendo en el país, donde el desencuentro superaba al diálogo. A su juicio, la discusión central que se daba en las reuniones de los académicos giraba en torno al modelo de universidad, con su ser y su misión que debía propender, ante el cual los diversos grupos proponían un concepto propio tan radical como contrapuesto.
Para Orlando Alarcón Ascencio, quien se desempeñó como académico por poco más de cuatro décadas en la Universidad, habiendo sido Decano de la Facultad de Ciencias por tres períodos consecutivos, cuenta que la UACh de alguna manera contemplaba en el palco cómo otras universidades comenzaban un proceso crítico en los 60 con la Reforma Universitaria la que se vivía con una intensidad que se transformó en una bomba de tiempo que terminó por explotar.
Era una universidad que estaba aún en desarrollo y consolidación y el número de estudiantes y profesores todavía era muy pequeño, por lo que existía un ambiente familiar que en apariencia estaba impermeable al discurso político que palpitaba en el corazón de un pueblo a veces ajeno. Sin embargo, la pared se rompió y la ola revolucionaria de los 70 sembró un anhelo de participación y más poder dentro de una universidad con una estructura tradicional y que reclamaba una transformación. La política hizo su papel, para bien o para mal, y el sentido de comunidad se fraccionó, aunque en honor a la justicia y con la perspectiva de un análisis atemporal, no se rompió. Habían raíces sólidas, no cabe duda. La UACh supo mantener en la conciencia colectiva aquel lema que la gobernaba bajo su escudo: «La libertad se conquista», palabras que resurgieron con más valor que nunca en medio de un período muy complejo para la universidad y su entorno social.
Desarrollo y desconcierto
La UACh, así como todas las universidades nacionales, cerró el proceso de intervención que se produjo con las autoridades militares, con la gran suerte en opinión de muchos, que los dos primeros rectores delegados: Gustavo Depuis y Pedro Palacios rigieron sus períodos con la clara convicción de que ésta era una universidad diferente.
Fue un tiempo en que la universidad aprovechó para adecuar sus estatutos a la nueva realidad que imperaba a su alrededor. Corría 1977. Tiempo en que también se creó la Vicerrectoría de Asuntos Económicos y Administrativos y la Vicerrectoría de Asuntos Académicos.
Erwin Haverbeck señala que como Decano de la Facultad de Letras y Educación, y a pesar de su pública disconformidad con el nuevo sistema que se imponía, tuvo un fuerte apoyo que se materializó en un espectacular crecimiento de la unidad, aumentando significativamente el número de alumnos gracias a la creación de carreras nuevas como Educación Diferencial y Educación Parvularia, lo que se enriqueció con el traspaso de las carreras de Pedagogía Básica desde las Escuelas Normales a las universidades. En el caso de la UAChl, a ésta le correspondió tomar las escuelas normalistas de Valdivia, La Unión y Ancud. Ya en 1975 se comenzó la edificación de lo que sería la el Centro de Diagnóstico y Asistencia Psicopedagógica.
Una vez más la universidad, en su ser esencial, se sustrajo de la contienda y siguió con su proceso de desarrollo, donde ya se vislumbraban resultados importantes en el área de la investigación y la extensión, destacando ampliamente las Facultades del sector silvoagropecuario.
Fue precisamente la Universidad Austral de Chile a través de su cuerpo de investigadores quienes participaron directamente en las gestiones para declarar los humedales del Río Cruces en Santuario de la Naturaleza. Más tarde, en 1975, se solicitó su incorporación en la Convención de Ramsar para su protección internacional como sitio de alto valor natural. En las reuniones participó el actual director del Instituto de Zoología, Doctor Roberto Schlatter, uno de los investigadores que hoy participa en el estudio encargado por la CONAMA para conocer las razones de la muerte y emigración de aves acuáticas (principalmente cisnes de cuello negro) de este Santuario que colinda con propiedades de esta casa de estudios en la Isla Teja. En 1982 Roberto Schlatter es incorporado al selecto grupo de especialistas de Cisnes en el Mundo. En 1983, él mismo fue nombrado Coordinador del Programa Zonas Húmedas de Aves Acuáticas. A partir de ese año se comenzó a regularizar las actividades en el Santuario contándose con el apoyo del Club de Vida Silvestre de Valdivia.
Mención destacada en esta materia merece el proyecto «Monte Verde», sitio arqueológico ubicado a unos 35 kilómetros al suroeste de Puerto Montt, dirigido por el arqueólogo norteamericano Tom D. Dillehay, Profesor Extraordinario y Doctor Honoris Causa de la Universidad Austral de Chile. Ello porque los hallazgos arqueológicos que se encontraron después de una década de excavaciones y estudios permitieron demostrar que los primeros americanos llegaron por lo menos 12.500 años atrás, echando por tierra la teoría oficial del momento que estimaba que los primeros pobladores del continente habían llegado desde el Asia hace 11.200 años. Estos trabajos se iniciaron en 1977 y culminaron en 1989.
Hoy, ese acontecimiento histórico y arqueológico es la base de lo que será el futuro Museo Arqueológico Monte Verde en Puerto Montt. La construcción de esta importante obra se hará en un terreno de 3.700 metros cuadrados y su costo involucrará más de cinco millones de dólares.
Dentro de lo que era el desempeño de la Facultad de Medicina, su primer gran éxito fue la titulación en 1974 de los primeros cuatro médicos cirujanos formados íntegramente en la UACh.
Desde el punto de vista institucional se organizó la Asociación Gremial de Académicos, AGA, que según Orlando Alarcón, se convirtió en el receptor de muchas de las inquietudes de los docentes acerca del futuro de la UACh. Como avance en infraestructura se continuó con el trabajo que se estaba efectuando en el marco del proyecto de desarrollo entre la UACh y el BID, la que en el periodo se concretó en la terminación de tres de los edificios principales del Campus Teja. Fue el Doctor Francesco Di Castri (quien falleciera recientemente), quien encabezó, en calidad de director académico, la comisión encargada de elaborar y poner en ejecución este Plan de Desarrollo gracias al cual, la universidad pudo contar con un edificio destinado a la ecología, área disciplinaria incipiente en esa época. En dicho pabellón que, actualmente, es ocupado por el Instituto de Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias, funcionó entre los años 1969 y 1974 el Instituto de Ecología, dirigido por el Doctor Di Castri hasta 1971, año en que asumió un alto cargo como experto internacional de las Naciones Unidas en Francia.
La Transición
A Jaime Ferrer, en cuyo período se creó la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, la apertura del Museo Colonial de Frutillar que se logró con el aporte del Gobierno de la República Federal Alemana y la creación de un canal de televisión en 1986, lo sucedió Juan Jorge Ebert como único rector delegado civil, escogido desde las filas de los académicos de la universidad. Fue, en opinión de Erwin Haberbec