* Leer columna en El Diario Austral Región de Los Ríos.
Durante el mes de aniversario 63° de la UACh hemos asistido a una conmemoración llena de sentido que ha privilegiado visibilizar y exponer el papel de las mujeres en su historia, buscando fracturar aquella visión hegemónica e incompleta que destaca principalmente el quehacer masculino y, potenciando la divulgación de figuras señeras de mujeres que sirven de modelo y crítica a nuestras comunidades.
Recientemente hemos efectuado la puesta en valor del mural de la destacada artista María Martner de manos de un equipo profesional de la Dirección Museológica. El mural se emplaza en las inmediaciones del Jardín Botánico creado por otra destacada mujer que trabajó incansablemente en la creación de un entorno verde y colorido, sello de nuestro campus en la isla Teja, actualizando una tradición floral y botánica de nuestra ciudad y el sur del país. Nos referimos a la paisajista Kate Taylor. Mural y jardín conforman lo que se diseñó como «ciudad universitaria» con la participación de otra connotada arquitecta, Gabriela González.
María Martner diseña y crea una pieza de arte pétrea que se convierte en espacio público como lo demuestra la realización en éste del festival Yankeelandia, momento en que se puebla de música y sonido. Kate Taylor dibuja un jardín botánico y se interna entre edificios y salas de clases, cuida magníficas azaleas y rododendros fundando su ejercicio en un imperativo conocimiento y en la confianza de los ciclos anuales.
En ambos casos hay un respeto y vínculo al paisaje; búsquedas minuciosas y cariñosas. Martner nos relata feliz la posibilidad de incluir piedras traídas desde Llifén donde se desplaza como «citronauta». Taylor comparte orgullosa sus resultados con colegas de la Universidad de British Columbia y se encamina a habilitar la ruta de los rododendros. Lo que crean construye un espacio que requiere de lo público para su vigencia: apropiación, trabajo, cuidado, debate, interacción, paciencia, afecto.
En sus recorridos se observan gestos precisos e inteligentes. Un paisaje lítico múltiple nos lega una monumentalidad amable, que se diseña para ser apropiada. Un jardín botánico para la educación y el conocimiento, que aspira a la trascendencia sin la pesadez de lo imperecedero, sino en la confianza del futuro-presente que obliga a la transmisión y el cuidado.