Hace 45 años un pediatra reportó en una carta enviada a una revista científica la primera mención al maltrato estudiantil en carreras de la salud. Si bien este fenómeno ha ocurrido desde muchos siglos atrás, ha tomado una importancia vital dado los contextos actuales a favor de una mejor convivencia favoreciendo los derechos de las personas. Hoy en día, existen numerosos estudios, en los cinco continentes, prácticamente en todas las carreras de la salud, donde existe evidencia, en menor o mayor grado, de las conductas del maltrato.
Las consecuencias son complejas trascendiendo en los comportamientos individuales y colectivos llegando a menoscabar a los individuos, dificultando su aprendizaje, autoestima, el bienestar emocional, inclusive atentando contra su vida, entre otras. Desde la formación, provoca una disminución de la confianza de los procesos académicos y la aparición de una cultura que no promueve valores humanistas lo que provocaría dificultades para lograr las dimensiones éticas y afectivas de los perfiles de egreso de las carreras de la salud, como sugieren algunos autores.
Por esta razón, es importante intervenir y erradicar este tipo de fenómenos que empañan los procesos formativos. Para ello, varias instituciones de educación superior poseen reglamentos que regulan y sancionan estos comportamientos en las comunidades universitarias. Sin embargo, normar no es suficiente si no existen acciones que refuercen comportamientos adecuados que visibilicen las buenas prácticas, que nos recuerden que el trato humanizado es fundamental para obtener resultados favorables en el aprendizaje de los estudiantes.
Es relevante identificar la situación que vivencian los estudiantes en los contextos donde se desenvuelven y se produce el maltrato como también es muy valioso que la propia comunidad universitaria, estudiantes y profesores, establezcan estrategias consensuadas para la promoción del buen trato. Estas últimas acciones son las que considera el proyecto FONDECYT “Del maltrato al Buen Trato”, iniciativa de varias universidades que intentan visibilizar la problemática, no solo diagnosticando sino también proponiendo estrategias que erradiquen este fenómeno.
Por último, procurar un ejercicio constante de buen trato, donde los estudiantes que ingresan a la Universidad se integren a estas propuestas iniciando un ciclo virtuoso, repercutiendo en un favorable ambiente universitario si no también, más adelante, en sus contextos laborales.