Son preguntas que recurrentemente recibimos quienes ejercemos esta profesión probablemente desde que iniciamos nuestra formación universitaria. Y generalmente, la respuesta hace algunos años, principalmente radicaba en describir procesos evaluativos y terapéuticos relacionados con el lenguaje y habla de niños adultos. Sin embargo, ya en las últimas décadas, parte de los conocimientos recibidos en la enseñanza universitaria han brotado expandiéndose al desarrollo de aristas de la comunicación no tan comunes para el ejercicio laboral del fonoaudiólogo, no tan masivas, como lo es La Voz.
De esta forma, los fonoaudiólogos dedicados al área, reciben en consultas, de salud pública o privada, sujetos que buscan resolver problemáticas en torno a su calidad fonatoria; algunas de ellas de simple manejo, y otros con un pronóstico incierto y un futuro difícil de vislumbrar respecto a las mejorías.
En este contexto, entre los usuarios atendidos por la Unidad de Voz de la Universidad Austral de Chile en el Hospital de Puerto Montt y Centro de Salud La Colina, surge un grupo de personas portadores de trastornos crónicos de la voz diagnosticados con Disfonía Espasmódica, un cuadro no tan corriente, invisibilizado muchas veces por otras alteraciones típicas de las producciones del envejecimiento o tensionales y que calan fuertemente en la autoestima.
Según la Asociación Americana de Habla, Lenguaje y Audición (ASHA), la disfonía espasmódica se caracteriza por “el movimiento involuntario de los pliegues vocales con una producción tensa, forzada y que tiene como resultado una voz que suena quebrada, temblorosa, ronca y entrecortada”, cualidades que a la mayoría de quien la posee avergüenza, aísla, reprime comunicativamente y desciende su autoestima y estado anímico; más aún al saber que pocas son las opciones de mejoría inmediata o remota.
En torno a esto, los profesionales y estudiantes responsables del manejo terapéutico de estos pacientes en nuestra Universidad reciben la gratitud de sus pacientes por el profesionalismo en gestionar planes de tratamiento que ayuden a recuperar la funcionalidad de su voz, pero principalmente, por mantener oído atento a sus necesidades emocionales, donde encuentran el entendimiento que en el exterior carece, pudiendo recuperar la confianza para situaciones tan simples y cotidianas como cobrar jubilaciones, tomar locomoción, comprar el pan, entre otras.