Los rankings e indicadores han llegado a constituirse en eficientes formas de hacer perder el rumbo y el sentido profundo a algunas universidades. Las mejores aparecen en los primeros lugares no porque orienten su finalidad a las variables de los rankings, sino porque su propósito profundo asociado siempre a una rigurosa cultura de calidad y sentido de lo adecuado, las han llevado a que -en ciclo virtuoso- todos los indicadores, cualquiera sea la forma de concebirlos, muestren a éstos como referentes máximos a emular; por tanto estas universidades escapan de esta trampa peligrosa.
Por el contrario, aquellas que buscan alcanzar esas posiciones guiadas por esos indicadores y orientan sus estrategias para mejorarlos, son las que caen en la trampa.
Haciendo un símil, en estrategia corporativa es conocido el caso de aquellas empresas que erróneamente buscan posicionarse y destinar sus esfuerzos claves, en función de las variables que los mercados de valores les indican. Buscando elevar el valor de sus títulos en el mercado, cambian estrategias, y acomodan su accionar en función de una enorme cantidad de indicadores asociados a la percepción de aquellos mercados. En el fondo, las bolsas terminan conduciendo aquellas empresas, sus orientaciones terminan siendo de corto plazo, y su destino futuro, incierto e imprevisible.
Las organizaciones visionarias, aquellas que permanecen en el tiempo, las que marcan pautas a la industria, las que se convierten en referentes, han seguido otros patrones de conducta; otra forma de entender la realidad. Su enfoque está en el largo plazo. Su mirada asume que las oscilaciones, problemas y turbulencias temporales, no pueden apartarlas ni de sus valores, ni de sus propósitos esenciales y profundos.
¿Significa ello que los rankings e indicadores en las universidades son irrelevantes? NO. Lo que significa es que los indicadores son resultados de propósitos mayores y más complejos que las variables contenidas en esos indicadores, y obviamente los rankings son también consecuencias de lo mismo. Esa sutil pero crucial diferencia de enfoque, es lo que distingue a una universidad de esencia, de una universidad de apariencia.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS