Las medidas adoptadas, tan necesarias, por la mayoría de los países en el contexto de la pandemia del COVID-19 como el distanciamiento social y cuarentenas (totales o dinámicas), están impactando seriamente la actividad económica y con ello el poder adquisitivo de las personas. A ello se suman las limitaciones en el transporte, cancelación de eventos públicos y la prohibición de operación de restaurantes.
En este contexto, el Dr. Dr. Rodrigo Arias Inostroza, académico del Instituto de Producción Animal de la Universidad Austral de Chile, señala que la situación del sector de producción de carne varía mucho según la realidad de cada país, particularmente por el nivel apertura de cada uno en lo que a comercialización se refiere.
Por ejemplo, “en el caso de la Unión Europea, se estima que cerca del 70-80% de la oferta total de carne de vacuno es destinada al mercado doméstico. En ese escenario, la desaceleración del comercio mundial tendría un menor impacto en la demanda de carne. No obstante, otros países que son grandes productores como Estados Unidos, Brasil y Argentina, que destinan un mayor porcentaje de su producción a la exportación, se verían más afectados. Indudablemente, una condición más complicada se espera para países como Uruguay, Australia o Nueva Zelanda, ya que estos por sobre el 60% de su producción al mercado externo (exportación)”, explica el académico.
Agrega que “la oferta también se ha visto afectada en algunos países, fundamentalmente por el cierre temporal de algunas plantas faenadoras a consecuencia de brotes de COVID-19 en sus empleados; también se ha reportado una caída en los precios debido a una mayor oferta de animales en comparación con la capacidad de los procesadores para comprarlos. Estos cierres han sido reportados en Paraguay, Brasil, Canadá y Estados Unidos. En este último caso, los expertos han señalado que con la cuarentena la demanda de carne aumentó inicialmente para posteriormente disminuir”.
Según la revista financiera Barron´s, el procesamiento de carne disminuyó en cerca de un 37% en Estados Unidos finalizada la semana del 2 de mayo, en comparación a la misma fecha el año pasado. El Dr. Arias afirma que también se han reportado reducciones en los turnos de operación en estos países. En consecuencia –recalca–, se observa una baja relevante en la faena y procesamiento, “generando temor en la población por falta de stock. En el caso de los productores, la menor capacidad de faena se traduce en que los animales que están listos deben permanecer en los predios, aumentando los costos de alimentación y generando pérdidas económicas”.
En ese mismo escenario, informa que, en enero del presente año, el USDA proyectaba una reducción en el comercio mundial de carnes en cerca de un 8,0%, por lo que se debería esperar una mayor caída ahora que la pandemia ha aumentado su cobertura a nivel mundial, con cierre de fronteras e impactos importantes en las economías locales de los países.
Pero ¿Qué pasa en Chile?
En el caso chileno, a diferencia de otros, la cadena de producción no se ha visto interrumpida y los precios de los animales en pie se han mantenido relativamente estables en estos últimos dos meses. De ahí que el Prof. Arias sostenga que en marzo se observaba un repunte en los precios respecto de enero, en especial en las vacas. Sin embargo, los precios de mayo (hasta ahora) han caído en vacas gordas, vacas en engorda y bueyes, en torno al 10 a 11%. “Esto probablemente podría explicarse por las dificultades de exportación a China. Por otra parte, los novillos en engorda subieron aproximadamente 6,5%, mientras que, tanto los novillos gordos como terneros disminuyeron en cerca de 1,0% (respecto de precios de marzo). No obstante, si bien en el corto plazo puede no haberse registrado caídas importantes en la demanda de carne, en el largo plazo ésta podría disminuir a medida que la recesión económica se incremente y las medidas de cuarentena se prolonguen. Los paquetes de estímulo del gobierno podrían ayudar a moderar la recesión económica y serán importantes para el crecimiento”, enfatiza el investigador.
Resalta que “la importante dependencia en Chile de la carne importada (>50%) para satisfacer su demanda interna podría generar un problema en la oferta, generando una eventual falta de abastecimiento. Eso pensando en que los principales países que exportan su carne a Chile están con problemas operativos, especialmente Brasil y Paraguay. Ante esta situación, es de esperar uno de dos escenarios: a) que disminuyan las importaciones desde estos países, resultando eventualmente en un aumento en los precios del ganado en pie en Chile; o bien b) que se importe carne de nuevos proveedores con un consecuente aumento en los precios de carne importada”.
Para el especialista, desde el punto de vista de la industria chilena, la recuperación de China representa una oportunidad para reactivar las exportaciones. Sin embargo, subraya, “esto debe mirarse con precaución, ya que se podría esperar que habrá una sobre oferta de países a China afectando los precios. Asimismo, también se ha reportado que en otros países como Estados Unidos, la menor demanda de productos lácteos está obligando a productores a sacrificar sus animales. En efecto, en este país se ha reportado un aumento del 2,3% en marzo (según datos de INTL FCStone) en la faena de vacas de lechería”.
“No se debe olvidar que la carne es un alimento de gran importancia pues presenta una alta densidad nutritiva y una baja concentración calórica. Estudios recientes muestran que los prejuicios sobre su consumo y la salud están cambiando, señalándose que reduce los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares, siendo comparables a los provocados por una dieta DASH (Diet Approaches to Stop Hypertension). Los productos de origen animal son sanos y deben formar parte integral de la dieta”, especialmente si provienen de sistemas pastoriles como es el caso chileno, concluye el Dr. Rodrigo Arias.