Escrito por el Dr. Rodrigo Acuña L. Académico del Instituto de Producción y Sanidad Vegetal. Facultad de Ciencias Agrarias. UACh
La variabilidad de climas que posee Chile se explica por su gradiente latitudinal en el continente (18 a 56º LS) con impacto subtropical a polar, y su efecto marítimo que produce temperaturas suaves, nubosidad, vientos y precipitaciones variables concentradas estas últimas en la zona Sur (IX, XIV y X Región). En general, esto es una respuesta a la variación de Energía Global que recibe nuestro territorio desde el sol.
Desde la zona centro y hasta la zona sur, las cuatro estaciones se marcan con facilidad (típico de climas mediterráneos), lo que en primavera y verano, conlleva al crecimiento y desarrollo de todos los cultivos, por incrementos medios térmicos (ºC) y de Radiación Global –RG- (MJ m-2 d-1), superando muchas veces los límites deseables para desarrollos sin estrés en las plantas.
En este sentido, decir que los cultivos hortícolas responden a rangos de confort para estas variables permitiendo así completar sus etapas fenológicas en condiciones y tiempos normales. Valores medios diarios de RG entre 8 y 23 MJ m-2 d-1, y temperaturas entre 10 y 18ºC son las condicionantes para no caer en un estado de estrés que pueda afectar a la planta.
Para cultivos de hojas como lechugas, espinacas u otros, un estrés por aumento térmico o más ampliamente por incremento de la RG en primavera-verano podría significar pasar rápidamente de un estado vegetativo (desde hojas, que es lo que interesa) a uno reproductivo (emisión de tallo floral), lo que impide la comercialización. A esta condición de floración prematura en la planta se le conoce como Bolting.
Del mismo modo y de acuerdo a la especie y variedad, estas condiciones de estrés también pueden originar enfermedades fisiológicas como el Tip burn (puntas quemadas) en lechugas, o Blossom end rot que en frutos como el tomate que se manifiesta como una necrosis en su zona distal. Ambas enfermedades son causadas indirectamente por alzas térmicas prolongadas, con baja disponibilidad de humedad medioambiental que impide la nutrición y la translocación de metabolitos secundarios en forma normal en la planta. Un exceso de radiación también produce el conocido daño por “golpe de sol” en frutos.
Los datos obtenidos en investigaciones, muestran valores medios de Tº y RG al aire libre para la Zona Sur de Chile, específicamente para Valdivia, Osorno, Puerto Montt y Castro, observándose diferencias entre ellas para cada uno de los meses, los cuales resultan más dispares para la “ZC I”, lo que para Valdivia y Osorno incluso podría manifestar problemas por exceso de Tº entre diciembre y enero. Estas características naturalmente condicionan el comportamiento de los cultivos y por lo tanto el momento de acción para el manejo de las plantas.
Cuando se utilizan invernaderos, se deben adicionar entre 3 y 6 ºC más como promedio que al aire libre. La magnitud depende de la estación, las características del invernadero y su emplazamiento, las que en general en Chile no son tenidas en cuenta al momento de la construcción. Dentro de las consideraciones más críticas está la ventilación que busca renovar el aire y variar las temperaturas dentro de los invernáculos (usualmente a la baja).
Estas temperaturas excesivas en verano son las que darán problemas a los agricultores llevándoles a conclusiones erróneas como decir que “no deben ser utilizados en verano” ya que pueden superar fácilmente los 50ºC haciendo incompatible el desarrollo de los cultivos. La radiación lumínica por su parte puede incluso disminuir por una condición de opacidad de la cubierta del invernadero, pero será en definitiva la temperatura el factor más crítico.
Por lo anterior, el invernadero debe ser manejado desde el punto de vista de la colecta de energía, es decir, impidiendo que la energía le lleve a niveles críticos para las plantas de su interior. Como Plan A, supondremos que el potencial de la ventilación por ventanas estuviera en condiciones más o menos adecuadas (un 25% de la superficie del invernadero) y funcionando casi en su totalidad, pero si aun no se logrará un valor deseable ante el incremento térmico (sobre todo en el día).
Entonces, habrá que pensar en un Plan B, que será el uso de mallas reflectantes (menos conocidas en Chile), o absorbentes (mallas “Raschel”) con filtros de 25 a 30%, es decir que permitan el paso de un 75 a 70% de la energía, las cuales deben ser instaladas cuando estemos en torno a unos 20 MJ m-2d-1, lo que supone para Valdivia y Osorno, su puesta en marcha a mediados de noviembre, debiendo ser retiradas a mediados de febrero como muy tarde.
El uso de mallas más densas (que filtren más), supone modificaciones más profundas que podrían jugar malas pasadas. Para Puerto Montt y Castro, no es necesario este manejo para estas épocas. Por el contrario, en invierno, estas mismas medidas deben ser tenidas en cuenta para contrastarla con lo que los cultivos necesitan, de modo de no descontinuar la producción.
Si las dos situaciones anteriores aun no dieran abasto para controlar el nivel energético al interior del invernadero, se podría pensar en un Plan C, que implica el uso de lechadas de cal para literalmente pintar los invernaderos. Relaciones de 20 a 25 kg de cal fina por 100 de agua deben ser aplicadas por sobre la cubierta, considerando que posibles lluvias pudieran arrastrar el material, el que de todas maneras debe ser retirado a fines de Febrero, para no ir en desmedro de los cultivos de otoño.
Termorregulación del sistema
En condiciones de manejo adecuadas agronómicamente, la refrigeración de los invernaderos puede darse ayudarse con la misma transpiración del cultivo (adulto) aprovechando las condiciones propias de la molécula de vapor de agua (calor latente), la cual permite capturar energía y sacarla del sistema cuando la ventilación es adecuada (2 a 3 renovaciones del volumen total atmosférico del invernadero por hora, con velocidad de viento de 1 a 2 m s-1).
En este sentido, el riego puede tener un importante impacto en la termorregulación del sistema, pero teniendo en cuenta las demandas de la planta, de modo de no caer en un exceso de riego que pudiera perjudicar el cultivo por intervención de patógenos y por supuesto de malezas.
Al aire libre, el uso de mallas puede extender la vida de cosecha de algunos cultivos (la retrasa) para tener disponibilidad cuando la oferta del medio sea nula porque el periodo de los cultivos “normales” ya habrá terminado.
Como conclusión, el uso de invernaderos puede darse sin problemas en todas las épocas del año, pero deberemos aprender a reconocer condiciones críticas que pongan en peligro el cultivo y también saber de los medios o formas para atenuar estas condiciones. El uso de instrumentación sencilla y el registro de sus datos permitirán conocer el potencial de retención energética del invernadero que será la base para una maximización de los rendimientos.