Cuando hablamos de desastres ambientales, por lo general, imaginamos grandes derrames de petróleo al mar o mega industrias vertiendo sus residuos a ríos y lagos, pero hay una contaminación silenciosa que comienza a investigarse en la UACh y que tiene su origen en actividades relacionadas con la construcción, urbanización, agricultura, ganadería, farmacéutica, y del cuidado personal.
Un tema que está trabajando la estudiante del Doctorado en Ciencias, mención Ecología y Evolución de la Facultad de Ciencias UACh, Geraldine Porras Rivera, específicamente, con foco en los efectos en el comportamiento del pez nativo, Galaxias maculatus, comúnmente conocido como puye.
“En los últimos años ha habido un auge de los contaminantes emergentes, es decir, aquellos productos que tomamos o usamos y que contienen químicos, por ejemplo, los remedios y los productos de cuidado personal que no se degradan, llegan al agua y ahí tienen un efecto. La primera vez que yo escuché de esto fue con drogas psicoactivas como la cocaína que entran en el entorno acuático a través de las aguas residuales causando cambios fisiológicos y de comportamiento en peces”, comentó la estudiante de postgrado.
Esto marcó el interés de Geraldine por profundizar en qué pasa en el Río Cruces en Valdivia, en concreto, con el 2,4-diclorofenol, químico presente en los pesticidas asociados a la actividad agrícola, ganadera y celulosa en Chile. A diferencia de los compuestos sintetizados y utilizados de forma específica, esa sustancia se genera sin control previo, es decir, es un subproducto de estas actividades lo que dificulta su regulación y manejo adecuado. Esta falta de control, junto con su toxicidad, ha permitido que se incluya en listas de sustancias peligrosas por parte de la Agencia de Protección ambiental de Estados Unidos (EPA) y del Centro Internacional de Investigaciones contra el Cáncer (IARC).
“Nuestro objetivo es detectar cambios en el comportamiento del puye cuando este expuesto a este químico en las concentraciones que actualmente están presentes en los ríos de Chile. Ya estamos en el medio de la investigación y ya hicimos las pruebas de exposición experimental”, detalló la investigadora.
En este contexto, agregó que este estudio es llevado a cabo en colaboración con la Dra. Nicole Colin y el Dr. Konrad Górski, ambos académicos del Doctorado en Ciencias, mención Ecología y Evolución y del Magíster en Ciencias, mención Recursos Hídricos. Actualmente, cuenta con el financiamiento de diversos fondos de apoyo a la investigación como “Innova Conciencia 2030”, “Austral Patagonia” y “Apoyo Tesis I+D+i+ebct línea liderazgo femenino.
Efecto dramático
Categórica y clara es la apreciación de Geraldine Porras Rivera respecto a los resultados obtenidos: “Evidentemente hay un efecto dramático”.
Para los experimentos se obtuvieron peces en el sector de Loncoche del río Cruces, caracterizado por sus condiciones relativamente prístinas alejado de grandes urbes, centros agrícolas e industriales. En el laboratorio, un grupo se expuso a concentraciones bajas de 5 microgramos de 2,4-diclorofenol y el otro a 100 microgramos de 2,4-diclorofenol, más un grupo de control.
De acuerdo con lo observado, a las 48 horas se producía la mortalidad del 75% de los peces, mientras que al finalizar los 5 días de exposición la mortalidad subió al 90%. Aquellos que sobrevivían terminaban con llagas en el cuerpo. Por su parte, los peces expuestos a concentraciones bajas se volvían más lentos, comían y sociabilizaban menos durante las primeras 48 horas; después se normalizaba su comportamiento.
“Por ejemplo, regularmente ellos nadan a 120 milímetros por segundo y cuando los exponíamos a estas concentraciones, nadaban a 10 milímetros por segundo, es un cambio importante, ya que eso en la naturaleza los hace propensos a los depredadores”, detalló la científica.
En esta línea, destaca a su vez los efectos en la capacidad de socialización de estos animales. “El puye es un pez de cardumen, casi siempre están juntos y tras exponerlos químicamente observamos que ya no socializaban de ninguna manera. Hay un comportamiento propio de ellos donde se tocan la cabeza unos a otros, como un saludo, y esto no ocurre ante una alta concertación de diclorofenol; pueden estar cerca, pero nunca se llegan a tocar y eso también podría afectar la reproducción”, agregó.
El puye
Consultada por su interés en el puye, la estudiante de doctorado explicó que la mayoría de las investigaciones de este tipo se hacen con especies introducidas como zebrafish o goldenfish, que tienen la particularidad de poder adaptarse a diversas condiciones ambientales, tales como temperatura y salinidad, entre otros.
“Hay evidencia que esas especies también se ven afectadas por la contaminación química. Entonces si eso pasa en especies que se adaptan a cualquier cosa, ¿Qué pasa con las especies nativas? Esa fue la primera motivación para escoger al puye. Además, no está en una categoría crítica de conservación y es abundante en ríos del sur como el Cruces; de todas formas, hay muy pocos estudios poblacionales de las especies nativas de Chile, por lo tanto, realmente no se sabe”, enfatizó.
Ante este último desafío, el proyecto de tesis de Geraldine se propuso en una segunda etapa desarrollar modelos matemáticos para extrapolar lo realizado a nivel experimental a las poblaciones de puyes.
“Si el pez no puede moverse o comer se verá afectado sin duda, por lo que queremos aplicar modelos matemáticos de presupuesto dinámico de energía. No alimentarse significa que la poca energía que pueda ocupar para su desarrollo y reproducción se destina a recuperarse de la exposición química. Es una cadena de procesos que posiblemente haga que la población disminuya”, indicó la investigadora.
A su juicio parece obvio que disminuirá la población, no hay evidencia y es difícil obtenerla porque eso requeriría mantener a los peces en laboratorio y observarlos en su proceso reproductivo, lo cual es muy complejo, siendo la modelación matemática una buena herramienta para ello.
Finalmente, destacó que el puye es una especie importante porque es un eslabón intermedio de la cadena trófica. Se come animales pequeños y es presa de peces más grandes e incluso de aves. “Es como cualquier engranaje al que tú le quitas la pieza de la mitad. Puede que aumenten los insectos, que genere un problema en asentamientos humanos o que las aves no tengan ningún tipo de comida; los efectos pueden ser diversos”.
Además, se abre la interrogante de qué más podría pasar, ya que mediante el proceso de biomagnificación este químico podría absorberse y acumularse en los tejidos en músculo e hígado del pez, pasando a sus depredadores hasta llegar al ser humano.