Aprobada la idea de legislar el proyecto de reforma a la educación superior, es posible constatar que los ripios más estructurales tienen entre sus responsable al CRUCH, por no saber conducir la discusión y por abandonar su rol como instancia reflexiva de representación y defensa de la educación pública.
En efecto, en tres años de discusión ha sido incapaz de plantear una postura política e intelectualmente consistente respecto del sistema de educación superior que el país requiere. Por el contrario, se sumió en discusiones internas que lo debilitaron y dividieron en alianzas que en nada enriquecen el debate.
El rol jugado por la Universidad de Chile es decidor. Me tocó participar en la discusión triestamental de la reforma al interior de dicha universidad, y nunca pude observar una visión de país. Por el contrario, la discusión se basó en la búsqueda de argumentos para que el Estado financie preferentemente a «sus» universidades.
Pero estos argumentos se basan en un razonamiento falaz, toda vez que la discusión no se puede remitir a quién es el dueño. El rol público de las universidades está dado por su autonomía y posicionamiento crítico respecto de la sociedad, incluido el Estado y sus instituciones. Por lo tanto, por definición no puede responder a ningún interés particular, ni siquiera del Estado.
En definitiva, una universidad pública es una institución que no persigue otro fin que cultivar el pensamiento crítico, artístico y científico. No puede, entonces, responder a los intereses económicos de sus dueños, ni a credos religiosos, políticos, ni de ninguna naturaleza que atenten contra la libertad de pensamiento que le es intrínseca. Esto, de paso, las obliga a tener altos grados de democracia interna e involucramiento territorial.
En consecuencia, aquellas universidades que no cumplen estas y otras cuestiones referidas a lo público -incluidas las del G9- debiesen dejar de recibir financiamiento del Estado, porque no contribuyen en tanto universidades públicas. Del mismo modo, aquellas que sí lo hacen, aun cuando no estén hoy en el CRUCH, debiesen recibirlo.
Una discusión tan importante no se puede zanjar con la simple alocución a la «pertenencia» como lamentablemente lo ha promovido el CRUCH, sin otro horizonte que una mirada corta de defensa corporativa.
LEER COLUMNA EN EL DIARIO AUSTRAL REGIÓN DE LOS RÍOS