Un lugar imperdible y paradisíaco, ubicado a 45 kms. al noroeste de Puerto Varas, fue apreciado por 16 estudiantes de tercero medio del Patagonia College de Puerto Montt, quienes por unas horas se desconectaron del celular y se tornaron al mundo silvestre para descubrir sus secretos.
Inmerso en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales se encuentra el Centro de Interpretación Ambiental Pirepillan, que es un domo construido en la ladera oeste del volcán. Aquí comenzó la travesía de estudiantes del Patagonia College, quienes se animaron a participar de los Programas de Educación al Aire Libre desarrollados por el PAR Explora Los Lagos que ejecuta la Universidad Austral de Chile (UACh), a través de la Sede Puerto Montt.
El Circuito Vulcanológico es uno de los cinco recorridos que ofrecen estos programas y que invita a las comunidades educativas a vivir aventuras y experimentar sensaciones con los cincos sentidos. Su objetivo es lograr aprendizajes significativos en la biodiversidad del sur de Chile y en el patrimonio natural, cultural e histórico del territorio.
En esta oportunidad, el destino fue el volcán Osorno, que destaca por su singular belleza y por estar inserto al interior del Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, creado en 1926 como el primer parque nacional del país.
Explorando lo desconocido hacia el centro de la tierra
El volcán Osorno es un laboratorio natural importantísimo para estudiar la modelación del paisaje. Se ubica en el corazón de una superficie protegida de poco más de 250 mil hectáreas, en una zona de bosque templado lluvioso de tipo valdiviano, con un 71,2% de superficie de bosque nativo.
El recorrido por las laderas del volcán permitió a los estudiantes transitar desde las zonas de bosque nativo hacia áreas desprovistas de vegetación, para luego bajar lentamente por una vía areno-pedregosa de baja dificultad y retornar a Pirepillan, donde partiría la segunda etapa de la exploración.
El momento más esperado por los jóvenes fue el descenso a las profundidades del volcán. Ansiedad y exaltación se sentía en el ambiente, mientras los jóvenes se equipaban con arnés, cascos y guantes y escuchaban las instrucciones del guía de montaña.
Ajustados los equipos de seguridad, los estudiantes se ordenaron en fila y con algarabía (aunque algunos con temor), comenzaron a bajar lentamente hacia el vacío y oscuridad. Uno a uno, afirmados en una escalera y sujetados de una cuerda, iban descendiendo, trepando por las paredes de la caverna, mientras el guía les ayudaba y los demás compañeros apoyaban y arengaban.
Una vez dentro del cráter, el grupo de aventureros trabajó en equipo para mantenerse a salvo en una ruta que tenía cierta dificultad debido a las rocas arenosas y sedimentos que revelan las huellas de los últimos procesos eruptivos del volcán. En el ambiente se percibía una brusca baja de temperatura y mucha humedad, pero como la adrenalina estaba a flor de piel, esta no permitía parar.
“Cuando estaba en el bus sentí temor porque no sabía dónde llegaría. Pero al momento de descender al cráter, percibí una tranquilidad que me hizo sentir mucha paz conmigo mismo y armonía con la naturaleza”, expresa emocionado el estudiante Tomas Addison, uno de los protagonistas de esta travesía que se conectó especialmente con el entorno.
Inmersos en la oscuridad, el guía enseñaba contenidos relacionados con la formación de este cráter de origen volcánico y el túnel producido por lahares de magma, donde los estudiantes podían dar respuesta a sus interrogantes y además palpar con sus manos las paredes y materiales que había en el interior.
Al llegar al final de la ruta, el monitor preguntó a los excursionistas si ingresarían por una pequeña cavidad y todos respondieron que sí. Para poder entrar, había que arrastrar e impulsar el cuerpo y todos lo lograron. Una vez dentro, en un espacio pequeño de la caverna se vivió uno de los momentos más emotivos de la cruzada, porque todos apagaron sus linternas y guardaron silencio por unos minutos.
“El silencio es necesario para conectarse con los lugares y es importante poder ejercitarlo en una sociedad donde hay pocos sitios donde se pueda estar en absoluta tranquilidad”, manifiesta José Dattoli, miembro de la Asociación Nacional de Guías de Montaña y quien dirigió la exploración en el cráter.
El regreso no fue difícil. Los estudiantes conocían el camino y precavidamente retornaron al exterior, donde recapitularon lo aprendido durante la experiencia.
“Disfrute mucho el paisaje. Cuando subí por las laderas pude ver la biodiversidad de la flora y fauna nativa que, aunque uno la conoce por libros o por lo que enseñan en el colegio, no es lo mismo que verla en vivo y en directo”, describe una de las participantes de la travesía, Catalina Artera.
El joven Tomás Addison complementó lo dicho por su compañera. “Sirve en nuestro proceso de búsqueda de vocación porque el próximo año pasamos a cuarto y decidiremos que hacer. Estamos justo en la etapa en que evaluamos qué queremos ser y cómo nos queremos identificar”, comenta el estudiante, interesado en forma particular en especializarse en un área de estudio relacionada con el cuidado de la biodiversidad y el medioambiente.
Eddie Morales, profesor de biología del Patagonia College que acompañó la delegación, reflexionó comentando que para él como docente también es significativo participar en este tipo de iniciativas: “Obtuve un aprendizaje y experiencia en este viaje que ahora puedo compartir con mis colegas. Además, algunos de nuestros estudiantes no tienen la opción de vivir esto. Siempre es bueno que los niños y niñas puedan salir del aula y empaparse de lo que significa su entorno, más aún cuando tenemos estos paisajes a la mano y muchas veces no lo valoramos y disfrutamos”.
Aprender con todos los sentidos
“Toda actividad que se desarrolle de manera experiencial, conociendo el lugar in situ y que les permita a los estudiantes tocar, sentir, conocer, observar, analizar, oler, percibir, genera una conexión distinta, por lo tanto, es mucho más fácil que lo vivido quede grabado a comparación con estar frente a un pizarrón o una pantalla. Esto es lo que marca la diferencia y además por su tinte de ‘aventura’ genera en niños, niñas y jóvenes una disposición distinta al aprendizaje”, asegura José Dattoli, el guía de la expedición.
La flora identificada para el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales abarca un total de 433 especies de plantas vasculares, agrupadas en un total de 104 familias. De esta totalidad, 24 son endémicas, 357 son nativas y 52 corresponden a especies exóticas.
En el lugar también existe una impresionante biodiversidad de especies de fauna, potenciales de encontrar tanto en el parque como en los valles adyacentes. Se pueden divisar mamíferos como el hullín, vizcacha común, monito del monte, comadreja trompuda, murciélago, oreja de ratón del sur, puma y pudú. El día de la expedición, apareció sorpresivamente una familia de zorros que parecían estar familiarizados con los humanos y los jóvenes no dudaron en aprovechar la ocasión para acercarse, grabar a las especies y tener un registro para llevarse de recuerdo.
Junto con conocer de cerca la flora y fauna de la zona, los estudiantes pudieron ver en primera persona las características volcánicas y geológicas del parque, lo que es destacado por el geólogo Paul Duhart, jefe de la Oficina Técnica de Sernageomin en Puerto Varas. “Es de gran valor transmitir el conocimiento geológico a los escolares porque ellos van finalmente a entregar esta información a sus comunidades. Me parece que es el camino correcto aprender en terreno los fenómenos naturales. Es una experiencia enriquecedora y que permanece por más tiempo en las personas”.
Valorar y conservar lo que tenemos
El volcán Osorno puede ser divisado desde diversos ángulos de la Provincia de Llanquihue y Osorno, y además goza de muy fácil acceso. Sin embargo, aunque se encuentra cerca de zonas urbanas y pobladas –a diferencia de la mayoría de volcanes a nivel nacional– muchos habitantes no tienen la posibilidad de caminar en los faldeos y al interior de esta maravilla de la naturaleza.
“Uno se puede dar cuenta de esto porque llegan niños de las provincias cercanas, incluso de la localidad de Ensenada que está al lado del volcán y no lo conocen. La gran meta es que la gente lo conozca porque esa es la forma de conservar un lugar y que las futuras generaciones puedan seguir protegiéndolo”, fundamenta Dattoli.
En este sentido, el PAR Explora Los Lagos considera de menester promover la educación ambiental en la ciudadanía y especialmente en edades tempranas para crear una nueva cultura de concientización planetaria. Con este tipo de actividades, por una parte, se busca enseñar la ética en la explotación de recursos y, por otra, se pretenden fomentar buenas prácticas ambientales en la vida cotidiana de cada persona, fundamentada en una visión hacia el desarrollo sustentable, es decir, satisfaciendo las necesidades de los actuales habitantes sin comprometer las posibilidades de la sociedad en el futuro.
Este es el sello que el PAR Los Lagos quiere otorgar de forma transversal a cada iniciativa que se lleva a cabo en la región, fundamentándonos en que el desarrollo de la ciencia y tecnología, debe estar vinculada a la identidad y necesidades del territorio, dando un sentido de pertenencia y generando un impacto positivo en las comunidades.