“Evadir, no pagar, otra forma de luchar”, fue la consigna de estudiantes secundarios al saltar torniquetes del metro. Se amplificó hasta alcanzar ribetes inusitados: desde cacerolazos hasta grandes incendios en Santiago y otras ciudades. Transversal en la opinión pública ha sido el condenar actos de violencia. También subrayar que los sucesos involucran no sólo una reacción al aumento de tarifa del metro, indicada como la punta del iceberg. ¿Qué hay en la profundidad?
El neoliberalismo es ineludible. Desde las ciencias sociales se entiende de dos modos. Por una parte, como políticas económicas abocadas a la implementación del libre mercado. Al menos tres problemas se identifican: la desigualdad y fragmentación social, la conversión en mercancía de esferas y bienes comunes y la influencia de intereses corporativos en el gobierno. Por otra, como una lógica que introduce criterios económicos en cada dimensión de la existencia, incluyendo al ‘sí mismo’. Convertidas las personas en Homo economicus, cada acción es una calculada e infinita ‘inversión’ en búsqueda de ‘rentabilidad’. ¿Se limita la vida a eso? Junto a las tres problemáticas citadas, es de esperar que esta pregunta no sea evadida, luego de 30 años, en el debate político profundo que debe ocurrir en el país.