Desde 2015 a la fecha, la zona de la desembocadura del río Maipo -donde se ubica el Santuario de la Naturaleza del mismo nombre (Región de Valparaíso)- ha perdido un 81% de la superficie de su espejo de agua. Este es uno de los resultados de un reciente estudio elaborado por encargo de la Municipalidad de Santo Domingo y desarrollado por investigadores de distintas casas de estudios, encabezado por el Dr. Eduardo Jaramillo, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral de Chile.
Durante aproximadamente 16 meses, los científicos realizaron muestreos en el área del Santuario, con la finalidad de diagnosticar su estado actual y conocer las opiniones de la comunidad local en relación a este ecosistema costero. Con posterioridad se diseñó un plan de manejo para la conservación del mismo destinado a la protección con cinco objetos de conservación: El ecosistema arenoso litoral (playa de Marbella, duna arenosa litoral y matorral dunario), la avifauna costera (especies residentes y migratorias), el bosque de Mioporo, la desembocadura del estuario (cuerpo de agua, marismas y planicies sedimentarias intermareales) y la comunidad de pescadores (arte de pesca Chinchorro).
En base a la información disponible desde 1986, el estudio da cuenta de una disminución del área del espejo de agua, dado que en 2015 su cobertura llegó a las 82 hectáreas, mientras que en 2018 sólo fueron cerca de 16 hectáreas, o sea, 81% menos área inundada. La tendencia a la disminución si bien es fluctuante y dependiente de la estación, esto se mantiene desde 2010. A esa disminución se suma la cada vez más frecuente intrusión de agua salada al interior de la desembocadura durante las marejadas de invierno y el hundimiento del continente debido al ciclo sísmico.
“Todo lo anterior puede resultar en salinización del agua de la desembocadura y afectación negativa de sus componentes bióticos, como plantas y fauna acuática”, menciona el Dr. Jaramillo.
El estudio también da cuenta de amenazas al Santuario. El incremento en la frecuencia de marejadas durante el invierno produce una disminución significativa de la cobertura de plantas y arena de las dunas litorales adyacentes al Santuario y que son el límite posterior de la playa arenosa de Marbella.
El Dr. Jaramillo menciona que “esas marejadas también afectan a la playa, ya que durante el invierno esta entra en período de erosión de arena, pérdida de hábitat que resulta en la disminución de los comúnmente llamados chanchitos de mar (Emerita analoga), los cuales son parte fundamental en la dieta de aves playeras -migrantes y residentes- como el chorlo blanco (Calidris alba), el zarapito (Numenius phaeopus) y el pilpilén común (Haematopus palliatus), entre otras especies. El pilpilén es un ave insigne del Santuario y su persistencia está amenazada, ya que sus huevos son consumidos por perros vagos y probablemente por la rata noruega (Rattus norvegicus), especie introducida presente en el área”, dice Jaramillo.
La eventual expansión del puerto de San Antonio es considerada por gran parte de la comunidad como una amenaza real a la conservación del Santuario. “Entre sus potenciales afectaciones destacan la eventual modificación de la dirección de las corrientes costeras que proveen de arena a la playa de Marbella, la pérdida de lo que queda de la playa de Llolleo y la expansión de la urbanización del puerto hacia las riberas de las lagunas del mismo nombre (consideradas como parte de una red ecológica que incluye al Santuario, la playa de Marbella y la desembocadura del río Maipo)”, plantea Jaramillo.
Las amenazas y los plazos
Por otra parte, el informe detalla el trabajo con las comunidades aledañas, identificando 51 actores clave, quienes detallaron sus preocupaciones, los objetos de conservación, las amenazas y determinaron las acciones a seguir, estableciendo un plazo de tres años para hacer frente a las urgencias.
“En terreno y en conjunto con el municipio de Santo Domingo, Fundación Cosmos y otros actores clave se determinó llevar a cabo más de 50 acciones que apuntan entre otros aspectos a realizar cambios en el uso de suelo y disminuir la extracción de agua y de áridos en el cauce del río, a implementar un plan que reduzca la presencia de especies invasoras y a contribuir a la tenencia responsable de mascotas (perros y gatos) al interior del humedal”, señala María Ignacia Fuenzalida, Directora del Centro de Educación Continua de la UACh y profesional a cargo de los estudios del medio social.
Por su parte, Diego Urrejola, director ejecutivo de la Fundación Cosmos, reafirmó que la mayor cantidad de amenazas y la situación actual del santuario responden a la actividad humana.
“Es un humedal urbano, es un santuario que está metido entre dos ciudades y que tiene importantes amenazas como la expansión portuaria, la expansión de las ciudades, la contaminación del río, la sequía, las malas prácticas agrícolas y, sobre todo, la antropización de ese lugar, incluyendo la tenencia de mascotas. Por lo tanto, para nosotros el desafío futuro es ir tomando cada una de esas amenazas, para gestionar la disminución de su impacto sobre el santuario; en ese sentido, el plan de manejo recoge cada una de esas amenazas y nos da una guía de cómo ir tomando cada una de ellas. La conservación de este lugar es multidimensional y compleja, pero que tiene amenazas claramente establecidas”, señala Urrejola.
En referencia a los resultados, Fuenzalida (UACh) señala que más que enseñanzas “hay desafíos para la gobernanza del Santuario, donde tal como fue mencionado por Fundación Cosmos en el último taller en que se presentó el plan, se debe lograr que esta sea inclusiva y participativa porque las acciones que están propuestas se deben implementar y eso requiere de un esfuerzo compartido”.
Sobre lo mismo, Urrejola valora el hecho de que este instrumento permitirá gestionar de mejor forma el santuario.
“Para nosotros va a ser un instrumento súper relevante para poder tener indicadores claros y metas a tres y 10 años, lo que nos va a permitir focalizar la búsqueda de recursos económicos y humanos, y poner foco en las acciones que tenemos que hacer”.