En un momento en que el trabajo científico ha resaltado en el ámbito público y se ha revalorado la investigación, se pensaría que su relevancia se ha establecido casi como un consenso en las prioridades estatales. Al parecer esto es una mera ilusión, puesto que el jueves 1 de octubre el Ministro de Ciencia y Tecnología, Andrés Couve, anunció en un programa radial que la convocatoria a Becas Chile 2021 no se realizará y sólo se financiarán a aquellas personas que ya cuenten con el beneficio.
Las Becas Chile son un programa estatal que selecciona a personas de diferentes profesiones y financia sus estudios de perfeccionamiento en diferentes campos de las ciencias (sean sociales, naturales, médicas, educativas, de la ingeniería, etc), facilitando que estas personas se formen en instituciones nacionales o extranjeras y luego apliquen sus conocimientos y aporten al desarrollo del país. Una necesidad imperativa, en un contexto de cambios tecnológicos acelerados y avances en investigación a nivel mundial.
En la cuenta pública del año en curso el Presidente Sebastián Piñera señaló que la crisis del coronavirus “ha demostrado una vez más la importancia de desarrollar capacidades científicas en nuestro país”, mencionando además que “debemos invertir más y mejor en ciencia y tecnología y realizar una profunda modernización de nuestro Estado”, hincapié presupuestario que además esbozó durante la presentación del 5G en Chile en agosto, al mencionar que no sólo se requiere de buena voluntad para impulsar estos avances.
Chile ya invierte poco en investigación y desarrollo (I+D) y en educación, por lo que este recorte es pauperizar zonas estratégicas para el desarrollo nacional. Datos de la OECD muestran que el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que se destina a este campo es de un 0,35% el 2018, con una mínima variación desde el 2007, cuando era de un 0,31%. Este porcentaje es muy inferior a países como Israel (4,9%) o Korea (4,5), que están al tope del listado. El escenario es parecido si consideramos el campo más amplio del gasto en educación, donde los datos de 2016 muestran que Chile destinó un 3,8% del PIB, lejos del 6,3% de Noruega y Costa Rica, este último un país latinoamericano que nos muestra que en nuestra realidad continental es posible reformular las prioridades.
Es cierto que la crisis económica actual obliga a hacer recortes presupuestarios y redestinar fondos, pero no deja de sorprender que el recorte incluya al Ministerio de Ciencia y Tecnología justo cuando el Presidente de la República señala, en la ya mencionada presentación del 5G de agosto, que muchas veces la modernización y los temas del futuro están ausentes del debate nacional. Tal modernización requiere un compromiso estatal en impulsar la formación de profesionales con preparación de alta calidad, en un esfuerzo que requiere visión de futuro y cuyos frutos por definición se comienzan a observar en el largo plazo.
Tal como menciona María Paz Bertoglia, académica del Instituto de Salud Pública de la Universidad de Chile «Están hipotecando nuestro futuro al no invertir en ciencia en el presente».