Es bien sabido que la extracción del pompón (musgo vivo) y la explotación de turba (materia orgánica muerta) han iniciado una preocupante intervención de las turberas en el archipiélago de Chiloé, afectando directamente al conjunto de beneficios gratuitos que prestan a la sociedad. El pompón se utiliza mundialmente en viveros, jardinería, aislante térmico, piso orgánico y filtros naturales. Y durante los últimos 20 años se ha registrado una alta demanda de explotación y cosecha para su comercialización internacional como sustrato en cultivos hortícolas, frutales, orquídeas, e industria de productos absorbentes.
Esto ha producido un sostenido aumento de la degradación de estos “pomponales”, debido la afectación de varios sitios donde se observa una lenta regeneración vegetal, y la falta de regulación efectiva en las técnicas de extracción, secado, envasado, transporte y comercialización, que no considera la escasa información científica existente respecto a las condiciones de crecimiento de este musgo, la pérdida de sus propiedades de absorción de agua en estado natural y su consiguiente impacto ambiental.
Por eso es conocido que la superficie y la calidad de estos humedales están disminuyendo rápidamente por la sobreexplotación y las malas prácticas de cosecha del “musgo”, que nos acercan a un agotamiento del recurso, ya que requiere un periodo largo de tiempo para su regeneración. Se estima que el pompón puede demorar entre 3 a 5 años para recuperar sus funciones ecosistémicas, con un promedio de crecimiento muy lento de entre 1 a 3 cm. al año. Lo que en la práctica no alcanza a suceder y en consecuencia nos acercamos a la desaparición de esta especie vegetal, poniendo en riesgo a la población de Chiloé ya que ¿cómo obtendremos agua?
Cabe mencionar que el 56% de musgo en el mundo se produce en Chile, aproximadamente 4.600 toneladas anuales, equivale a cerca de 20 millones de dólares de ingreso bruto de Chile, según el último anuario forestal del Instituto Forestal (INFOR). Pero el Estado debe hacerse cargo de los pasivos ambientales que quedan por esa actividad, por ejemplo: el gasto por el daño debido a escases del agua. Sólo en el agro, son cientos de millones de dólares anuales de inversión pública. ¿Valdrá la pena?
No es desconocida la serie de funciones de gran relevancia que cumplen los ecosistemas de humedales, los que se conocen como servicios ecosistémicos: son aquellos beneficios que el planeta y la gente obtiene de manera directa o indirecta de los ecosistemas naturales. Mundialmente son reconocidos los servicios que entregan las turberas por retener y limpiar el agua lluvia recargando los acuíferos, almacenar el CO2 o carbono atmosférico, conservar la biodiversidad, conservar información científica, materia paleo-ambiental y arqueológica, aportar a la conservación de la biodiversidad y al patrimonio paisajístico, entre otros.
Es bueno recordar que las turberas son un tipo de humedal donde se produce y acumula materia orgánica muerta que proviene de plantas adaptadas a vivir en sitios inundados de agua, bajo contenido en oxígeno, escasa disponibilidad de nutrientes y con pH muy ácido. Éstas conforman diversas asociaciones vegetales como son en este caso las turberas de musgo Sphagnum, que constituyen cojines laxos de color rojizo, comúnmente llamado “pompón”, y que en nuestro país podemos encontrar desde la región de Los Ríos hasta Magallanes y la Antártica.
En este sentido, el principal rol ecosistémico de las turberas de Chiloé, vital para la supervivencia humana, es ser un reservorio de agua capaz de subministrar agua dulce, especialmente en períodos de sequías. Cobrando aun mayor importancia en este archipiélago donde no se cuenta con un suministro de agua a partir de deshielos montañosos como ocurre en el continente y la única fuente de agua dulce proviene del almacenamiento de las precipitaciones de lluvia, todo esto en un contexto de crisis hídrica, donde el nivel de precipitaciones ha bajado producto del actual escenario de cambio climático.
Cabe mencionar que la acumulación de turba en el suelo puede alcanzar un espesor de entre 10 y 50 cm cada 100 años. Por ello estos “ecosistemas ancestrales” tienen diferentes orígenes: el glaciar con una antigüedad de aproximadamente 18.000 millones de años donde estas plantas se han ido depositando por capas durante miles de años, y el antropogénico con una antigüedad que puede llegar a los 170 años donde el musgo ha colonizado suelos anegados luego de la explotación del bosque nativo. ¿Espacios sagrados?
La drástica disminución de superficies de turberas en Chiloé, su importancia ambiental y social, el ser un recurso de muy lenta renovación y la posible reconversión de los actuales recolectores debieran ser aspectos para considerar a la hora de autorizar la explotación de esta especie vegetal y discutir su Legislación Ambiental. ¿Podemos esperar?
Es preocupante que Chile aun no cuente con una ley que prohíba la explotación del pompón, como especie vegetal de lento crecimiento y muy importante para la regulación hídrica de territorios como el archipiélago de Chiloé. Es urgente lograr la protección legal de este musgo, así como lo están otras especies vegetales emblemáticas de nuestro país.
El impacto no es solo ecológico, sino también social… ¡Mejor preservar ahora que lamentar en el futuro!
Esta columna fue publicada en los siguientes medios:
Evidencia Impresa El Llanquihue 05/04/2022