Ya se comienzan a ajustar los últimos detalles para lo que será la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) en Escocia y hay preocupación por parte de los referentes medioambientales y líderes mundiales sobre cómo alcanzar una reactivación económica post COVID-19, sin retroceder en los esfuerzos por detener el aumento de la temperatura promedio global e impulsar la resiliencia del planeta.
En este contexto, nuestro país durante 2020 actualizó sus objetivos de acción climática establecidos en la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC), manifiesto que poseen todos los países que han suscrito el Acuerdo de París, y que en Chile está focalizado principalmente en avanzar hacia una economía baja en emisiones y resiliente al clima.
Esta resiliencia, a nivel ecosistémico puede ser abordada desde diversos puntos de vista, sin embargo, en lo relativo a la gestión del agua, requiere de acciones urgentes. La Dra. Nicole Colin, académica del Magíster en Ciencias mención Recursos Hídricos de la Universidad Austral de Chile, plantea que no podemos permitir que el desarrollo no sostenible continúe amenazando la biodiversidad, el equilibrio y bienestar de nuestro entorno.
“Somos un país largo con diferentes problemas ambientales asociados a recursos hídricos según zona geográfica, por ejemplo, en el norte, hay una fuerte presión de las mineras y eso ha causado sequía en algunos cursos de agua. También se han construido embalses con escasa regulación cual ha causado una disminución drástica de los caudales con un grave deterioro ambiental. En la zona centro, predomina la agricultura masiva, frutícola principalmente, destacando los paltos y viñedos. Esto ha generado una extracción desmesurada de agua desde los cursos naturales, lo que ha provocado que ríos como el Cauquenes, en la Región del Maule, hoy día se encuentren prácticamente secos”, explicó la Dra. Colin.
En esta línea, detalló también que el río Biobío podría ser considerada una zona de sacrificio, ya que hay tres plantas de celulosas, un alto porcentaje de plantaciones forestales y se han implementado 18 centrales hidroeléctricas en la cuenca. A esto suma los vertidos provenientes de los residuos domiciliarios de importantes ciudades como Concepción y Los Ángeles. “La situación del Biobío es dramática, es necesario un cambio en las actuales regulaciones para evitar a toda costa la implementación de proyectos altamente invasivos como la Carretera Hídrica, que aumentaría significativamente el deterioro del ecosistema”, indicó la académica.
Por último, en la zona sur, si bien hay actividades antrópicas que impactan a los sistemas hídricos, aún los ecosistemas tienen ciertas características naturales en cuanto a su funcionamiento, sin embargo, se observa con preocupación el efecto de la contaminación de las salmoneras en la Patagonia que cada vez afectan en mayor medida los ecosistemas de ríos.
Según la experta en biodiversidad, hay especies que están al borde de la extinción como el tollo de agua dulce, Diplomystes chilensis de la familia Diplomystidae, uno de los peces óseos más antiguos a nivel mundial, situación que se suma a la triste estadística de que en Chile el 80% de las especies de peces de agua dulce está en algún grado de amenaza. “Estamos frente a uno de los mayores problemas a nivel mundial como lo es la pérdida de biodiversidad. Cada especie tiene un rol en nuestros sistemas y nosotros dependemos de ellas, la biodiversidad es clave para mantener el equilibrio ambiental y sustentar los servicios del ecosistema que necesitamos para sobrevivir, desde la regulación del clima, alimento hasta el agua que bebemos”, agregó.
Agricultura local y gestión integrada de cuencas
Para la Dra. Colin, la solución parte por un cambio al sistema productivo en general, donde volvamos a la agricultura de pequeña escala dejando de lado la idea que Chile se convierta en agroindustria alimentaria, lo cual, a su criterio, no es posible sin una regulación efectiva y con ecosistemas acuáticos tan sensibles como los nuestros. “Esto significa tener una agricultura a nivel más local, con alta eficiencia del recurso hídrico y con diferentes tipos de cultivos por región. Hay que ser estratégicos y adecuarnos a cultivos estacionales como ocurría de manera sustentable hace 30 años atrás”, indicó.
Asimismo, también destacó la necesidad de generar la gestión integrada de cuencas para orientar el desarrollo de políticas públicas en materia de recursos hídricos que permitan conciliación entre el desarrollo económico y social y la protección de los ecosistemas. “Esto permitirá evaluar los proyectos a nivel de cuenca hidrográfica, con una visión global de todas sus actividades, y no proyectos locales como se ha venido haciendo hasta el momento”.
Finalmente, a nivel de gobernanza su visión apunta a poder contar con una institucionalidad que termine con la sectorización que existe hoy del tema agua, agrupando finalmente a los actores y políticas de esta línea en un solo ente gubernamental para su abordaje transversal. “Además, hay que abolir los derechos de agua, mejorar la normativa ambiental, determinar el estatus ecológico de los ríos y cambiar el sistema de evaluación ambiental, fijando estándares mínimos para los informes que respaldan las acciones de los proyectos”, enfatizó la académica.
Cabe mencionar que la Dra. Colin participó en la elaboración del informe para el comité asesor para la mesa de biodiversidad de la COP25 en 2019, documento que incluye estas y otras recomendaciones sustentadas en su experiencia en el estudio de la estructura y funcionamiento de las comunidades acuáticas continentales, principalmente de peces. Su último trabajo de investigación se titula “Mecanismos de respuesta de individuos y comunidades de peces resilientes a estresores múltiples dentro de una cuenca hidrográfica: integración del uso de biomarcadores y aproximaciones ecológicas”, FONDECYT 3180375.