“Desde el año 2014 se estableció en la UACh una Mesa de Trabajo por la Salud Mental Universitaria que integra distintos estamentos (equipo de salud, académicos del Instituto de Neurociencias Clínicas, Dirección de Asuntos Estudiantiles, Unidad de Apoyo al Aprendizaje y Federación de Estudiantes) y organiza y gestiona actividades de prevención, promoción e intervención en salud mental”, destacó la académica.
Hace unas semanas fue noticia que un grupo de estudiantes manifestaron públicamente cómo la sobrecarga académica universitaria impactaba su salud mental y calidad de vida. Como es de esperar, emergieron opiniones y reacciones diversas ante esta escena, que ciertamente invita a detenernos, mirar y reflexionar.
Ante todo fenómeno humano resulta esencial que la mirada sea multidimensional para una comprensión amplia del mismo. Me resuena en ello particularmente la mirada desde la Psicología Clínica y la Perspectiva Ecológica de Bronfenbrenner en el desarrollo evolutivo, ambas complementarias. La primera con énfasis en el sujeto (con su compleja interacción de variables) y la segunda, relevando la interacción con el ambiente, desde aquellos más próximos y en que participa directamente, hasta las instancias y variables sociales y culturales aparentemente más distantes. Todo, sin duda, estrechamente interconectado, interdependiente, donde los límites de lo uno y lo otro en algunos casos es difícil de esclarecer.
De lo relativo al sujeto (su historia, su identidad, sus experiencias, sus recursos, etc.)
La mayoría de los trastornos de salud mental tienen su primera aparición en la adultez emergente (entre los 20 y 24 años), momento vital donde hay desafíos evolutivos complejos. El ingreso a la universidad, conlleva un conjunto de hitos normativos, como el alejamiento de la familia de origen, la autonomía y organización de la carga académica, la moratoria de identidad y afrontar la realidad versus las expectativas propias y las expectativas de la familia.
Estudios de salud mental en población universitaria dirigidos por la OMS y otras investigaciones internacionales sugieren por una parte, que la aparición de problemas de salud mental en esta etapa tendrían una relación con la presencia de problemas de salud mental en etapas previas del desarrollo, eventos traumáticos experimentados en la infancia y/o con rasgos en el funcionamiento de personalidad en que el alto perfeccionismo y autoexigencia podrían predisponer más fácilmente al surgimiento de psicopatología. Ciertamente existen diferencias individuales en el desarrollo, por lo que no debe perderse de vista que somos diversos en cuanto a nuestra sensibilidad al estrés y nuestros mecanismos para regularlo y abordarlo.
En el campo de la salud mental, un factor relevante es la “consciencia de enfermedad” que se traduce en la capacidad de darnos cuenta de nuestro malestar y/o cambio, y de cuánto y cómo nos está afectando. En este sentido, estudios han revelado que un porcentaje significativo de estudiantes no tiene noción de estar cursando una enfermedad de salud mental y otros, pese a tenerla y ser conscientes de ella, no activan conductas de búsqueda de ayuda (por falta de tiempo, por sobrecarga, incompatibilidad en horarios de atención de salud, recursos económicos, etc.). Cabe destacar que la búsqueda de ayuda es un factor determinante en el pronóstico de la evolución de la enfermedad mental.
Desde el año 2015 a la fecha, la Universidad Austral de Chile ha implementado un sistema on-line de screening en salud mental, a través del cual los estudiantes pueden responder encuestas de salud mental con las problemáticas más prevalentes y recibir tanto un feedback como una orientación de autocuidado e información sobre los dispositivos de salud donde pedir ayuda. Esta experiencia nos mostró el año 2016 que un 50% de los estudiantes que requerían ayuda gestionaron actividades de autocuidado y buscaron ayuda especializada, y de éstos, un 60% (tras 6 meses desde la aplicación de las escalas) se encontraba mejor. Por el contrario, quienes no habían pedido ayuda, se encontraban igual (41%) e incluso peor (17%), lo que nos desafía a cómo llegar a este último grupo. Sistemas de screening en salud mental existen en otras universidades del mundo, y tienen la ventaja de que al ser anónimas, se contribuye en una primera etapa a despejar la barrera del miedo al estigma y juicio social que interfiere en la búsqueda de ayuda.
De los múltiples sistemas en los que el sujeto participa directamente (microsistemas)
El individuo está inmerso en múltiples sistemas, cumpliendo en esta etapa evolutiva un rol protagónico la familia, el grupo de pares, la escuela a la que pertenece su carrera, el centro de salud universitario, entre otros.
En relación a la familia, además de la exigencia y desafío de lidiar con las expectativas respecto al rendimiento académico, los estudios refieren la crisis conjunta que viven muchos de tener que separarse al estudiar fuera de sus regiones, lidiando con nuevas formas de vida (vida en hogares o pensiones, vida autónoma) y una cotidianidad sin ese soporte social. No hay gran mención de las relaciones con el grupo de pares en los estudios, sin embargo, las voces actuales de los estudiantes mencionan una alta competitividad entre pares que, sin duda, se relaciona con el fenómeno de comparación social, que cumple un rol importante en la formación de la identidad social y que a su vez está influido a lo que como sociedad le damos valor: el éxito profesional.
En relación a este punto, lo más descrito en la literatura dice relación con la influencia que tiene en la salud mental el apoyo social percibido, que dice relación por una parte, con la noción de que puedo contar con personas e instancias en las cuales encontrar contención y apoyo ante las dificultades, pero también en cuanto al nivel de inserción que un sujeto tiene en actividades de índole social. En nuestros estudios en UACh (2015), un bajo apoyo social percibido correlaciona negativamente y significativamente con los trastornos depresivos, la desesperanza y riesgo suicida, y un alto apoyo social correlaciona positiva y significativamente con el avance académico.
Por otra parte, los problemas intraescuela (interpersonales y de coordinación interna) serían un factor de estrés universitario específico a considerar. Y aquí parece insertarse un tema clave en discusión, que dice relación con la sobrecarga académica.
¿Qué implica la sobrecarga académica (escolar, laboral) y el estrés asociado a ésta? Tiene que ver con la experiencia de no poder dar abasto con las altas demandas externas, que al ser permanente en el tiempo va en perjuicio de otras actividades relevantes (la familia, el descanso) y en desmedro de la salud (física y mental).
Desde la perspectiva de los estudiantes es bastante común que cada académico establezca su propia carga en la asignatura correspondiente, sin una verificación por parte de la escuela en su conjunto del impacto que la suma de cada carga tiene para la realidad de sus estudiantes. Esto invita y exige que las escuelas ejerzan mecanismos de regulación interna de la carga, conociendo, integrando, relevando y moderando las exigencias que en su conjunto tienen las asignaturas según los objetivos por año y las prioridades de sello de la carrera. También la reflexión de qué patrones de exigencia y/o autocuidado cada escuela reproduce y proyecta a sus estudiantes.
La demanda de salud mental ha aumentado en Chile y en el mundo, y los centros de salud universitarios o centros de orientación en salud mental no dan abasto. La realidad de cada universidad en esto varía dependiendo de sus recursos, sin embargo, es una dimensión de la cual hacerse cargo: de qué manera el nivel de profesionales disponibles es el correspondiente para dar respuesta a la demanda, qué estrategias despliegan estos centros para abarcar esta gran población, cuánto conocimiento tienen los estudiantes respecto de estos centros y su acceso a éstos u otros dispositivos de salud. En esta etapa, por la edad, muchos jóvenes quedan fuera de la cobertura de salud de sus padres (sistema privado) o bien, por el cambio de regiones no están inscritos en los centros de salud de la comuna donde viven (sistema público).
De la importancia en la relación y coordinación entre estos microsistemas: el rol del mesosistema
Menos visible pero relevante es el lugar que Bronfenbrenner denomina como mesosistema, que es la interacción de microsistemas como las escuelas, el Centro de Salud Universitario, los centros de salud pública, etc.
Una de las ventajas centrales de la instancia universitaria en materia de salud mental es que aquí se integran -posiblemente por única vez para muchos jóvenes-, distintas instancias de apoyo social que se disponen para los y las estudiantes, por lo que incluso el sólo hecho de interconectarlas (saber qué existe disponible, visibilizarlas y difundirlas) puede marcar una diferencia.
Si bien con limitaciones, retrasos, y muchos desafíos por delante, en mi opinión aquí radica una de nuestras principales fortalezas en la Universidad Austral de Chile en materia de salud mental. Desde el año 2014 se estableció una Mesa de Trabajo por la Salud Mental Universitaria que integra distintos estamentos de la universidad (equipo de salud, académicos del Instituto de Neurociencias Clínicas, Dirección de Asuntos Estudiantiles, Unidad de Apoyo al Aprendizaje y Federación de Estudiantes) y organiza y gestiona actividades de prevención, promoción e intervención en salud mental. Ejemplo de esto, es el esfuerzo permanente de este equipo en sensibilizar a las autoridades, directores de escuela, académicos, funcionarios y estudiantes en materia de salud mental, a través de jornadas, seminarios, reuniones y simposios. Se han gestionado programas de trabajo directo con los estudiantes, formando monitores voluntarios en hogares y en carreras que cumplen un rol en el apoyo con sus pares (Programa Pares y Programa Centinelas).
Los aspectos más profundos de la demanda
Y quizás el tema de fondo, al que invita fuertemente esta demanda, radica en lo macrosistémico, donde se encuentra, entre otras cosas, nuestra cultura, los valores sociales que marcan fuertemente nuestras creencias y prácticas, el nivel socioeconómico y la repercusión que en Chile tienen las brechas sociales y las políticas públicas en materia de salud mental.
Justamente producto de cambios sociales profundos es que el ingreso a la universidad se ha vuelto una posibilidad más accesible, inclusiva y masiva, y no es sino en la última década que cobra mayor interés el estudio de la salud mental en este grupo.
Lo que antes era permitido a las élites hoy está más disponible para los distintos estratos sociales. En este ámbito, algunos estudios han señalado que la pertenencia a una minoría étnica y la procedencia de entornos socioeconómicos bajos, serían factores de riesgo de presentar problemas de salud mental en la etapa universitaria, que se sustentan posiblemente en las múltiples barreras sociales (discriminación, acceso a salud, acceso a educación, etc.) que conllevan ambas experiencias a lo largo de la vida y en la integración a este nuevo contexto.
¿Y qué relevancia tiene social y culturalmente en nuestro país el éxito académico y profesional?
¿Qué significados le damos como sociedad a la sobrecarga? ¿La hemos normalizado?
¿Creemos como sociedad que un cambio en la carga académica puede ser sinónimo de una falta de exigencia y de profesionalismo? ¿Nos hemos conformado con ello?
¿Creemos que han cambiado las capacidades de tolerar la carga académica de las actuales generaciones? o ¿están cambiando las necesidades y expectativas de las nuevas generaciones respecto a las prioridades de vida?
¿Qué importancia y espacio tiene la salud mental en nuestro país?
La salud mental va más allá de la ausencia de enfermedad, y se entiende como un estado de bienestar subjetivo (OMS) donde si bien hay valoraciones individuales sobre qué aporta a mi bienestar, hay reconocimiento, entre otras cosas, del impacto que tiene el equilibrio ocupacional, es decir, la noción de que puedo dedicar y tener espacio no sólo para las actividades y responsabilidades académicas (escolares o laborales) sino también para el ocio, la recreación, las actividades significativas y el descanso.
Hace algunos años la OMS alertó sobre el perjuicio que estaban ejerciendo en los niños y niñas de edad escolar los “deberes o tareas extraescolares” y ha sugerido prohibirlas. A su vez la Organización Internacional del Trabajo y la OMS han dado cuenta de que un factor de riesgo psicosocial del trabajo dice relación con la sobrecarga laboral, motivo por el cual organizaciones laborales y también naciones están redefiniendo sus demandas, por ejemplo, reduciendo jornadas e incorporando prácticas de autocuidado en los lugares de trabajo.
El tema entonces de la sobrecarga (escolar, laboral) y su impacto en la calidad de vida y la salud de las personas está, por tanto, en la mirada y discusión a nivel internacional. Estudios en población universitaria dan cuenta de que la sobrecarga académica impacta, entre otras cosas, en el no poder sostener actividades que antes eran significativas.
¿Por qué negarnos entonces a mirar, estudiar, reflexionar, discutir y re-pensar la carga académica de las universidades chilenas?
Al igual que en muchas de las manifestaciones sociales de los últimos años en Chile, con esta demanda se están planteando también desafíos en cuanto cambios culturales profundos. Y se hace de modo valiente, porque en lo que respecta a la salud mental, una gran barrera sociocultural es el estigma hacia la enfermedad mental y hacia la persona con afecciones en esta área y, por ende, el miedo que implica dar a conocer lo que se sufre.
A mi juicio, esta demanda contribuye a visibilizar el lugar que ocupa la salud mental en la vida íntima de los sujetos e intenciona ubicarla en un espacio de responsabilidad social y política importante. Ya que si bien hay avances en materia de políticas públicas en salud mental, ésta es aún limitada para dar respuesta a los requerimientos de nuestra población.
Creo que las universidades pueden cumplir un gran rol en el bienestar de los y las estudiantes, asumiendo el compromiso de integrar la dimensión del bienestar en la definición de sus prácticas internas. Gracias a esta demanda pública estamos conociendo los progresos puntuales de ciertas universidades chilenas en ello. Sin embargo, resulta necesario que acciones en esta materia asuman y consideren el factor que ocupa cada uno de los sistemas implicados y su compleja interacción, para diseñar e implementar estrategias de prevención, promoción e intervención en salud mental que integren las múltiples instancias.
Escrito por Catalina Alamo Palma
Psicóloga, Mg. En Psicología Clínica
Académica Universidad Austral de Chile
Integrante de la Mesa de Salud Mental UACh
Coordinadora Sistema On-Line Screening en Salud Mental UACh