El COVID-19 está cambiando nuestros hábitos de comunicación. Los “meetings” en plataformas digitales son cada vez mas frecuentes. Han llegado para quedarse y se instalarán en nuestras vidas como algo rutinario. Debemos considerar que de ahora en adelante estaremos mas expuestos a sonidos y que nuestra voz la utilizaremos con mas frecuencia ¿en que condiciones?, ¿hemos pensado el impacto que tendría en la audición y en la salud de nuestra voz?
El Decreto Supremo nº 594 del MINSAL, sugiere que la exposición a sonidos de alta intensidad no podrá superar los 85 decibeles para una jornada laboral de 8 horas. El NIH, sugiere evitar ruidos fuertes, la exposición a ellos durante un tiempo prolongado, y pone en evidencia los riesgos de padecer problemas de la voz en quienes la utilizan como herramienta de trabajo, los que se pueden evitar haciendo un uso cuidadoso de esta.
Algunas consejos la salud de nuestra voz y audición:
- Consuma abundante de agua durante el día y antes de realizar videoconferencias. Así mantendrá una buena hidratación de las cuerdas vocales.
- Cuide que el entorno de las reuniones se realice en ambientes silentes para evitar subir la intensidad de la voz.
- Considere utilizar un micrófono externo para no forzar la voz.
- Evite ambientes secos y no prolongue los tiempos de uso y mal uso de la voz para así evitar la fatiga.
- Baje el volumen de los auriculares y controle las fuentes de ruido de fondo cercanas a su espacio de trabajo.
- Evite usar auriculares de inserción, debido a la cercanía de la fuente sonora. Considere disminuir sus horas de uso. Baje el volumen a una intensidad confortable y alterne con los altavoces del computador.
- Utilice de preferencia auriculares que se apoyen sobre el pabellón auricular, idealmente con sistema de cancelación de ruido de fondo.
- Escuche con auriculares al 60% de su salida máxima (algunos dispositivos permiten ajustar parámetros de volumen). Realice pausas de 5 a 10 minutos cada 60 minutos de uso.
Sugiero que se realice una evaluación y controles rutinarios 1 vez por año con un otorrinolaringólogo. Asesórese por un fonoaudiólogo. Es el profesional idoneo para asesorarlo en estrategias de prevención auditiva y programas de higiene vocal.