Sobre los diez años de la compañía de teatro, cuéntenos ¿cómo comenzó y cómo sucedió este ascenso que ha emprendido durante estos años y cómo esta compañía ha visibilizado el teatro en regiones?
El año 2001 Roberto Matamala arma la compañía como idea y como práctica, gracias a que Carlos Amtmann, en ese momento era decano, acoge esta idea y determina que a partir de ese momento la Facultad de Filosofía y Humanidades nos entregaría una subvención anual. Es importante destacar que la iniciativa de los decanos, que se han ido sucediendo desde entonces, de mantener la compañía viva ha sido fundamental, porque sin alero directo institucional es difícil sacar adelante una compañía de teatro.
Roberto Matamala estuvo cuatro años y medio con la compañía y luego asumí su dirección, actualmente llevo seis. Cuando Roberto funda la compañía con actores no profesionales, lo hace con alumnos de las carreras de la Facultad, principalmente de la Escuela de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación. Al quedarme yo en la dirección ocurrió que la mayoría de ellos terminaban sus carreras y emigraban de la universidad y muchos, incluso, de la ciudad. Fue entonces que se me ocurrió profesionalizar, aprovechando la coyuntura de que llegaron a Valdivia algunos actores provenientes de Santiago. Es difícil trabajar con alumnos ya que estos tienen inconvenientes con los horarios para ensayar, considerando que el teatro requiere dedicación. En la Facultad contamos con una sala de ensayo, que es la única en Valdivia que cuenta con esas condiciones, con equipamiento técnico completo, y que se ha ido potenciando en el tiempo.
¿Los actores que hay actualmente son todos profesionales?
Sí. La compañía tiene un elenco base, que lo conforman: Francisco Ríos como actor e iluminador, y encargado de la parte técnica, y Andrés Waas, nombre artístico Rodrigo Gonzalez, además el año pasado tuvimos de invitados a Cristóbal Macintosh, a Verónica Medel, a Pablo Ortega y a Magda Elgueta, que pertenecen a otras compañías. También, Sergio Rosas ha trabajado con nosotros en los últimos tres montajes, sin embargo él pertenece a la compañía “Teatro Lluvia”.
Actualmente tenemos tres personas interesadas en ingresar a la compañía, a través de un casting para la nueva obra, y como no se puede subvencionar una compañía todos los meses, funcionamos en base a proyectos.
Desde los inicios la compañía ha contado con el trabajo en composición musical del músico Coke Vío, hecho que constituye un plus muy importante para la puesta en escena. También, trabaja con nosotros Edmundo Cofré en diseño escenográfico, fotografía, y además hemos montado una productora audiovisual, así ya no tengo que externalizar el trabajo audiovisual.
La ventana del teatro en regiones
Ante el Consejo de la Cultura en Valdivia, y otras entidades ligadas al tema, la Compañía de Teatro «Pequeña Isla» se ha posicionado como el equipo que actualmente mantiene una mayor contuinudad en el quehacer teatral de la región, lo que ha logrado una visibilización no sólo del teatro de Los Ríos, sino también el regional.
¿Cómo se logra mantener una compañia de Teatro durante una década?
Hoy día no es difícil armar una compañía , lo complejo es mantenerla en el tiempo, el teatro es un arte caro y conseguir recursos no es fácil principalmente, porque no genera grandes audiencias. Durante los diez años hemos realizado un montaje anual, aunque en total hemos realizado alrededor de quince montajes, entre teatro infantil y teatro adulto. El año pasado fue una excepción, puesto que tuvimos 3 montajes: “Terrario”, “Espectro” y “Presagio”. Los planes para este año es montar una obra que completa la trilogía “Terrario”, «Presagio», la primera que apela a la tierra, la segunda al río, y esta tercera trata de un texto que tiene que ver con el bosque.
¿Cómo obtienen financiamiento?
Fondos públicos, alianzas con otras instituciones. Gestión privada.
Dentro de los fondos públicos se encuentran los FNDR (Fondo Nacional de Desarrollo Regional) ¿postulan a éstos?
Nunca hemos podido postular a esos fondos por la sencilla razón de que aceptan solamente tres proyectos por institución y cada vez que voy a presentar bajo el nombre de la UACh, ya están considerados otros proyectos culturales, como el MAC, campamentos musicales y otros- Además el FNDR no financia proyectos de creación.
¿Hay alguna forma de unirse a algún proyecto?
Es difícil, aunque el año pasado tuvimos una alianza con el MAC – que fue un éxito- y la queríamos repetir, no hubo posibilidad por el tiempo. Ahora estoy haciendo una alianza con la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales.
¿Y privados?
El tema de los privados es complicado, ellos optan por financiar eventos deportivos u otros de asistencia masiva. El nuevo montaje me cuesta 9 millones y medio , dinero que por concepto de taquilla jamás verás retribuído, ahora un FONDART son mínimo 10 o 12 millones. Bajo esa lógica no hay teatro sin subvención. Ahora, el tema de las donaciones culturales es un tema que tampoco funciona en regiones porque la donación cultural, la evasión de impuestos a través del tema cultural, solamente funciona con las empresas con un excedente económico fuertísimo, entonces vas a las medianas empresas y te dicen que no cuentan con excedentes.
¿Ventanilla abierta?
Estábamos invitados al GAM (Centro Gabriela Mistral, http://www.gam.cl/) para marzo. Tuve conversaciones con la directora primero y luego con Javier Ibacache, director de audiencias, que tiene que ver con teatro y Santiago a Mil, quien quería que presentaramos “Terrario”, pero en esa obra se ocupan dos toneladas de tierra y los actores necesitan dos meses de entrenamiento como mínimo. Ventanilla abierta sólo financia pasajes y estadía y no había quién financiara el resto.
En todo caso, con el GAM quedamos comprometidos de hacer una actividad al menos este año. La idea es llevar «Espectro» o «Terrario»o lo que vamos a montar ahora, y cuando hagan el Encuentro Teatral Europeo, nos invitarían como teatro regional.
¿Cómo se visibiliza la imagen de nuestra Universidad a través de la Compañía?
Nos interesa destacar por sobre todo a la Facultad de Filosofía y Humanidades y a partir de ésta, lógicamente, a la Universidad. Hemos cambiado el nombre a la compañía, puesto que ya no se usan nombres tan corporativos, ahora se llama “Compañía Teatro Pequeña Isla”, que es más lúdico y alude al lugar geográfico donde habitamos. Debutamos con este nuevo nombre en el mes de enero en el Festival de Las Artes de Valparaíso ex Carnavales Culturales.
Como cualquier manifestación artística el teatro es una tremenda ventana para la universidad, sobre todo hoy día que queremos dar una imagen de universidad con tradición y más cercana al humanismo que a los negocios.
Margarita, y sobre la formación de audiencias y el financiamiento a través de público ¿es una alternativa?
Sobre la formación de audiencias es difícil, creo que en todas partes del mundo pasa lo mismo, en Santiago, los que viven del teatro van de una compañía a otra, por proyectos, porque no hay otra forma de operar. Acá en la Lluvia de Teatro se paga taquilla, pero igual la gente encuentra que es caro. Es complejo el tema porque tiene que ver con una cosa cultural, es por eso que las artes deben tener subvención.
El teatro es caro, mantener a los actores, pagar ensayos, pagar diseños, y eso la gente no lo sabe, porque en Chile el FONDART, por ejemplo, tiene una doble cara, por un lado te financia un proyecto, pero no te deja cobrar. La gente está acostumbrada a no pagar, nos pasó con “Cabaret”, cuando tuvimos tanto éxito en las “lluvias de teatro” y se pagaba, la repetimos dos días después y no fue nadie. Ahora, el Aula Magna está haciendo un convenio con Teatro a mil, el año pasado trajeron cuatro espectáculos y esos son abiertos a la comunidad gratuitamente, entonces no hemos formado audiencias que paguen.
También, lo de formar audiencias es una responsabilidad. Estuvimos en comunas, en La Aguada, en Lago Ranco, presentándonos a gente que no sabía teatro y la responsabilidad es gigantesca porque estás mostrando un teatro complejo de abordar que si no lo haces bien, esa gente no va a volver nunca más al teatro. No puedes llegar con un texto de nueva dramaturgia, presentarlo e irte, tienes que hacer una especie de apresto, taller, eso funciona.
¿Cuál es el vínculo con el Seminario de Dramaturgia realizado por la Facultad?
Es una semilla que también puso Roberto Matamala. Si logramos mantener una compañía que sea parte del Seminario de Dramaturgia, podemos ser un eslabón para promover las nuevas dramaturgias chilenas en nuestra zona, lo que sería un logro.
Las tres obras que hicimos el año pasado fueron de dramaturgia regional, y la que realizaremos ahora, también. Lo importante es que estás creando un sello, no estás copiando lo que se hace en Santiago, ni lo que se hace en Europa, y a un muy nivel, con tecnología, con buenos actores, con un buen equipo detrás, y creo que eso fue lo que le llamó la atención al GAM en su oportunidad.
¿Cuál seria el futuro de la compañía?
Pienso que el futuro de la compañía y de la universidad con respecto al teatro, y que se lo propuse a Vicerrectoría en algún momento, se trata de alguna especialización en postgrado. En ese sentido, Roberto Matamala mantiene los lazos con la compañía y hay un trabajo en conjunto con lo académico. Hay que destacar que hoy la Compañía Teatro Pequeña Isla es un teatro universitario, no porque trabaje con gente universitaria, sino porque se estructuran textos de dramaturgia con propuestas visuales y estéticas que tienen que ver con una reflexión sobre nuestra propia historia, sobre el territorio y la identidad, no es un teatro comercial. Eso es lo que hemos logrado en diez años de la compañía: un equipo de trabajo profesional enfocado a sacar un producto artístico serio, profesional, vinculado a nuestro entorno, que posibilite una reflexión y una mirada distinta al de los medios de comunicación y a la opinión pública en general. El teatro hoy día se sitúa en los bordes, en lo fronterizo, para posibilitar un discurso diferente.
Sobre puesta en escena
¿Cómo trabajan ustedes? ¿Cómo arman e interpretan los textos?
Todas las obras son diferentes y los modos de abordar su puesta en escena van a cambiar diametralmente de acuerdo a los propósitos. Las tres obras que montamos el año pasado tienen una puesta en escena diferente. Ahora, todos los directores imponen un sello. En mi caso enfrento el trabajo creativo en relación al espacio, y no hablo sólo del espacio posible. Por ejemplo, en el MAC tuvimos que eliminar el texto por un tema de acústica. Lo textual se cambió por un trabajo corporal: los actores tenían que estar 45 minutos corriendo y cayendo sobre superficie con baldes con tierra, agua y barro, ellos requerían entonces de un acondicionamiento especial, para ello contamos con Marcela Hurtado, profesora de la Facultad –una profesional del trabajo con el cuerpo- , los 3 actores se sometieron a un training especial supervisado por Marcela, con muy buenos resultados.
En mis trabajos incluyo gente especializada. Cuando hicimos Cabaret Diabólico, trabajó Ricardo Uribe del Ballet Municipal, quien se hizo cargo de la actriz. Cuando montamos Niágara, un trabajo con técnicas aéreas, trabajó Astrid Fernández, especialista en esa área. Ahora, con Espectro la decisión fue de hacerla en la sala multiexpresión, un espacio pequeño, de cámara, con un público muy cerca, muy atento al texto dramático, a las palabras, a la historia con cero elemento escenográfico. ¿Te das cuenta como lo espacial es determinante?
¿Qué otros profesores están o han estado vinculados a tus proyectos?
Sergio Rosas, dramaturgo y actual profesor adjunto, Roberto Matamala, Marcela Hurtado, Roberto Morales con el tema antropológico. Hemos tenido también la colaboración de Cristian Arentsen y Cristóbal Valderrama de arquitectura. Iván Carrasco del instituto de lingüística y literatura ha estado constantemente revisando el quehacer teatral nuestro y dando su opinión. Oscar Galindo, Carlos Antmann, Claudia Rodríguez y Amalia Ortiz de Zarate.