Escrito por el Dr. Juan Pablo Keim S. y por el Dr. Christian Alvarado G., académicos del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias de la Universidad Austral de Chile.
Está empezando el invierno, lo que tiene implicancias directas sobre el crecimiento y utilización de las praderas. Esto cobra especial relevancia en sistemas lecheros a pastoreo con pariciones continuas a lo largo del año o aquellos con partos otoñales, en los cuales existe una proporción importante de vacas que se encuentran en lactancia temprana y mantienen altos requerimientos nutricionales. Esto obliga a los productores a continuar utilizando sus praderas, sin embargo, para ello deben tener una serie de consideraciones, de modo tal que no se vea afectado su crecimiento y persistencia y la cantidad de leche producida por vaca:
1.- Lo primero que debe tener en cuenta el productor a la hora de alimentar sus vacas durante este periodo es la cantidad de pradera por vaca disponible. Para esto, debe respetar el desarrollo de las praderas, por lo que es necesario considerar rotaciones entre 45 a 60 días y con ello la superficie diaria disponible. Luego debe determinar la disponibilidad pre- y post-pastoreo que para esta época se esperan entre 1600 a 2000 kg de MS/ha y 1000 – 1200 kg MS/ha, respectivamente. A partir de estos antecedentes y la cantidad de vacas en producción se determinará la cantidad de MS disponible por vaca, que probablemente oscilará entre 2 a 6 kg MS/vaca al día.
2.- El siguiente paso es analizar si hay algún cultivo suplementario de invierno (ballicas anuales, remolacha forrajera, brásicas, entre otros), determinar su rendimiento, la superficie total y la cantidad de días que se espera utilizarlo. Esto junto a un porcentaje de utilización y el número total de vacas en ordeña, entregarán la cantidad de cultivo suplementario por vaca al día. En el caso de los cultivos suplementarios es importante tener en consideración aspectos nutricionales de cada uno de ellos, como por ejemplo posibles excesos de nitratos en praderas de rotación corta; el balance de minerales por posibles deficiencias (de fósforo y yodo) y la existencia de variedades con altas concentraciones de factores antinutricionales en brásicas, y el alto contenido de azúcares en la raíz de la remolacha (~70% BMS) y bajos contenidos de Ca y Mg.
3.- Evaluar la cantidad de forrajes conservados, donde los más comunes son ensilajes y bolos de pradera y, el ensilaje de maíz. Cuando los silos son de tipo parva o trinchera es necesario “cubicarlos” (estimar el volumen), mientras que en el caso de los bolos tener en cuanta la cantidad. En general se estima que un bolo y un m3 de ensilaje pesan 600 kg (base fresca), lo que puede variar. Esto, junto al contenido de MS, la cantidad de días a utilizar y el número de vacas a alimentar, me entregará la cantidad de forraje conservado disponible por vaca. En el ensilaje de maíz es relevante tener en consideración su bajo contenido de proteína cruda (7-9%) y su alta concentración de almidón en comparación a otros forrajes (30 – 40% BMS) y por ende respetar los niveles máximos de inclusión de almidón en la dieta (<25% BMS), una práctica común a modo de prevención es utilizar secuestrantes de micotoxinas.
4.- Una vez que se tiene claro la cantidad de cada uno de los forrajes sería ideal tener análisis de composición nutricional de estos y así la cantidad de nutrientes suministrados a partir de los mismos. Es en este momento en el que se puede empezar a formular/balancear la dieta y el aporte de alimentos concentrados (mezclas comerciales o materias primas). En el caso de vacas a finales de lactancia o de menor nivel productivo (5000 L/lactancia), es importante cubrir el consumo esperado, requerimientos de energía, proteína, minerales (Ca, P y Mg) y respetar los niveles mínimos de fibra. Para vacas de 7000 a 9000 L será importante tener en consideración el aporte de proteína no degradable en el rumen, mientras que sobre 9000 L (o más de 30 L/día) será importante evaluar la inclusión de fuentes de energía como grasas by-pass, el balance de aminoácidos, niveles máximos de carbohidratos no estructurales y almidón y, evaluar la utilización de aditivos como moduladores de la fermentación ruminal y buffers. En la medida que se incrementa el potencial productivo de las vacas se hace más relevante la utilización de programas avanzados para la formulación de raciones.
Consideración Final:
La pradera en invierno debe ser cuidada para lograr aprovecharla al máximo durante la primavera. Es necesario comprender que en esta época es fundamental cuidar su condición y no intentar aumentar la producción lechera a partir de mayores ofertas de pradera que conllevan a rotaciones más cortas y pastoreos más intensos. En el caso de los suplementos, es importante conocer sus características específicas, para lograr un buen balance nutricional y utilización por parte de las vacas lecheras.