-51 años es toda una vida y la Universidad Austral de Chile se apronta a celebrar este aniversario (07 de septiembre), reviviendo de entre los recuerdos que se niegan a partir, esta serie de reportajes, emitidos por el Area de Prensa y Comunicaciones de Relaciones Públicas UACh, son mucho más que un recorrido por el camino de la memoria.
-A través de estas líneas queremos rendir el más justo y sentido de los homenajes a los cientos de hombres -los que están y los que ya partieron- y que construyeron centímetro a centímetro, cada espacio de esta institución.
No hay relato histórico que se precie de tal, sin que en él participen los valiosos detalles de la gesta. Sin embargo, en lo que fue el acto inicial en que culminaron tantos esfuerzos e ideas, su solemnidad es la antesala de un evento único que no necesita más adornos que su propia esencia.
El 16 de febrero de 1954, en los salones del Club de La Unión de Valdivia llegaron a la tan esperada cita, 20 asistentes: Nicanor Allende, Federico Anwandter, Manuel Cavada, Mario Carrasco, Marcial García, Roberto Goldenberg, Luis González, Teodoro Henzi, Enrique Hevia, Víctor Segundo Kunstmann, Roberto Luna, Ernesto Martens, Bernardo Núñez, Armando Robles, Federico Saelzer, Walter Schmidt, Alfredo Schüler, Pablo Schwarzenberg, Eduardo Tallmann y por supuesto, Eduardo Morales.
Rápidamente se organizó una estructura básica para que funcionara la institución y se designaron los encargados de las primeras Escuelas: Medicina Veterinaria, Agronomía, Ingeniería Forestal y Bellas Artes, con un total de 36 alumnos en los salones de la casona del Círculo Francés, en calle García Reyes, y en el segundo piso del Club Valdivia, en la esquina de la calles Arauco con Independencia, se instaló su Casa Central.
Ya el 7 de septiembre de ese año, el presidente Carlos Ibáñez del Campo firmaba el Decreto que autorizaba la creación de la Universidad Austral de Chile, cuyo Rector no podía ser otro que su gestor más acérrimo, Eduardo Morales Miranda. El 12 de marzo de 1955, un desfile de altivos académicos con toga y birrete, hacía la inauguración de su primer año académico en el antiguo Teatro Central, ubicado en lo que es hoy la tienda Corona. Un hecho sin precedentes que fue la génesis y un grito hacia el camino de la libertad que restaba por conquistar.
La Conquista
La década en que se fundó esta casa de estudios estuvo marcada por las transformaciones que se venían tejiendo 20 años atrás y que marcarían el camino del país en los años sesenta y setenta. La economía, la política, la generación de las grandes masas que gatillaron gran parte del destino nacional hacia fines del siglo pasado, se gestaron en aquellos años en que la productividad de país caía en un abismo y el papel del Estado estaba muy cuestionado por sectores que pedían a gritos una ola modernizadora, entre ellos, una nueva generación de universidades que nacían a la luz de los grandes cambios que iluminaban desde otras latitudes.
No fueron tiempos fáciles para los primeros años de la Universidad Austral de Chile. A pesar de los deseos compartidos de que fuera una institución autónoma, el peso del marco legal que regía a las universidades chilenas recayó sobre su espalda.
En su primer período tuvo que ampararse bajo las alas de la septuagenaria Universidad de Chile con todas las virtudes y vicios que ello implicaba. El Estatuto Orgánico de la Enseñanza Universitaria supeditaba la existencia de nuevas universidades al patrocinio académico de la Universidad de Chile, incluyendo la titulación de los egresados. La complejidad del sistema terminó por agotar y lentamente se abrieron espacios para una mayor libertad.
Carlos Amtmann Moyano, actual Rector de la Corporación, fue alumno de la carrera de Medicina Veterinaria en los años sesenta, y dentro de su vida estudiantil también fue dirigente, tiene por tanto, una amplia visión de lo que fue el proceso inicial de esta Universidad. «Eran tiempos en que esta casa de estudios estaba constituyéndose, desde el punto de vista académico-organizacional y habían llegado los primeros grupos de profesores. Esta era una universidad en desarrollo y dependiente, lo que tenía ventajas y desventajas», señala. Para él, la forma en que se suscitaron los hechos en esos años estaba relacionada con el esquema en que funcionaba la educación superior, donde había apenas seis universidades en el país.
«Fue natural que una institución nueva tuviera que ser cobijada por una gran universidad como es la Chile. Eso también se aprecia hoy con lo que es el proceso de acreditación. Se necesitaba avalar públicamente que este era un proyecto serio», agrega.
Con el paso de los primeros años, sin embargo, creció en la comunidad universitaria y valdiviana el anhelo de que esa supeditación terminara, incluso como parte de entonces la Federación de Estudiantes de la Universidad Austral de Chile, Amtmann integró una comisión que viajó a Santiago para constatar el grado de avance de la ley que permitía la tan deseada independencia institucional. «Estar bajo la tutela de otra organización tenía un gran costo, por lo que la supervisión pasó a ser un sistema que perdió legitimidad y sustento y desligarse de este institucionalidad fue un proceso difícil», cuenta.
El logro se alcanzó en 1968, cuando la UACh, dirigida por el Rector Félix Martínez Bonati, logró su independencia académica y administrativa, gracias a la firma del entonces Presidente de la República, Eduardo Frei Montalva. Comenzaba un largo, pero fructífero camino hacia la consolidación.
Huellas del Camino
La Universidad Austral de Chile fue fundada sobre valores esenciales, entre ellos, lograr un desarrollo científico, con un marcado sentido práctico, que permitiera proyectar el progreso del sur del país, marcando una diferencia de la tendencia entre las universidades de aquel entonces que priorizaban la formación académica en aula."»Desde sus comienzos, la UACh fue una organización compleja y completa que buscaba dar respuesta a los requerimientos que la sociedad esperaba, aportando no sólo desde la docencia y la investigación, sino también desde el punto de vista de la integración con su entorno y la extensión cultural», puntualiza Carlos Amtmann.
Contribuyeron a este desafío un nuevo escenario universitario con la creación del H. Consejo de Rectores de Universidades Chilenas y de CONICYT (Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica), la aparición de los programas de postgrados, un decisivo apoyo a la actividad científica a través del Fondo de Construcción e Investigación Universitaria, una ola de científicos jóvenes perfeccionados en el extranjero, el aporte de organismos internacionales, y una renovada cultura progresista en Chile.
En el curso de estos cambios, la UACh logró importantes avances como recursos garantizados por el Estado para dotar de equipamiento y fomentar la ciencia, que ha pasado a ser un sello distintivo de su quehacer y también la llegada de docentes notables como Eleazar Huerta, Jorge Millas y Luis Oyarzún, entre tantos otros, que dejaron una infinita huella en el camino.
«La Universidad de mis tiempos de estudiante era muy distinta a la de hoy. Aunque se conservan los valores primarios que rigen todo su quehacer, hay una diferencia en el tamaño de la organización, los espacios eran más reducidos y la vida al interior del Campus era más cercana y participativa. Es una experiencia humana muy enriquecedora ver cómo se desarrolla una institución. La década del 60 fue un tiempo de grandes cambios en el país y eso se reflejó al interior de la Universidad, quizá no con la misma intensidad como se dio en otras entidades, especialmente a principios de los setenta. Actualmente, persisten las mismas inquietudes, pero los estudiantes tienen otro perfil, uno posiblemente más individualista, más competitivo. Estamos en un Chile diferente, pero si tuviera que elegir, me quedo con la Universidad Austral de Chile del 2005, es mucho más