Entre los especialistas que saben de suicidio en Chile –siquiatras de la PUC, del Hospital Siquiátrico Dr. José Horwitz o del Minsal– existe unanimidad. Si hay un referente en prevención de suicidio, un médico cuyo plan están observando con atención sus colegas, es el siquiatra Tomás Baader.
Presidente de la Red Mundial de Suicidiólogos, Baader impulsó un inédito programa de prevención del suicidio en la Región de Los Ríos que se basa en la importancia de los vínculos sociales para impedir la depresión, antecedente más recurrente del suicidio, y para brindar apoyo a las personas que ya han intentado suicidarse.
“Al hacer el tratamiento y el acompañamiento, la gran mayoría se ha mejorado, en términos de que semanas o meses después, la idea suicida desaparece completamente. Incluso miran hacia atrás y se preguntan cómo llegaron a pensar de esa manera”, dice Baader, de temple zen, sentado en su oficina con vista al jardín botánico de Valdivia desde donde dirige el Instituto de Neurociencias Clínicas, Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Chile.
A la cabeza del prometedor programa está la ONG Alianza Chilena contra la Depresión (ACHID), fundada por Baader en 2012. Junto con el Minsal, partieron haciendo campañas de sensibilización sobre la depresión a los equipos de salud. Luego, crearon una Mesa de Vigilancia Suicida que recibe notificaciones, desde las urgencias de hospitales y clínicas de la Región de Los Ríos, de todos los intentos suicidas. Con esa información, especialistas entrenados por Baader contactan a cada una de esas personas y les ofrecen atención médica. El monitoreo se extiende por un año y, de los 115 a los que les han hecho seguimiento, solo tres han vuelto a intentar suicidarse.
Además, la ONG ha capacitado a 250 personas –bomberos, policías, profesores, apoderados, sacerdotes– como facilitadores comunitarios o gatekeepers para que puedan reconocer síntomas de depresión y saber cómo reaccionar en caso de saber de un intento de suicidio. “Esto está creciendo progresivamente, pero tengo claro que son varios años de proceso. Tenemos que medir cómo vamos en un tiempo más, cuando tengamos una red más amplia”, dice Tomás Baader.
Su primer acercamiento al tema del suicidio fue en 1994, cuando tenía 27 años, se había titulado de médico general de la Universidad de Chile y trabajaba en un consultorio muy pobre en Hornopirén. “Ahí me tocó vivir la muerte por suicidio de dos pacientes, uno de 15 y otro de 16 años. Yo no entendía por qué un niño, un cabro joven, que tiene todo por delante, toma una decisión tan radical”, dice.
La experiencia lo llevó a especializarse en siquiatría y titularse de doctor en la Universidad de Heidelberg en Alemania con una tesis sobre los factores predictores del suicidio en pacientes hospitalizados. En 2001, cuando volvió a Chile, hizo un análisis de las bases de datos de los suicidios consumados del Servicio Médico Legal y de las actas que realiza la PDI para descartar participación de terceros en casos de suicidios. “Me puse a pensar: ¿por qué no hacer una estructura bien organizada que permita desarrollar una estrategia más efectiva para prevenir el suicidio?”, cuenta.
Y recordó el trabajo que había conocido en Alemania de la Alianza Europea Contra la Depresión, una organización que funciona en 18 países con campañas para desestigmatizar la depresión, capacitar en manejo de la depresión y detección de riesgo suicida, formar a facilitadores comunitarios fomentando redes colaborativas y organizando autoayuda para grupos de riesgo. Ese modelo logró una reducción de un 20% en los suicidios e intentos de suicidio en solo dos años de implementación en la ciudad de Nuremberg.
Sin perder tiempo, Baader hizo un convenio con el creador de la iniciativa para replicarla en la Región de Los Ríos, algo que el Minsal ya pretende expandir al resto de las regiones de Chile.
El programa apunta a salvar a personas que intentan suicidarse. ¿Está convencido de que eso es posible?
En muchas conferencias me han dicho que salvar suicidas es imposible, pero estoy convencido de que sí se puede. Se puede prevenir porque tiene que ver con la desesperanza, que es un proceso que se aprende, por lo tanto si tu mente es capaz de generar ese pensamiento, puedes hacer el proceso inverso, puedes crear espacios mentales para que tu mente empiece a mirar la vida de otra manera. Y eso tiene mucho que ver con mi relación con el mundo, mis vínculos, mi identidad, mi sentido de la vida.
Con 15 años trabajando en este tema, ¿a qué conclusión ha llegado?, ¿qué lleva a una persona a suicidarse?
Es multifactorial. Hay factores biológicos, ya que existen ciertas patologías de la salud mental que predisponen a un mayor riesgo: un 90% de los pacientes muertos por suicidio tienen una patología en salud mental, y de esos un 70% corresponde a personas con cuadros depresivos o trastornos del ánimo. A eso se suman los factores predisponentes, como las condiciones sociales o los traumas, y los factores desencadenantes, como por ejemplo una ruptura de pareja importante, un quiebre económico o el bullying. Pero en general siempre está ligado a la desesperanza, la pérdida del sentido de la vida, y también está asociado a un componente angustioso muy intenso en el momento en que toman la decisión.
Todas las personas sienten angustia alguna vez. ¿La angustia de la que habla es de otro nivel?
Es otro nivel. Todos hemos sentido una sensación angustiosa por algún tema, pero imagínate esa sensación multiplicada por 100, con síntomas físicos y mentales combinados. Es una sensación de inminente pérdida de control, de temor a perder la cordura, con opresión en el pecho, taquicardia. Lo que se ha observado, según las entrevistas a pacientes, las autopsias sicológicas (conversación con los familiares del fallecido por suicidio) y cartas de despedida, es que la persona entra en un entubamiento de la conciencia: pierde la capacidad de reflexión y ve el acto suicida como única alternativa para resolver su sufrimiento extremo.
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