En la solemne ceremonia de entrega del Premio Jorge Millas, realizada el pasado lunes 23 de marzo, el galardonado Prof. Pablo Oyarzún Robles, académico de la Universidad de Chile, compartió con los presentes sus reflexiones en torno a la democracia y la filosofía con la conferencia “La Democracia ¿fin o medio?”.
“Conversaremos sobre la democracia, ya que considero que es un tema adecuado para esta ocasión. Jorge Millas fue una muy importante contribución a la democracia chilena del siglo pasado”, indicó al comenzar sus palabras.
“La pregunta si la democracia es ¿un fin? o ¿un medio? exige aclarar respecto de qué ha de ser tal medio o cuál es el fin que ella quiere alcanzar. De una manera u otra y si se exceptúan las definiciones minimalistas, que conciben la democracia como regulación de una lucha competitiva en orden a la cooptación de voluntades colectivas, la idea de participación universal en la determinación del bien común será, probablemente, el elemento central de la definición, sea que optemos por la característica del medio o por la del fin. Porque en cierto modo lo que se presupone es que esa participación universal es ya el bien común”, señaló el Prof. Oyarzún.
En el aspecto de entender la democracia como medio o como fin, el académico indicó que entendida como medio, la atención recae sobre las reglas y los procedimientos. Concebida como fin, sobre los principios y los valores. En un caso, se podrá atención en la implementación de mecanismos que garanticen la libre expresión de la voluntad ciudadana y la coherencia de las políticas derivadas de dicha expresión con los fines que en ella van involucrados. En el otro, y porque la estimación de la democracia como fin en el sentido fuerte de la palaba sólo podría justificarse sobre bases éticas, se pondrá atención sobre la revisión actual de aquellos valores que se suponen asociados a la totalidad del bien común.
Filosofía y Democracia
Para el Prof. Oyarzún si la filosofía es la destinataria de la pregunta ¿fin o medio? tiene diferentes aspectos. Uno es que la filosofía sea llamada a pronunciarse sobre la democracia, y otra es inferir por el sentido, el modo y el alcance en que la filosofía puede, por principio, ser interpelada por la democracia.
“A pesar de que se puede decir que la filosofía tradicionalmente no ha tenido –necesariamente- una buena opinión acerca de la democracia, entre otros motivos porque ella entroniza a la opinión como principal dispositivo de la articulación cívica trasmitiéndole su inestabilidad endémica, también hay una afinidad que la filosofía tiende a sentir respecto de la democracia, y es que a ésta se le atribuye la construcción de espacios de deliberación y debate y se la entiende como el contexto socio político más apropiado para la confrontación de ideas, sobre asuntos que en última instancia involucran en cuestiones del bien humano, entonces la filosofía podría estimar que por fin ha encontrado el ágora en que mejor prospera. Es una afinidad que echa raíces en la vieja práctica dialogante de la filosofía y que confía en que la esgrima articulada de los argumentos y su cotejo y contraste, su honrada competencia debe fructificar en la verdad bajo cualquiera de las formas que esta pueda asumir”, sentenció el académico.